Cuentos completos
Dylan Thomas
Nórdica, 2022
Seguramente, Dylan Thomas
(1914-1953) sea el paradigma, junto a otros autores que se nos vienen enseguida
a la cabeza, del escritor que envuelve su vida y su obra en esa nebulosa
leyenda que a menudo despierta en los lectores un raro sentimiento de
fascinación y sospecha. Una biografía en la que su inicial cuestionamiento de
la autoridad académica, sus sucesivos trabajos como periodista, guionista radiofónico
y cinematográfico, su singular talento como orador y bardo, sus continuos
apuros económicos, su caída en el alcoholismo y las oscuras circunstancias que
rodearon su muerte -junto a sus célebres últimas palabras que dicen que dijo-,
contribuyen a alimentar esa suerte de heterodoxia de la que también es deudora
su obra.
Así, tanto sus poemas como sus relatos reunidos por primera
vez en castellano en esta espléndida edición de Cuentos Completos (Nórdica,
2022), comparten esa misma cualidad transgresora, donde el lenguaje no es sólo
un medio para expresar el pensamiento y las emociones del escritor, su agitada
existencia o la trama de una historia, sino, más aún, el vehículo que sirve por
sí mismo para desvelar nuestro mundo poblado de sombras. Es la propia belleza
de las palabras que de forma milagrosa consiguen juntarse (“la carne de la voz
de trueno”; “escarcha oscura como la muerte florecida”), la que inquieta al
lector en los relatos iniciales de Hacia el comienzo, los primeros que
Dylan Thomas escribió en su juventud y que, atravesados por una suerte de
surrealismo lírico, revelan en los textos en prosa toda la fuerza simbólica que
el autor también despliega en su obra poética. Basta adentrarse en los
magníficos cuentos Después de la feria, El árbol, El niño en llamas o
El final del río para sentir ese oscuro aliento de lo inesperado con que
Thomas nos acecha en cada página. El segundo bloque, agrupados bajo el paródico
título joyceano Retrato del artista cachorro, reúne una serie de relatos
sobre su infancia, adolescencia y juventud en su pueblo de Swansea (Gales),
cuentos donde el humor -y seguramente también la imaginación- le sirven a Dylan
Thomas para celebrar ese pasado y, de paso, condenarlo. Como muestra, Una
visita al abuelo, relato en el que se solemniza el misterio de lo
cotidiano. El volumen se completa Con otra piel, conjunto donde también
se incluye una narración autobiográfica, y un Apéndice en el que se
puede leer el cuento Melchor, Gaspar y Baltasar, con las correcciones
que el propio autor hizo en la revisión del manuscrito.
Algunos de los cuentos son
historias escritas originalmente para la radio y la televisión, pero en todos
ellos palpita esa emoción que parece proceder del más allá, de un ámbito donde
las sombras -“este pozo de lujuria furtiva absorto en la polvareda del diablo”-
nos perturban con una prosa deslumbrante, esa que puede condensarse en la
expresión “Todos somos metáforas del ruido de la forma de la forma del ruido”,
desde el mismo inicio de los cuentos –“Dijeron que Rhys Rhys estaba prendiendo
fuego a su bebé”- hasta su desasosegante final –“gritó el niño en llamas y la
colina iluminada replicó en consonancia”. Es obligado resaltar la impecable,
brillante traducción de Miguel Martínez-Lage, así como la lúcida presentación
de Manuel Vicent.