Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

viernes, 22 de mayo de 2020

Teoría del papel higiénico


Marcelo Matas de Álvaro


Como estaban confinados en sus casas debido al estado de alarma decretado por el Gobierno de la nación, los tertulianos de la cafetería el Siglo decidieron llevar a cabo de forma virtual la reunión que solían hacer todos los jueves en el café. Siempre eran cinco participantes, número impar por si se daba la circunstancia de que debieran desempatar en una de las disputas en las que a veces se encallaba la conversación. Pero en la virtualidad del coloquio mediante videoconferencia sólo eran cuatro, porque don Primitivo, tan reacio no sólo al uso de las llamadas nuevas tecnologías sino en general renuente a todo lo que pudiera asociarse a un progreso que, según él, no servía más que para deshumanizar al hombre, no quiso prestarse a una reunión en la que no estuvieran presentes en carne y hueso sus compañeros de tertulia. Los cuatro que se habían convocado por medio de sus respectivas pantallas eran tres hombres y una mujer, quien no ocupaba la plaza por ninguna cuota femenina tan en boga en los últimos tiempos, sino por su consabida habilidad dialéctica, sin duda producto del profundo conocimiento que le otorgaba ser la catedrática de Lógica y teoría de la argumentación de la Facultad de Filosofía. A doña Eulalia se unían don Restituto, hacendado de reconocida probidad y recto proceder, don Benigno, antiguo sacerdote que había decidido desplegar la bondad de sus virtudes en la vida civil, y don Justo, juez jubilado que ahora se conformaba con dictar las sentencias al reducido círculo de sus contertulios. 
Ilustración de Daniel Castaño

La actualidad siempre mandaba y en esta ocasión, con todo el país en estado de alarma por la epidemia del coronavirus, la conversación se vio forzada a transcurrir por los consabidos derroteros de la emergencia sanitaria, el obligado confinamiento, la falta de libertades en las sociedades democráticas, las consecuencias económicas y sociales, las inevitables derivadas políticas, en fin, por todos los grandes asuntos sobre los que giraban las noticias en torno a la pandemia. Pero sin saber cómo, tan doctos tertulianos se vieron de pronto abocados a bajar al prosaico terreno de tener que dilucidar las motivaciones, enigmáticas donde las haya, que en esos días llevaba a la gente a apropiarse, además de otros productos de primera necesidad, de ingentes cantidades de papel higiénico. Para abordar tal misterio pegado a las pedestres costumbres del pueblo llano, no tuvieron más remedio que elevar sus razonamientos hasta intentar formular una aproximada teoría del papel higiénico.
-                           En mi pueblo se decía en tono jocoso “Embarrado te veas y el agua lejos”. Bueno –se justificó don Restituto-, no se decía precisamente “embarrado”, sino otra palabra más vulgar y próxima a lo que estamos debatiendo. Pero en estos tiempos la gente ya no se limpia con agua después de hacer de cuerpo, sino que es de uso generalizado el papel higiénico. Por ello, temiendo largas jornadas de confinamiento, se previene la negra posibilidad de encontrarse embarrado y no encontrar el modo de limpiarse. A este razonamiento, claro está, se le podría llamar Teoría del embarrado.
-                    Efectivamente –apuntó risueña doña Eulalia-, se trata de un refrán que puede aplicarse a la dificultad de encontrar un asidero al que agarrarse en las situaciones comprometidas. Igualmente también tiene que ver con la escasez, lo que conlleva la urgencia de acaparar bienes de primera necesidad antes de que se agoten, considerando además que se debe uno aprovisionar de productos no caducos. Yo lo llamaría la Teoría de la celulosa.
-                        Hablando de celulosa –terció don Justo-, seguramente los chinos, como ocurre con todos los bienes de consumo, son los mayores productores de celulosa del mundo. De manera que no sería raro que hayan enviado primero el mal, es decir, el virus, y después el remedio, en este caso el papel higiénico, indispensable para el confinamiento. Esa, como sucede con todas las crisis, es la Teoría de la conspiración.
-                          Siguiendo con los chinos –concluyó don Benigno esta primera ronda de intervenciones-, corre por ahí la especie según la cual fueron unos chinos, quienes, debidamente organizados, empezaron a llevarse a raudales el papel higiénico de los supermercados para que el resto de consumidores, movidos por el pánico, los imitaran llenando sus carros compulsivamente. Es la Teoría de la imitación.
A partir de esa primera aproximación al debate, cada tertuliano va desarrollando, en la pantalla del ordenador cuarteada a partes iguales, los diferentes argumentos para apoyar la teoría que ha postulado. Después de enfrentarse a las diversas explicaciones, premisas y consideraciones y de haber transcurrido el tiempo que habitualmente siempre se conceden para llegar a una conclusión acordada por todos, esta vez los contertulios resuelven que, debido a la imposibilidad de armonizar posturas, el debate se queda ahí, alcanzando tan solo a formular de forma tácita la Teoría de la mera excusa para ir entreteniendo la vida.


(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 22 de mayo de 2020)