Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

viernes, 31 de agosto de 2012

Entrevista imaginaria a Edgar Allan Poe



Por Marcelo Matas de Álvaro

E. A. Poe en un momento de la entrevista

            Imaginemos que, tras abandonar un callejón habitado tan solo por la espesura de la noche, descendemos por unas escaleras que conducen a la profundidad de una taberna apenas alumbrada por una luz parpadeante y siniestra. En el lado derecho del antro, detrás de un triste mostrador ennegrecido por el humo, un hombre de cabellos ralos deja caer sobre su oronda barriga un pequeño reguero del amontillado que acaba de servir. Al fondo del tugurio la claridad vacilante de una lámpara nos descubre al hombre con el que nos hemos citado a hablar. Dando la espalda a una pared que no sobrepasa los cuatro pies de altura, se halla, apoyado con los codos sobre la mesa, Edgar Allan Poe, su mirada dentro del vaso que roza la frasca de vino ya mediada por la espera. Como sumergido en una de sus pesadillas, va hablando lentamente a través de expresiones lacónicas, palabras con el filo desnudo y cortante de un cuchillo.


-          Pregunta: Buenas noches. Tengo mucho gusto en saludarle y en hablar con usted. ¿Cómo se encuentra, Mr. Poe?

-          Respuesta: Mi tristeza es inaudita, lo que me produce mayor tristeza todavía. Nada me anima ni me consuela. Mi vida me parece un fracaso; el futuro, un vacío espantoso.

-          P: Pero usted ha tenido éxito en la vida, ¿no es así?

-          R: He peleado denodadamente contra mil dificultades, y he tenido éxito, si no en hacer dinero sí en conseguir una posición en el mundo de las Letras, algo de lo que, dadas las circunstancias, no tengo motivos para avergonzarme.

-          P: Entonces, ¿de dónde cree usted, Mr. Poe, que procede esa tristeza?

-          R: Existe actualmente un intento deliberado para arrastrarme a la ruina.

-          P: Diríamos que hay una causa exterior.

-          R: El infortunio es múltiple. La miseria de la tierra es multiforme.

-          P: ¿Cree que ya ha llegado al final del camino?

-          R: La verdad es que tengo mucho que hacer y he decidido no morirme hasta que lo lleve todo a cabo.

-          P: Está bien. Si le parece, hablemos un poco del pasado. ¿Qué me puede decir de sus padres?

-          R: Soy hijo de una actriz, y siempre me he vanagloriado de ello. Ningún conde estará nunca más orgulloso de su condado que yo de proceder de una mujer que, aunque de alta cuna, no dudó en dedicar al drama su breve carrera de genio y de belleza.

-          P: ¿Hasta qué punto marcó su vida la ausencia temprana de sus padres?

-          R: Estoy muy familiarizado con la adversidad, pero la falta de afecto de unos padres ha sido la más dura de las pruebas que he pasado.

-          P: Entonces, ¿se podría decir que guarda una memoria infeliz de su infancia?

-          R: Desde mi más tierna infancia estoy versado en el volumen con tapas de hierro de la desesperanza.

-          P: ¿Cuál es el recuerdo más nítido que le queda de cuando era niño?

-          R: La cosa más horrible que podía imaginar de niño era notar una mano helada sobre el rostro en medio de una estancia completamente oscura, a solas por la noche.

-          P: Sin embargo, a pesar de esa carencia de un hogar donde reinara el cariño de los padres, usted, Mr. Poe, fue capaz de desarrollar unas cualidades tal vez no muy corrientes entre los niños de entonces.

-          R: Creo que Dios me dio una chispa de genio, pero la apagó en la miseria.

-          P: Desde la distancia que marcan los años pasados, ¿cuál cree que fue su pensamiento o sentimiento cuando empezó a escribir?

-          R: El mundo será mi teatro. Debo conquistarlo o morir. Siento dentro de mí algo que me hará realizar sus deseos más elevados. Debo o bien salir vencedor o morir, o bien tener éxito o ser un desgraciado.

-          P: En ese teatro del mundo, ¿qué papel tuvo su relación con su prima Virginia?

-          R: El amor poético juvenil es indiscutiblemente el sentimiento humano que mejor realiza nuestros sueños de celeste y amortiguada voluptuosidad.

-          P: De acuerdo en esta primera concepción del amor un tanto idealizado, pero ¿sería esa la razón por la que usted, Mr. Poe, decide casarse con alguien mucho más joven?

-          R: Yo me casé por la felicidad de otra persona, cuando sabía que no había ninguna posibilidad de la mía propia.

-          P: Sin embargo, usted llegó a amarla de verdad.

-          R: En cada ataque que padecía, yo la amaba aún más y me agarraba a su vida con una pertinacia desesperada. Pero entonces enloquecía, con largos intervalos de una clarividencia terrible. Cuando me daban estos accesos de locura, me ponía a beber. Sólo Dios sabe cuánto y cuántas veces.

-          P: ¿Era consciente de que ese camino sólo le llevaría a la autodestrucción?

-          R: No hay en la naturaleza pasión de una impaciencia tan demoníaca como la del que, estremecido al borde de un precipicio, piensa arrojarse en él.

-          P: ¿Amaba usted más a Virginia por la certeza de su ausencia, de su muerte?

-          R: Yo no podía amar si la Muerte no mezclaba su aliento con el de la Belleza.

-          P: Este verso me lleva a preguntarle por el sentido de su poesía.

-          R: Soy poeta, si una profunda adoración a toda belleza puede convertirme en tal.

-          P: ¿El poema motivado por la inspiración de la belleza?

-          R: La obra debe avanzar paso a paso hacia su conclusión con la precisión y rígida consecuencia de un problema matemático. Entonces, la muerte de una mujer hermosa es, sin duda, el asunto más poético del mundo.

-          P: ¿Cómo se conjuga, entonces, la frialdad de una resolución matemática con la emoción a la que nos lleva la belleza?

-          R: Un poema se opone a una obra de ciencia en cuanto que tiene como objetivo inmediato el placer, no la verdad.

-          P: Estaría más cerca de la música.

-          R: La poesía no se preocupa por sensaciones indefinidas, a cuyo fin la música es esencial, pues la comprensión del sonido dulce es nuestra concepción más indefinida.

-          P: En sus cuentos parece que también pretende desplegar sus concepciones poéticas.

-          R: El orden sumo del intelecto imaginativo siempre es prioritariamente matemático.

-          P: Precisamente la fantasía y la imaginación han caracterizado su obra.

-          R: Los ingeniosos poseen siempre mucha fantasía mientras que el hombre verdaderamente imaginativo es siempre un analista.

-          P: Ese alarde imaginativo le llevó al éxito.

-          R: Los relatos de mayor éxito contenían lo absurdo rayano en lo grotesco, lo aprensivo coloreado con lo horrible, lo ingenioso exagerado hasta lo burlesco, lo singular revestido de lo extraño y lo místico. Podría decirse que todo esto es de mal gusto.

-          P: Y el mal gusto parecía atraer al público.

-          R: Para ser apreciado es esencial ser leído.

-          P: Más que el simple aprecio, usted, Mr. Poe, llegó a alcanzar la fama

-          R: Nadie vive de verdad si no es famoso.

-          P: ¿La fama como sinónimo de riqueza?

-          R: Mis pasiones siempre fueron mentales. Toda mi existencia ha sido una pura fantasía, en el sentido del más completo desapego de las cosas materiales.

-          P: ¿Cómo se describiría a sí mismo?

-          R: Alto, delgado, de aproximadamente uno setenta y cinco de estatura y bien proporcionado; de tez algo pálida, ojos tristes e inquietos, muestra de cierto nerviosismo, mientras que la boca indica una gran decisión de carácter.

-          P: ¿Ese carácter es el que a menudo le conduce a la arrogancia?

-          R: La displicencia es toda simulada como parte de mi argumentación, de mi plan; como también la indignación con que suelo concluir.

-          P: Por tanto, ¿es todo falso, impostura?

-          R: Mirando desde la cima de una montaña no podemos menos de sentirnos ajenos al mundo. El desconsolado evita las perspectivas lejanas como la peste.

-          P: ¿El desconsuelo porque ya nada ni nadie puede ser alivio para su sufrimiento?

-          R: No sufrir nunca sería no haber sido nunca dichoso.

-          P: ¿Y en el futuro queda aún algún resquicio para la dicha?

-          R: Mi vida futura (que gracias a Dios no durará mucho) deberá transcurrir en medio de la indigencia y la enfermedad. No me quedan energías ni salud.

-          P: ¿Y después de la muerte?

-          R: ¡Toda mi naturaleza absolutamente se rebela ante la idea de que haya algún Ser en el universo superior a mí mismo!

-          P: Entonces, ¿qué hay más allá?

-          R: Es evidente que nos precipitamos hacia cierto conocimiento apasionante, cierto secreto que nunca debemos comunicar y cuyo conocimiento acarrea la destrucción.

-          P: ¿Sería eso la locura?

-          R: Muchas veces he pensado que podía oír perfectamente el sonido de las tinieblas deslizándose por el horizonte.

-          P: ¿Pero qué hay tras la manifestación de la alucinación o el delirio?

-          R: El efecto de nuestras palabras no siempre está de acuerdo con la importancia que tienen para nosotros.

-          P: ¿O algún descubrimiento que nos perturba?

-          R: La mayoría de los descubrimientos más valiosos los debemos a acaecimientos colaterales, incidentales o accidentales.

-          P: ¿Cuando nos perturba el hallazgo de la verdad?

-          R: La verdad es más extraña que cualquier ficción.

-          P: ¿La certeza de saberlo todo?

-          R: Saberlo todo sería la maldición del demonio.

-          P: Para concluir, Mr. Poe, ¿por qué la locura a menudo se expresa en estruendosas carcajadas?

-          R: Por la alegría.

-          P: ¿La alegría?

-          R: Los muertos se interesan en la alegría de los que van a morir. Que Dios se apiade de mi pobre alma.


Imaginemos que al subir por las escaleras que llevan a la calle, en la oscuridad de la noche nos cruzamos con los ojos chispeantes, la fugaz sombra de un gato negro.


(Nota: Las respuestas de E.A. Poe son expresiones literales vertidas por su pluma en diferentes cartas, artículos, cuentos y poesías)

(Publicado en la revista Platero. Nº 182 - Septiembre-Octubre de 2011)

miércoles, 29 de agosto de 2012

Un lugar en el sol

Cartel original de "Un lugar en el sol"
 
 
Montgmery Clift a Elizabeth Taylor: "Ámame sólo mientras estemos juntos. Después, olvídame"
 
("Un lugar en el sol" (1951). Director: George Stevens. Guión: Michael Wilson, Harry Brown. Basada en la novela "Una tragedia americana", de Theodore Dreiser)

sábado, 25 de agosto de 2012

El arte de inventar historias



CUENTOS DEL GENIO DE LA FANTASÍA
GIANNI RODARI
Editorial La Galera. Barcelona, 2011
650 páginas


            En el prefacio de su célebre “Gramática de la fantasía”, Gianni Rodari cita una frase de Novalis (“Si tuviésemos una Fantástica como hay una Lógica, se habría descubierto el arte de inventar”) para ilustrar el propósito que le llevó a escribir ese libro. Pero lejos de pretender elaborar una teoría sobre la imaginación y la invención, Rodari propone en esa obra algunas ideas (el binomio fantástico, los sinsentidos, las fábulas al revés, qué pasaría si…) que nos faciliten la creación de historias para niños y que también puedan servir para ayudar a los niños a inventar sus propias historias.

            Aquellos recursos, que tan útiles han sido para los maestros y los padres preocupados por potenciar la imaginación y la creatividad de los pequeños, los fue desarrollando el mismo Rodari en su extensa producción de cuentos, fábulas, novelas y poesías. Ejemplo de ello son las obras reunidas en el volumen “Cuentos del genio de la fantasía”, que acaba de publicar en España la editorial La Galera.

            Se incluyen en esta recopilación “Los viajes de Juanito Pierdedías” (relato en forma de verso de los extraños lugares que visita el protagonista), “El libro de los por qué” (serie de respuestas entre reales e inventadas, pero siempre ingeniosas y divertidas que el autor da –en prosa o en verso- a las preguntas que le hacen los niños), “Cuentos largos como una sonrisa” (cincuenta y tres cuentos breves que duran el tiempo justo para que aparezca en el lector una sonrisa), “Atalanta” (adaptación de algunos episodios de la mitología, donde aparecen Diana, Teseo, Medea, Hércules y otros personajes que acercan a los jóvenes lectores la literatura clásica griega), “Gelsomino en el país de los mentirosos” (novela que relata cómo Gelsomino, por culpa de la fuerza de su voz, se ve obligado a viajar al país de las mentiras) y “Las aventuras de Cebolleta” (novela que cuenta las divertidas peripecias del protagonista al encontrarse con otros personajes tan pintorescos como él: don Tomate, don Calabacín, el profesor Pera, etc.)

En todos estos cuentos, Rodari despliega todas las cualidades que le convirtieron en el creador de la llamada “fantasía crítica”: la imaginación -expresada a través de un lenguaje lúdico- destinada a inventar historias divertidas que a la vez contribuyen al despertar de la conciencia crítica de los más pequeños. Las ilustraciones de Gustavo Roldán reflejan con acierto el disparatado humor de los textos.

 (Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 25 de agosto de 2012)

miércoles, 22 de agosto de 2012

De repente, el último verano

Cartel original de "De repente, el último verano"


- Montgomery Clift: "Me preocupa que a la gente se le quite las ganas de llorar"

- Elizabeth Taylor: "¿No es eso el amor: utilizar a las personas?"
- M. Clift: "¿Y no es eso el odio: no utilizarlas?"

- E. Taylor: "El sol había quemado todo el aire"

- E. Taylor: "Todos somos niños en un jardín de infancia intentando deletrear la palabra Dios con letras equivocadas"

- E. Taylor: "La verdad está en el fondo de un pozo sin fondo"
 
("De repente, el último verano" (1959), de Joseph. L. Mankiewicz. Guión de Tennessee Williams y Gore Vidal)
 


miércoles, 1 de agosto de 2012

Recordar lo imaginado





SAL DULCE

José Ángel Ordiz
Editorial Quadrivium. Girona, 2012
398 páginas


            Es posible que la llamada autoficción, para ir más allá de lo que habitualmente pretende ser una mera autobiografía novelada, deba servirse de la ironía para distanciarse del contenido de lo narrado. De ahí que para obtener el marchamo de ese género literario tan frecuentado en la actualidad, el autor no tenga más remedio que concebirse a sí mismo como personaje, es decir, poner todo el empeño en crearse a través de máscara interpuesta, y no limitarse tan sólo a trasladar fielmente al papel sus pasadas vivencias en el mundo real. Este distanciamiento es logrado de forma magistral por José Ángel Ordiz (San Martín del Rey Aurelio, 1955) en su última novela “Sal dulce” (Editorial Quadrivium, 2012), pues su escepticismo irónico no se limita a la invención –tan habitual en tantas “autoficciones” del momento- de un personaje que lleve su mismo nombre asociado a las propias características físicas, sino que, forzando una nueva vuelta de tuerca, su identidad se desdobla en otro que cuenta con un itinerario biográfico compartido con el autor. Sin embargo, lejos de centrarse en la personalidad dual de un Dr. Jekyll y Mr. Hyde –logro sin duda fácil de conseguir para un profesor de química como Ordiz-, la trama se abre a una variedad de personajes que irán urdiendo con hilos a menudo agridulces la diversa y compleja red que entrelaza sus vidas.  

            Ordiz compone su novela con la fórmula que suele ser habitual en el resto de su obra, en la que los aspectos formales cobran una especial importancia: la concepción del espacio –Asturias- no sólo como territorio o mero escenario de la trama, sino como un personaje más con el que debe relacionarse el resto; el tiempo enroscándose sobre sí mismo circularmente, a la manera proustiana; la continua fragmentación de la historia que, sin embargo, no impide perder la unidad del hilo narrativo; los cambios de puntos de vista, de voces que fuerzan al lector a variar su ubicación ante lo narrado; los diálogos, que parecen transcritos literalmente por el oído atento del escritor y que por sí solos hacen avanzar la trama como si se tratara de una obra dramática; la capacidad de los personajes para pegarse a la realidad de la vida, es decir, al artificio de una ficción que pueda hacer verosímil su condición de seres de carne y hueso; el humor como contrapunto necesario para que el pesimismo vital se compadezca con una especie de existencia burlesca. Es la “sal dulce” a la que alude el título, el dolor que añadimos a las heridas que nunca cicatrizan, sobre todo las causadas por los amores perdidos o contrariados o no satisfechos, pero también el alivio que a menudo nos trae el recuerdo amable de los momentos felices, aquellos que procuramos siempre alimentar en la memoria.  

De esta forma, José Ángel Ordiz  -galardonado con el Premio de la Crítica de Asturias en 2009 y 2010- ha logrado una ambiciosa novela que culmina el empeño iniciado con otras obras (“Mujer te doy” (2009), “Las luces del puerto” (2010), “En aquel tiempo” (2010)) y en la que, posiblemente con el pretexto de ajustar cuentas consigo mismo, no hace otra cosa que inventar la vida, es decir, recordar lo imaginado en un ejercicio de madurez que sólo se puede llevar a cabo después de haber vivido lo escrito y escrito lo vivido los 53 años que, según el autor, ha tardado en escribirla.  

http://www.escritoresdeasturias.es/literarias/resenas/recordar-lo-imaginado-sal-dulce-de-jose-angel-ordiz-por-marcelo-matas-de-alvaro-01082012-.html?hemeroteca=true&pag=5

(Publicado en la revista digital Literarias. 1 de agosto de 2012)