Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

jueves, 29 de diciembre de 2022

Camino llano, tropezones y barrancos

Último número de la revista Clarín


 En el número 162 de la revista Clarín -el último de su larga andadura de 26 años- tengo el honor de participar con un artículo sobre la obra "Cervantes", de Santiago Muñoz Machado (director de la RAE). Me siento muy agradecido por haberme acogido en algunas ocasiones entre sus páginas y muy apenado por haber llegado a su fin una revista que, sin duda, ya forma parte de la historia de las publicaciones culturales.


CAMINO LLANO, TROPEZONES Y BARRANCOS

Cervantes

Santiago Muñoz Machado

Crítica. Barcelona, 2022

               Seguramente atendiendo a “que jamás la glosa podía llegar al texto, y que muchas o las más veces iba la glosa fuera de la intención y propósito de lo que pedía lo que se glosaba” (Quijote, II, 18), se ha producido a lo largo de cuatro siglos una ingente cantidad de ensayos, biografías, artículos, congresos, etc., en torno a Cervantes y el Quijote, llegando a ser -tal vez junto a Shakespeare- el autor y la obra que más se han escudriñado por arriba y por abajo, de frente y de soslayo. De ahí que la primera pregunta que suscita este voluminoso libro es si en verdad era necesario haberlo escrito, si después de todo lo publicado sobre el Manco de Lepanto y su magna obra aún quedaba algo nuevo por decir. De entrada, lo abultado de la empresa que se propuso Santiago Muñoz Machado no deja de causar admiración, pues, como adelanta en el prólogo, “preparar una obra que recorriese la vida, la obra, la sociedad y la política de los tiempos de Cervantes (…) de manera sistemática (…) [y añadiendo] perspectivas nuevas” (pág. 13), es de tal magnitud que sólo podría acometerla, en sus famosos desvaríos, el mismo ingenioso hidalgo de la Mancha.

               Dividida en 11 capítulos, un apartado de notas a cada uno de ellos (incluidos al final del volumen), una extensa bibliografía (más de 200 páginas) y un índice de los nombres aparecidos en el texto, el corpus de la obra se centra en recorrer las aportaciones que, desde diferentes ámbitos, se han ido dando a la figura y la obra de Cervantes, con especial atención al Quijote. Así, este libro del director de la Real Academia Española puede entenderse como una recopilación de las contribuciones más relevantes, desde las aproximaciones a la biografía del autor alcalaíno (en el primer capítulo titulado “Una vida azarosa y novelesca”), donde se traen a colación tanto las dificultades para la documentación de una vida tan aventurada como las aportaciones de las nuevas investigaciones, hasta los comentarios y críticas para “La creación del mito del Quijote” (Cap. II), los análisis “en busca de su significado profundo” (Cap. IV), “La cuestión de las fuentes literarias de las obras cervantinas” (Cap. V) o “La presencia de la literatura popular y folclórica en la obra de Cervantes” (Cap. VI). Seguramente por tratar de asuntos en los que, por formación y dedicación profesional, Muñoz Machado se muestra más competente, son de especial interés los capítulos finales del libro: “Política y sociedad en la España de Cervantes” (Cap. VII); “La controvertida cuestión del pensamiento religioso de Cervantes” (Cap. VIII), donde se desarrolla ampliamente la influencia del erasmismo en el autor del Quijote; “Matrimonio y relaciones de pareja” (Cap. IX), con una extensa referencia a la reforma del matrimonio en el Concilio de Trento; “Magia, hechicería y brujería” (Cap. X), centrada en la importancia de los encantamientos en la literatura de Cervantes y su relación con los postulados de la Inquisición; “El viejo y buen derecho” (Cap. XI), donde el director de la RAE despliega sus vastos conocimientos como jurista.

Y es precisamente ese empeño que Muñoz Machado ha puesto en recoger las aportaciones que se han ido realizando a la figura y obra de Cervantes, donde están su grandeza y su debilidad. Así, la magnitud de la obra se ve recompensada por el buen logro con que el autor culmina ese esfuerzo, de manera que ha conseguido hacer una provechosa síntesis de los diferentes estudios, contribuciones, lagunas, disensos y consensos sobre cada punto tratado. Pero, igualmente, la obra se ve lastrada por eso mismo, por limitarse en la mayoría de las ocasiones a compendiar lo ya dicho sin hacer aportaciones de calado, de manera que seguramente el alcance del libro será menor para la abultada nómina de estudiosos cervantinos, aunque sí pueda ser muy fructífera, como estimable material de divulgación, para los meros aficionados al autor alcalaíno y sus obras.

Lejos de la quimérica osadía de valorar en profundidad el contenido de tan vasta obra, pues “el que busca lo imposible, es justo que lo posible se le niegue” (Quijote, I, 33), no dejaremos pasar la ocasión para puntualizar y, en su caso, comentar algunos descuidos, faltas u omisiones del texto. De la misma forma que “no hay libro tan malo que no tenga algo bueno” (dicho que se atribuye a Plinio el Viejo y que retoma el bachiller Sansón Carrasco en Quijote, II, 3), también podría decirse que no hay libro tan bueno que no tenga algo malo, como es el caso que nos ocupa.

               Ateniéndonos a los aspectos formales, son varias las ocasiones en que se repiten fragmentos escritos anteriormente. Así, en la pág. 169 se vuelve a leer lo que se ha leído ya dos párrafos más arriba: “se habían tenido presentes la primera edición hecha en Madrid por Juan de la Cuesta el año de 1605 y la segunda hecha también en Madrid por el mismo impresor, año de 1608” (entrecomillado las dos veces también en el original), irónico desliz por venir encabezado el párrafo con la frase (aludiendo a la edición de 1780 de la Academia): “Tanto las erratas como los descuidos y equivocaciones fueron corregidos con esmero”. En la pág. 238 se inserta -con un cuerpo menor de letra- una cita de Mayans que se repite parcialmente un párrafo más abajo -con la tipología estándar del texto principal-: “toda la obra es una sátira, la más feliz que hasta ahora se ha escrito contra todo género de gentes”. En la nota 94 del cap. IV (pág. 676) se repite la misma frase que ya había aparecido en la pág. 289: “Sus investigaciones no se refieren directamente al Quijote, pero han sido sus seguidores los que han hecho una amplia utilización de ellas. Su libro más importante es La cultura popular durante la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais”. Por tanto, es una nota prescindible, ya que no aclara ni añade nada a lo que previamente se ha comentado en el capítulo correspondiente de la obra. En la pág. 68 reaparece la idea que ya se había expresado en la 47, variando, curiosamente, la literalidad de la referencia: “Aunque algún ardoroso defensor de la candidatura de Consuegra había añadido, al margen de la inscripción, con letra más moderna, la frase “El Autor de don Quijote”, se desestimó pronto que pudiera ser tal” (pág. 68). “llevaba al margen una nota que decía “el autor de los Quijotes” (pág. 47). En la nota 19 (pág. 632) del cap. I se repite en el segundo párrafo la misma frase que ya se había escrito en el primero: “Editadas en 1613 por Juan de la Cuesta con el título Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes Saavedra, dirigido a don Pedro Fernández de Castro, Conde de Lemos, de Andrade y de Villalua, Marqués de Sarriá…” (pág. 633). Todos estos errores bien pudieran considerarse como deslices de la edición o despistes de un corrector poco atento, igual que ocurre al fechar la muerte de Felipe II en 1998, en lugar de 1598 (pág. 371).

               Más significativas son las repeticiones de palabras, de manera que no sólo hiere los ojos y los oídos del lector la consiguiente cacofonía del texto, sino que pueden damnificar su propia sintaxis al correr el riesgo de incurrir en algún error gramatical: “en días señalados por el dolor que causó el prematuro fallecimiento, por una terrible enfermedad, de don Vicente de los Ríos” (pág. 172); “antes de examinar la contribución de Francisco Rodríguez Marín, por razones puramente cronológicas, pero anticipado que Hartzenbusch nunca publicó un Quijote comentado, pero fueron tantas las notas que preparó para mejorar las ediciones anteriores del Quijote…” (pág. 195); “auspiciados por el rey Felipe II, que había dejado en manos del Santo Oficio la lucha contra las herejías, que tanto preocuparon tanto a su padre como a él” (pág. 459); “Pero Erasmo nunca escribió en lengua vulgar, aunque expresó su entusiasmo por el habla popular, aunque refiriéndose a la antigüedad” (pág. 679) (Los subrayados son nuestros).

               Además de estos aspectos formales, sorprende que en el capítulo I -“Una vida azarosa y novelesca”- dedicado a recorrer las múltiples aproximaciones biográficas a la figura de Cervantes, Muñoz Machado no haga referencia -aunque sí la recoge en la voluminosa bibliografía- a la que escribió Manuel Fernández Álvarez (“Cervantes visto por un historiador”, 2005), máxime cuando en el prólogo el director de la RAE afirma que “Son abundantes e inmejorables las biografías publicadas e incontables los análisis de la obra del gran escritor, pero es bastante menos habitual que ambas cosas se analicen también encuadrándolas en la sociedad de su tiempo” (pág. 11). Ese es precisamente el mérito de la biografía de Fernández Álvarez, relacionar la vida de Cervantes con el contexto histórico y político que le tocó vivir, considerando además la relevancia del autor, reconocido en el mundo académico como especialista en esa época.

               Errores tal vez disculpables en un libro tan voluminoso, plagado de datos, citas y referencias, pero algunos muy relevantes si tenemos en cuenta que el autor es el actual director de la RAE. Con todo, el más grave es la equiparación de narrador y autor cuando afirma al inicio del primer capítulo: “Para aproximarme a la autobiografía cervantina del modo más seguro, sólo tomaré de su obra los elementos que claramente no son ficcionales, es decir, los que están en las dedicatorias y prólogos o cuando el narrador es Cervantes, y no un personaje de ficción, y se refiere con claridad a su historia personal. Por ejemplo, cuando, actuando como narrador, dice en el capítulo IX de la primera parte del Quijote: “yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos en las calles”. Pero no cuando construye párrafos, poemas o desarrolla relatos que, evidentemente, conciernen a situaciones vividas por él, pero que ha transformado de manera literaria” (pág. 17) (Los subrayados son nuestros). Sin embargo, está claro que nunca deben confundirse el autor y el narrador de una obra literaria. El autor es la persona que escribe (crea, idea, concibe, inventa, imagina, discurre…) una historia, y el narrador es un ser ficticio que ha creado el autor para contar (referir, narrar, relatar…) esa misma historia. Ya lo dijo de forma categórica Mario Vargas Llosa (también miembro de la RAE) en su libro Cartas a un joven novelista (1997):

“Conviene disipar un malentendido muy frecuente que consiste en identificar al narrador, quien cuenta la historia, con el autor, el que la escribe. Éste es un gravísimo error, que cometen incluso algunos novelistas, que, por haber decidido narrar sus historias en primera persona y utilizando deliberadamente su propia biografía como tema, creen ser los narradores de sus ficciones. Se equivocan. Un narrador es un ser hecho de palabras, no de carne y hueso como suelen ser los autores; aquél vive sólo en función de la novela que cuenta y mientras la cuenta (los confines de la ficción son los de su existencia), en tanto que el autor tiene una vida más rica y diversa, que antecede y sigue a la escritura de esa novela, y ni siquiera mientras la está escribiendo absorbe totalmente su vivir. El narrador es siempre un personaje inventado, un ser de ficción, al igual que los otros, aquellos a los que él “cuenta”, pero más importante que ellos, pues de la manera como actúa -mostrándose u ocultándose, demorándose o precipitándose, siendo explícito o elusivo, gárrulo o sobrio, juguetón o serio- depende que éstos nos persuadan de su verdad o nos disuadan de ella y nos parezcan títeres o caricaturas. La conduta del narrador es determinante para la coherencia interna de una historia, la que, a su vez, es factor esencial de su poder persuasivo” (52-53). 

Por ello, es incorrecto atribuir a Miguel de Cervantes -que consta como autor en la portada del Quijote- el papel de narrador, a pesar de haber concebido la irónica argucia de tenerse sólo como “padrastro de don Quijote” (Quijote, I, Prólogo) y conceder a un “historiador arábigo” –“Cuenta Cide Hamete Benengeli…” (Quijote, II, 1)- la verdadera autoría de la historia, texto que un morisco traducirá al “vulgar castellano, para universal entretenimiento de las gentes” (Quijote, II, 3), y que será plasmado en el libro “del mesmo modo que aquí se refiere” (Quijote, II, 9). Cervantes inicia, pues, esta “conquista de la ironía” (título de una biografía de Cervantes escrita por Jordi Gracia, 2016) creando un narrador que, a su vez, inventa en el texto un autor -“Dice el que tradujo esta grande historia del original de la que escribió su primer autor Cide Hamete Benengeli…” (Quijote, II, 24); “Digo que dicen que dejó el autor escrito que los había comparado en la amistad…” (Quijote, II, 12)- o autores –“que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben” (Quijote, I, 1); ”Bien es verdad que el segundo autor de esta historia” (Quijote, I, 18)-, otorgándole incluso ese rasgo o privilegio de “autoridad” al propio traductor del manuscrito hallado en el Alcaná de Toledo -“Aquí pinta el autor todas las circunstancias de la casa de don Diego, pintándonos en ellas lo que contiene una casa de un caballero labrador y rico; pero al traductor desta historia le pareció pasar esta y otras semejantes menudencias en silencio, porque no venían bien con el propósito principal de la historia” (Quijote, II, 18)-. Así es como en el texto surge una proliferación de voces narrativas, creando un deliberado equívoco sobre la identidad de los narradores y traductores de esta “verdadera historia”, derivadas todas ellas del agudo, original y alto ingenio de su único y legítimo autor, Miguel de Cervantes Saavedra.

               En fin, ateniéndonos a que “No hay camino tan llano que no tenga algún tropezón o barranco”, como dice el bueno de Sancho en Quijote II, 13, no nos duelen prendas en resaltar que, a pesar de los errores, descuidos u omisiones señalados, estamos ante una obra de importancia, sobre todo en los capítulos que seguramente han sido menos trillados por los estudiosos cervantinos (“Matrimonio y relaciones de pareja” o “El viejo y buen derecho”) y en los que Muñoz Machado despliega sus amplios conocimientos como catedrático de Derecho. En su haber también puede contar que los yerros encontrados en el texto no sean más que un irónico homenaje a la obra magna de Cervantes, donde las consabidas desatenciones o faltas para nada lastran su cualificación como la mayor novela de la historia de la literatura. 


 


 

 

 




domingo, 18 de diciembre de 2022

Teoría del papel higiénico

 


Marcelo Matas de Álvaro

Cuento publicado en la Revista Estudios Bejaranos, nº XXVI. Diciembre, 2022

 

Ilustración de Daniel Castaño

Como están confinados en sus casas debido al estado de alarma decretado por el Gobierno de la nación, los tertulianos del Casino Obrero de Béjar deciden llevar a cabo de forma virtual la reunión que suelen hacer todos los jueves en el viejo ateneo. Acogidos bajo los proverbiales valores de instrucción, moralidad y recreo, se congregan siempre cinco participantes, número impar por si se da la circunstancia de que deban desempatar en una de las disputas en las que a menudo se encalla la conversación. Pero en la virtualidad del coloquio mediante videoconferencia sólo son cuatro, porque don Primitivo Cano, tan reacio no sólo al uso de las llamadas nuevas tecnologías sino en general renuente a todo lo que pueda asociarse a un progreso que, según él, no sirve más que para deshumanizar al hombre, no ha querido prestarse a una reunión en la que no estuvieran presentes en carne y hueso sus compañeros de tertulia. Los cuatro que se han convocado por medio de sus respectivas pantallas son tres hombres y una mujer, quien no ocupa la plaza por ninguna cuota femenina tan en boga en los últimos tiempos, sino por su consabida habilidad dialéctica, sin duda producto del profundo conocimiento que le otorga ser la Catedrática de Lógica y teoría de la argumentación en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Salamanca. A doña Eulalia Maestro se unen don Restituto Lanzadera, industrial de reconocida probidad y recto proceder, don Pío Buenadicha, antiguo sacerdote de la parroquia de San Juan, quien ha decidido desplegar la bondad de sus virtudes en la vida civil, y don Justo Pérez de la Maza, juez jubilado del partido judicial de Béjar, que ahora se conforma con dictar las sentencias al reducido círculo de sus contertulios.

La actualidad siempre manda y en esta ocasión, con todo el país en estado de alarma por la epidemia del coronavirus, la conversación se ve forzada a transcurrir por los consabidos derroteros de la emergencia sanitaria, el obligado confinamiento, la falta de libertades en las sociedades democráticas, las consecuencias económicas y sociales, las inevitables derivadas políticas, las limitaciones del estado de bienestar, la ingénita vulnerabilidad del ser humano, en fin, por todos los grandes asuntos sobre los que giran las noticias en torno a la pandemia. Pero sin saber cómo, tan doctos tertulianos se ven de pronto abocados a bajar al prosaico terreno de tener que dilucidar las motivaciones, enigmáticas donde las haya, que en esos días llevan a la gente a apropiarse, además de otros productos de primera necesidad, de ingentes cantidades de papel higiénico. Para abordar tal misterio pegado a las pedestres costumbres del pueblo llano, no tienen más remedio que elevar sus razonamientos hasta intentar pergeñar una aproximada teoría del papel higiénico.

-   En mi pueblo se decía en tono jocoso “Embarrado te veas y el agua lejos”. Bueno –se justifica don Restituto-, no se decía precisamente “embarrado”, sino otra palabra más vulgar y próxima a lo que estamos debatiendo. Pero en estos tiempos la gente ya no se limpia con agua después de hacer de cuerpo o tirar de correa, como solía decirse, sino que es de uso generalizado el papel higiénico. Por ello, temiendo largas jornadas de confinamiento, se previene la negra posibilidad de encontrarse embarrado y no encontrar el modo de limpiarse. A este razonamiento, claro está, se le podría llamar Teoría del embarrado.

-   Ateniéndonos a la caracterización semántica -sostiene doña Eulalia-, en la cual se postula que si las premisas son verdaderas, entonces la conclusión también lo es, deberemos establecer como válido el siguiente argumento: El papel higiénico es un bien de primera necesidad; En el confinamiento la gente acapara bienes de primera necesidad; Ergo, La gente acapara papel higiénico en el confinamiento. A ello hay que añadir que la urgencia del aprovisionamiento también tiene que ver con la escasez de la celulosa, lo cual conlleva, ante la previsión, tal vez poco probable pero ciertamente posible, de que se agoten, el deber de abastecerse de productos no caducos. Yo lo llamaría la Teoría de la celulosa.

-   Hablando de celulosa –tercia don Justo-, los chinos, como ocurre con todos los bienes de consumo, son los mayores productores de celulosa del mundo. Tal vez no se puede considerar de iure, pero seguro que sí de facto el hecho de que nos han enviado primero el mal, es decir, el virus, y después el remedio, en este caso el papel higiénico, indispensable para un largo y constreñido período de confinamiento. Esa, como sucede con todas las crisis, es la Teoría de la conspiración.

-   Siguiendo con los chinos –con su habitual voz meliflua concluye don Pío esta primera ronda de intervenciones-, corre por ahí la especie según la cual fueron estos hermanos orientales quienes, debidamente organizados, empezaron a llevarse a raudales el papel higiénico de los supermercados para que el resto de consumidores, movidos por el pánico, los imitaran llenando sus carros compulsivamente. En la Carta a los Filipenses, Capítulo 3, Versículo 17, se dice: Hermanos, sed imitadores míos, y observad a los que andan según el ejemplo que tenéis en nosotros. Es, por tanto, la Teoría de la imitación.

A partir de esa primera aproximación al debate, cada tertuliano va desarrollando, en la pantalla del ordenador cuarteada en partes iguales, los diferentes argumentos para apoyar la teoría que ha postulado. Después de enfrentarse a las diversas explicaciones, premisas y consideraciones y de haber transcurrido el tiempo que habitualmente siempre se conceden para llegar a una conclusión acordada por todos, esta vez los contertulios resuelven que, debido a la imposibilidad de armonizar posturas sobre tales escatologías, el debate se queda ahí, alcanzando tan solo a formular de forma tácita la Teoría de la mera excusa para ir entreteniendo la vida.


Otra versión de este cuento se publicó en el suplemento Culturas de El Comercio La Voz de Avilés el 22 de mayo de 2020

sábado, 10 de diciembre de 2022

La felicidad de leer


Aleluyas para mi perrito Perico

Juan José Lage

Pintar Pintar, 2022



            En el ámbito educativo, a Juan José Lage se le reconoce como experto en bibliotecas escolares y en literatura infantil y juvenil. Su amplia contribución en estas materias es visible en los seis libros que ha publicado al respecto -el último su reciente título Animación a la lectura: diez principios básicos (Laberinto, 2022)- y, sobre todo, por ser el fundador y director de la revista de LIJ Platero, que obtuvo en 2007 el Premio Nacional al Fomento de la Lectura y que continúa en la actualidad distribuyéndose -con periodicidad bimestral- de forma gratuita por los centros escolares de Asturias y por otras instituciones del resto de España. A esta labor divulgadora -plasmada también en artículos e intervenciones en diferentes medios- se une ahora su facultad como poeta, que, lejos de sorprendernos al parecer una faceta apartada de su especialidad, nos reafirma más en su compromiso con la animación a la lectura, pues estas “aleluyas” dedicadas a su perrito Perico constituyen, además de un íntimo y tierno homenaje a su mascota y a todos los perros en general, una herramienta para que los pequeños vayan cogiendo el gusto por la lectura. Así, estas sencillas -que no simples- rimas podrán ser recitadas en voz alta por los adultos -o por los propios niños y niñas cuando ya sepan leer- para que disfruten de la sonoridad de las palabras, del ritmo de las frases, de la música que puede encerrar un texto literario. Con ello se cumplirían algunos de los principios que el propio Lage desarrolló en su último libro citado anteriormente: excitar la curiosidad y despertar sensibilidades, crear el hábito de la lectura a edades tempranas, dar importancia de la narración oral y de la lectura literaria, ser ejemplo y modelos de lectores o educar en la libertad y la diversidad. Además de contribuir a que los pequeños lectores se acerquen a la lectura, en el texto se destaca el amor a los animales, la importancia de la adopción, las obligaciones que se deben contraer con las propias mascotas, la necesidad de ser respetuosos en sus cuidados o el recuerdo de algunos perros que aparecen en la literatura. Pero, con todo, lo más atractivo de estos versos es el placer risueño que produce su lectura. Risueño porque -en la línea de su admirada Gloria Fuertes- el lenguaje de los pareados, en los que no se priva de incluir palabras tenidas por malsonantes, destila ese peculiar humor que tanto gusta a los niños. De esa divertida emoción -bien acompañada por las coloridas ilustraciones de María Ortiz- surge la felicidad de que los pequeños se animen a seguir leyendo.

(Publicada en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Asturias. 10 de diciembre de 2022)

 

  

jueves, 1 de diciembre de 2022

Libertad interior y sumisión confortable

 ¡No al totalitarismo!

Boris Cyrulnik

Gedisa, 2022



La biografía personal y profesional de Boris Cyrulnik es la sólida base sobre la que se sustenta este sugerente libro. Como neurólogo, psicoanalista, psiquiatra y etólogo, proporciona todo su bagaje para alumbrar, desde el conocimiento científico, la tesis que desarrolla en este ensayo, aquella que señala la imperiosa necesidad de establecer un vínculo de apego seguro y duradero, constituido en los primeros mil días de la vida del bebé, para emprender el anhelado camino de la “libertad interior”. Como judío que sufrió desde su infancia la persecución que, propugnada por el delirio antisemita, llevó a cabo el totalitarismo nacionalsocialista, aporta su experiencia vital para trazar una plausible visión sobre la “sumisión confortable”. Así, estos dos conceptos –“Libertad interior y sumisión confortable”, con los que se subtitula un libro cuyo título “¡No al totalitarismo!” sería más apropiado, dicho sea de paso, para un encendido panfleto que para un ensayo serio y riguroso como es el caso que nos ocupa- se imbrican desde esa doble perspectiva personal de un autor reconocido por sus pioneros estudios sobre la resiliencia. 

Boris Cyrulnik

Boris Cyrulnik se sirve de la pensadora Hanna Arendt para retomar su idea de la “libertad interior”, esa deseable cualidad que se pierde cuando no se puede comparar ni pensar por uno mismo, y que tendría como consecuencia la “banalización del mal”, controvertido concepto que debe entenderse como el placer del funcionario -personificado en la figura del oficial nazi Adolf Eichmann- para hacer bien el trabajo rutinario que se le ha encomendado, en su caso, limpiar la sociedad alemana de la mancha judía. A este acto aparentemente trivial, desvinculado de sus trágicas consecuencias, conduce de forma inevitable la ausencia de un pensamiento personal que pudiera cuestionar el conjunto de opiniones y creencias obvias que ha ido estableciendo el grupo al que uno pertenece. Es entonces cuando triunfa el dogmatismo, a través de la confluencia de identidades compartidas -personal y grupal- que se han ido construyendo en la interacción de unos afectos despersonalizadores, sometidos a una representación completamente alejada de la realidad. Es la llamada “lógica del delirio o de la sinrazón” (Arendt), que ciega la capacidad de pensamiento al impedir la posibilidad de la duda.

Por tanto, estamos en continuo peligro, pues la necesidad que tenemos de pertenecer a un grupo puede hacernos cómplices de la posible tiranía que, en un momento dado, nos subyugue. Sin embargo, Cyrulnik afirma que contamos con las herramientas para sortear esa amenaza, pues “es en el enunciado sociocultural externo al sujeto donde hay que buscar la fuente tanto del Bien como del Mal”. Para ello hace referencia -a partir de los estudios de Alfred Adler y John Bowlby- a la teoría del apego como un importante factor de protección y socialización que, al establecerse de una forma segura y duradera, contribuiría a desarrollar un relato coherente con los relatos sociales de la comunidad a la que el individuo pertenece. Las tres dimensiones -biológica, afectiva y verbal- que se desarrollan en el período en el que se asienta esa relación de apego, pueden desplegarse de forma óptima o verse vulneradas por algún factor exterior a la mente del sujeto. Así, de la misma forma que un entorno temprano empobrecido -en cualquiera de las dimensiones- favorecerá una falta de autoestima y de fragilidad social que active nuestra necesidad de dependencia, asumiendo, en última instancia, esa suerte de “sumisión confortable”, un ambiente rico biológica, afectiva y verbalmente será el terreno abonado para que florezca esa “libertad interior”, indispensable para alcanzar la deseable independencia social que pueda librarnos del totalitarismo.


sábado, 19 de noviembre de 2022

Diccionario humorístico de un escritor

 

La fiesta de las palabras



Diccionario humorístico de un escritor

Pepe Monteserín

Editorial Trea, 2022

               Los diccionarios no se leen, se consultan. Su utilidad proviene de la necesidad de acudir a un término para conocer su significado, resolver alguna duda sobre sus posibles acepciones o asegurarnos de su sentido. Habitualmente se sacan de la estantería, se consulta la palabra y se devuelven al letargo de los anaqueles, pero este Diccionario humorístico de un escritor que ahora publica Pepe Monteserín, no sólo sirve para echar una rápida ojeada al término que nos interese, sino más aún para ampliar nuestra mirada sobre la -a menudo- estrecha connotación de las palabras. Una mirada que casi siempre se convierte en risueña -o se despliega en abierta carcajada-, haciendo honor así al adjetivo que acompaña al diccionario, pues es precisamente ese tono humorístico, lleno de chispa e ingenio, el que impregna todo este voluminoso libro. De esta manera, cada entrada se convierte en una fiesta que va del significado más o menos convencional del término -lo cual bien puede servir para una apresurada consulta- hasta el “chiste ad hoc” -a veces gráfico-, pasando por un breve “ejemplo culto” -extraído de algún texto literario- que de una u otra forma hace alusión al vocablo en cuestión.

               Pepe Monteserín no deja de sorprendernos, pues, después de haber escrito una serie de obras en cierto modo alejadas de lo que suele publicar un escritor común (entre otras, una suerte de manual para empresarios narrado bajo la forma de un proyecto de fin de carrera (“Mar de fondo”, su primera novela), una original propuesta de diario argumental o divulgativo (“Bendice estos animales que vamos a recibir”), un cuento vertical (“Casualidad”), la imposible tarea de contar la música (“Los bolsillos de Bach”), singulares semblanzas de algunos escritores (“Con mucho busto”) o la ascensión a las cumbres de los concejos de Asturias y las provincias de España (“Por todo lo alto”)), nos presenta ahora estos “apuntes crepusculares de un escritor tardío” -según afirma en la breve Introducción-, con los que el autor praviano da cuerpo a un personal diccionario que seguramente ha estado gestando durante años de escritura, esos en los que se ha debido familiarizar con términos lingüísticos y literarios propios del oficio de escribir. Algunos tan corrientes como Tilde o Diptongo y otros tan inusuales como Adónico o Paígnion, pero todos propicios para despertar esa voz asombrada, a menudo surrealista, que les confiere un autor tan bien dotado para descubrir la riqueza -conceptual y lúdica- de las palabras. El esfuerzo llevado a cabo por Monteserín se aprecia en las entradas largas -como las 16 páginas de Nobel o las 6 de Trilogía- pero también en la capacidad de síntesis de las cortas -como las dos líneas que dedica a Moloso o Baquio-. Desde el primer ítem (Ab ovo) hasta el último (Zeugma), el lector -sin necesidad de realizar una consulta- puede abrir al azar el volumen y, como una píldora feliz ingerida en el desayuno, alegrarse el día, pues el ingenio humorístico de Monteserín -reconocido en buena parte de su dilatada trayectoria como escritor- le asaltará en cada entrada, igual que nos puede asaltar un letrero en un museo que diga “Ojo, obra de arte. No tirar” (entrada Arte). 

 (Reseña publicada en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 19 de noviembre de 2022)

 

domingo, 25 de septiembre de 2022

Seré amado cuando falte (Entrevista fantasma a Javier Marías)

 

Javier Marías -o su fantasma- en su despacho


               Imaginemos que, tras alcanzar la tercera planta de su piso en la Plaza de la Villa de Madrid, nos encontramos en el despacho de Javier Marías. Junto al sillón que seguramente utilizó para sus lecturas, nos recibe su fantasma con un saludo cordial, casi afectuoso, antes de invitarnos a tomar asiento frente a la biblioteca no sólo abarrotada de libros, sino de objetos diversos, soldaditos de plomo, recuerdos y retratos de sus escritores queridos. Va vestido como si estuviera a punto de salir para una sesión de la RAE, con traje y corbata, en la solapa izquierda de la chaqueta un alfiler con la imagen de Shakespeare. Habla pausadamente, a media voz, utilizando el mismo lenguaje reflexivo y preciso que aparece en sus obras literarias.

-        Pregunta: Buenas tardes. Tengo mucho gusto en saludarle y en hablar con usted. ¿Cómo se encuentra, señor Marías, ahora que ya está muerto?

-        Respuesta: En realidad, soy sólo tiempo. Todo lo que existe no existe o lleva en sí su no existencia. Sólo somos todos como nieve sobre los hombros, resbaladiza y mansa, y la nieve siempre para. Al final todo es indiferente en la marcha del universo que cruje, y aplasta y nivela al crujir. Quien se acostumbra a vivir en la espera nunca consiente del todo su término. El mundo es definitivamente como es en el momento de la terminación de quien termina. No podemos pretender ser los primeros, o los preferidos, sólo somos lo que está disponible, los restos, las sobras, los supervivientes, lo que va quedando, los saldos. La única manera de no preguntarse por la inutilidad de cuanto uno ha hecho en el pasado es continuar haciendo lo mismo; la única justificación de una vida turbia es seguir enturbiándola.

-        P.: ¿Cómo siente su propia muerte?

-        R.: Seré amado cuando falte. Los muertos son un gran lastre e impiden cualquier avance, y aun cualquier aliento, si se vive demasiado pendiente de ellos, demasiado de su oscuro lado. No hay muerte que no alivie algo en algún aspecto, o que no ofrezca alguna ventaja. Es la forma de nuestra muerte lo que debemos cuidar. Llegará un mañana en el que todo rostro será calavera o cenizas. El que muere está eternamente en el engaño, porque no sabe lo que ha venido después, o lo que ya vino en su tiempo, pero no alcanzó a descubrir.

-        P.: Además de la muerte, en sus novelas indaga en los grandes asuntos de siempre. Si le parece, háblenos de la relación entre la ficción y la realidad.

-        R.: La realidad no está a la altura de la imaginación casi nunca. La ficción tiene la facultad de enseñarnos lo que no conocemos y lo que no se da. Incluso cuando las cosas suceden y son presente, también se requiere la imaginación, porque es lo único que da relieve a los hechos y nos enseña a distinguir, mientras acontece, lo memorable de lo que no lo es. Todo se convierte en relato y acaba flotando en la misma esfera, y apenas se diferencia entonces lo acontecido de lo inventado. Todo termina por ser narrativo y por tanto por sonar igual, ficticio, aunque sea verdad. Mientras uno escucha o lee algo tiende a creerlo. Otra cosa es después, cuando el libro ya está cerrado o la voz no habla más. No hay historia sin puntos ciegos ni contradicciones ni sombras ni fallos, lo mismo las reales que las inventadas. La literatura permite ver a la gente de veras, aunque sea gente que no existe o que con suerte existirá para siempre, por eso nunca perderá el prestigio del todo. Cuando pasa el tiempo todo lo real adopta un aspecto de ficción, será ese el sino de nuestros retratos cuando nos alejemos, parecer de gente inventada y que nunca existió. Suerte en el imaginario y en la realidad desgracia.

-        P.: El amor, también tema recurrente en su obra.

-        R.: El enamoramiento es insignificante, su espera en cambio es sustancial. La espera nutre y potencia ese deseo, la espera es acumulativa para con lo esperado, lo solidifica y lo vuelve pétreo. Nada tan tentador como entregarse a otro, aunque sólo sea con la imaginación, y hacer nuestros sus problemas y sumergirnos en su existencia, que al no ser la nuestra ya es más leve por eso. Lo que es muy raro es sentir debilidad, verdadera debilidad por alguien, y que nos la produzca, que nos haga débiles.

-        P.: El tiempo, esa relación entre el pasado, el presente y el futuro.

-        R.: Es la horrible fuerza del presente, que aplasta más el pasado cuanto más lo distancia, y apenas lo falsea sin que el pasado pueda abrir la boca, protestar ni contradecirlo ni refutarle nada. El pasado no cuenta, es tiempo expirado y negado, es tiempo de error o de ingenuidad y acaba por ser tiempo digno de lástima. Y el tiempo no está facultado para suplantar al tiempo.

-        P.: Y de ahí surge la necesidad de contar.

-        R.: De lo que no se nos cuenta nada sabemos, y tampoco de lo que sí. Casi todos contamos más de lo que nos corresponde o aún peor, imponemos a otros datos e historias que no les importan nada y damos por sentada una curiosidad que no existe. Lo que importa es lo que otros entienden de lo que uno cuenta y dice, o lo que deciden entender. Contar lo que a la vez sucede y no sucede. En realidad, todo lo que se cuenta, todo aquello a lo que no se asiste, es sólo un rumor, por mucho que venga envuelto en juramentos de decir la verdad.

-        P.: Para terminar, ¿qué podría decirnos, señor Marías?

-        R.: Adiós risas y adiós agravios. No os veré más, ni me veréis vosotros. Y adiós ardor, adiós recuerdos.

(Las respuestas de Javier Marías son expresiones literales de algunas de sus obras)

 

 

Reseña de "Veneno y sombra y adiós", de Javier Marías

 


Veneno y sombra y adiós. Alfaguara, 2007

 

               “Es la forma de nuestra muerte lo que debemos cuidar”, se dice en El hombre sentimental (1986), idea en la que continúa incidiendo Javier Marías en la novela Veneno y sombra y adiós (último volumen de la trilogía Tu rostro mañana), cuando el personaje K-M (Killing-Mordering o Kennedy-Maskield) reflexiona sobre los que dejan huella no por su vida, sus actos, sino por la forma de su muerte, lo cual le lleva a preocuparse por la manera en que a uno le recuerdan (“la memoria es un dedo tembloroso y no siempre acierta a señalarnos”) o le olvidan (“rápido el llanto, pero más veloz el olvido”), más allá de la inevitable muerte (“llegará un mañana en el que todo rostro será calavera o cenizas”).

               Javier Marías ha continuado -no sabemos si concluido y culminado- con esta magistral, voluminosa novela (la trilogía completa) aquello que ha estado escribiendo desde su primera obra (“se queda sin misterio lo que jamás lo ha tenido en realidad”, se dice en Los dominios del lobo (1970)), pues sigue narrando la dificultad de lo vivido, lo recordado, lo olvidado y lo contado, siendo todo uno y distinto en la existencia (“todo lo que existe no existe o lleva en sí su no existencia”), paradoja sustentada en la propia experiencia de uno mismo (“no darnos por descontados, ni siquiera por presentes”).

               Que la novela sea la misma que siempre ha escrito o tratado de escribir no deja de ser uno de sus méritos, pues bien se sabe que una de las mayores virtudes de un escritor es alcanzar a poseer esa voz que se pueda reconocer como propia a lo largo de su obra, ese territorio mental que la necesidad u obligación se empeña una y otra vez en habitar. Para ello, Marías se sirve de la singularidad de un estilo definido por el fraseo de amplio aliento, por las largas digresiones cargadas de reflexión y crítica, por una trama que a menudo encuentra paralelismos en muchas de sus novelas (recurrentes los triángulos amorosos), por los perfiles de los personajes (a pesar de que muchos de ellos suelen hablar de similar manera, con el mismo estilo alambicado y culto, a veces demasiado literario, intercambiable con la propia prosa “mariasiana” del narrador), y sobre todo por esa particular forma de imbricar en la narración la poesía y el pensamiento, la belleza y el conocimiento que es la esencia del arte (“sólo somos todos como nieve sobre los hombros, resbaladiza y mansa, y la nieve siempre para”; “suerte en el imaginario y en la realidad desgracia”).

jueves, 30 de junio de 2022

Niño quemado - Stig Dagerman

Reseña sobre la novela "Niño quemado", de Stig Dagerman, publicada en el nº 159 de la Revista Clarín (Junio, 2022)

jueves, 20 de enero de 2022

Premio de la Crítica de Asturias de narrativa en castellano

Muy agradecido al jurado que ha concedido el XXI Premio de la Crítica de Asturias, en su modalidad de narrativa en castellano, otorgado por la Asociación de Escritores y Escritoras de Asturias, a mi obra "Yo sé quién soy", primera parte de la trilogía "La urdimbre y la trama".
El jurado estuvo formado por los escritores: José Ángel Ordiz Llaneza, Mirtha Chamorro Mielke, Carmen Cabeza Martínez, Armando Murias, Román Antonio Álvarez, que actuó además como secretario del jurado. "El jurado ha destacado la construcción de una prosa esmerada que no obstaculiza la fluidez de la lectura y contribuye a lograr una mayor profundidad en el lector. Una prosa poética narrada desde el corazón de la memoria, que, como todas las buenas obras, gana con las segundas y hasta las terceras lecturas. Nos narra una historia en la que el autor se acerca al tiempo pretérito. Estructura y estilo excelentes. Hondura en la caracterización de los personajes, utilización de una prosa arriesgada, con algún toque experimental, pero perfectamente entendible, que otorga al texto profundidad y belleza" Los Premios se entregarán el 22 de abril en el Aula Magna de la Universidad de Oviedo.