Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

viernes, 3 de marzo de 2023

Veinticinco años de un maestro del cuento

 


La memoria de los crisantemos

José Ignacio García

Castilla Ediciones. Valladolid, 2022



               José Ignacio García (San Sebastián, 1965) celebra sus veinticinco años como narrador con el libro de cuentos La memoria de los crisantemos. Para ello toma como referencia el proyecto Contamos la Navidad (Premio de reconocimiento cultural “La armonía de las Letras”, 2015), del que ha sido fundador, coordinador y participante en sus catorce ediciones. Su larga trayectoria como escritor de cuentos -entre ellos el volumen Entre el porvenir y la nada (Premio Miguel Delibes de Narrativa, 2009)-, impulsor de varias antologías colectivas -la última la celebrada Cuentos pendientes, 43 voces del cuento castellano y leonés del siglo XXI (2021)- y director de la colección Cuentenario Narrativa de Castilla Ediciones avalan las cualidades de este conjunto de cuentos enlazados con el tenue hilo de la Navidad. Y digo tenue porque -digámoslo ya desde el principio- el motivo navideño que de alguna u otra forma aparece en todos los relatos, no es más que una especie de pretexto ambiental -temporal, pero también espacial por lo que tiene de ornamento o atrezo- en unos cuentos que, salvo unos pocos, bien podrían tener como escenario cualquier época del año. 

               En consonancia con el aniversario que se celebra, La memoria de los crisantemos (Castilla Ediciones, 2022) reúne veinticinco cuentos de muy diversa factura, de manera que la heterogeneidad de temas y la variedad de los recursos narrativos no hacen más que enriquecer el conjunto. Así, nos encontramos en La vecina del pezón tímido -primer título de la serie- con la misteriosa sensación de que la pasión vivida entre las paredes de una casa persiste en otros cuerpos que posteriormente la habitan; en Helados en agosto, con la venganza contada desde una mirada infantil cargada de agravios; en Una sonrisa para mis lágrimas, con una poética relación de pérdidas en torno al exilio cubano; en Una sentencia de muerte, segura, con los azares que pueden conducir a un final trágico; en La nevada, con un relato de iniciación en la emocionada noche de los Reyes Magos; en El mendigo elegante, con la necesidad de contar -como en las Mil y una noches- para que un rico endeudado pueda salvar su Navidad; en Ella y él, con una historia de amor y jazz donde ella le devuelve a él por un instante los sueños perdidos; en La memoria de los crisantemos -último relato del libro-, con el homenaje que el propio autor hace a uno de sus escritores más admirados.

En fin, un volumen de cuentos que cuentan más de lo que esta breve reseña sólo puede apuntar, pues en cada uno de ellos se entrelazan historias habitadas por gente corriente que se desenvuelve entre los misterios del amor y la muerte, en una realidad vivida con esa emoción dolorosa o risueña que pueden despertar las pérdidas y los sueños, utilizando -según la ocasión- palabras rescatadas del mundo rural o la sonora cadencia de la prosa cubana, diálogos bien trazados, el punto de vista infantil o la mirada irónica de quien cuenta su propia muerte. Historias de vidas que provocarán en cada lector la sonrisa cómplice o la mueca desdeñosa, donde a menudo las apariencias engañan o el final queda abierto como un libro, proponiendo así un abanico de sugerencias que no hacen más que mostrar una vez más a José Ignacio García como un maestro del cuento.


(Reseña publicada en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés el 3 de marzo de 2023)


 

 

sábado, 4 de febrero de 2023

El paraíso bajo los pies de las madres

 


Mi casa está donde estoy yo

Igiaba Scego

Nórdica, 2023

 


En estos tiempos en los que tanto se habla de la llamada autoficción, subgénero tan celebrado como demuestra la concesión del último Premio Nobel a Annie Ernaux o del Princesa de Asturias de 2021 a Emmanuel Carrère, y tan denostado que hasta estos mismos autores reniegan de la propia existencia de tal categoría, es de agradecer que todavía algún autor se atreva a escribir esa suerte de autobiografía ficcionada que tiende a alejar a ciertos lectores, aquellos que buscando una novela pura y dura no quieren que le den gato por liebre, pero también aquellos a los que les gusta acceder a la verdad verdadera de la vida del escritor que escribe el libro que están leyendo.

El valor de adentrarse en ese terreno tan pantanoso lo ha tenido Igiaba Scego (Roma, 1974), autora italiana que ha querido contar desde la primera persona su propia experiencia y la de su familia como exiliados procedentes de Somalia. En Mi casa está donde estoy yo (Nórdica, 2023. Traducción de Blanca Gago) se sirve de un particular mapa donde va marcando los lugares más personales de su vida en Roma -El Teatro Sistina, El obelisco de Aksum, la Estación Termini, El Trastevere o el Estadio Olímpico-, espacios propicios para trazar episodios de la memoria individual y colectiva: la época del colonialismo italiano bajo la implacable bota de Mussolini, las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, la guerra civil somalí, las costumbres y rituales de su país de origen o las vicisitudes de la llegada de su familia a Italia. A partir de ahí Igiaba Scego -autora de cuentos, artículos y novelas aún inéditas en español- relata la historia de su familia estrechamente relacionada con los acontecimientos que les tocó vivir, lo cual le sirve al lector para conocer de primera mano ciertos aspectos del colonialismo y de la realidad africana que habitualmente son silenciados en la literatura occidental. Y este es el mérito de este ensayo autobiográfico o autoficción o novela o como lo queramos llamar, el de utilizar los mecanismos de la “literatura del yo”, partiendo de la propia experiencia reelaborada con los artefactos de la ficción, para mostrar un conocimiento individual que también es colectivo. Así, haciéndose eco de la memoria personal y familiar-por definición siempre fragmentada e imprecisa- de sus primeros veinte años de vida, Igiaba Scego nos transmite el “caos somalí que la sacudió de niña” y los cambios que se produjeron en Italia en el último cuarto del siglo XX, acontecimientos que contribuirán a la construcción de esa extraña identidad –“Soy italiana y a la vez no lo soy. Soy somalí y, a la vez, no lo soy”-, dilema al que la autora sólo puede responder contando su propia historia, aquella que en este libro se sustenta en el dicho musulmán según el cual “el paraíso se encuentra bajo los pies de las madres”.



(Reseña publicada en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 4 de febrero de 2023)

viernes, 27 de enero de 2023

La belleza de lo misterioso

 Solo triste de oboe

Yolanda Izard

Castilla Ediciones. Valladolid, 2022



Es de común acuerdo que todo escritor que se precie de serlo, aspira a ser dueño de un estilo que cualquier lector pueda reconocerle como propio, claramente distinguible de la prosa funcional -o funcionarial- que más se suele celebrar en la literatura de escaparate. La mayoría de estos escritores se conforma -y no es poco- con que el estilo que los defina se ciña a meras cuestiones formales, de manera que investigan dentro de las posibilidades lingüísticas, estructurales, espaciales o temporales del texto, pero algunos -los más osados- procuran hacerse con un mundo personal, un territorio lo suficientemente acotado y ancho que en último término sea capaz de suscitar un planteamiento moral. Yolanda Izard (Béjar, Salamanca), autora que ha cultivado con buena fortuna diferentes géneros literarios, pertenece a ese privilegiado grupo de escritores que pueden presumir de haber creado un espacio propio, no sólo caracterizado por algunos atrevimientos formales, sino más aún habitado por ciertos fantasmas de los que, al convocarlos, parece querer desprenderse. Desde la novela (Paisajes para evitar la noche, 2003; La mirada atenta, 2003; La hora del sosiego, 2021) a la poesía (entre otros Lumbre y ceniza, 2019, finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León), pasando por la minificción o microrrelato (Zambullidas, 2017), hasta el conjunto de relatos que nos presenta ahora (Solo triste de oboe, Castilla Ediciones, 2022), Izard continúa adentrándose en el enigmático universo de la infancia y de los vínculos familiares.

En los 32 cuentos que componen el volumen, la autora explora esa “conciencia arrebatada por el misterio” -explicitada en Cantar, último relato de la serie-, cruzando una y otra vez la delgada línea entre lo real y lo imaginado, entre el suelo firme de los rituales establecidos y la gravitación por lo fragmentado o huido, entre lo cercano a menudo inaccesible y un más allá que puede tocarse con los dedos, entre el artificio del tiempo presente y la verdad de las ilusiones perdidas, entre esa doble fragilidad, en fin, que se produce tanto en la vida como en la muerte. Una aparente paradoja –“Quizá es mortal la misma muerte”, se dice también en Cantar- que se sustenta en una poética trazada con los delgados pero firmes hilos de la imaginación, tan característicos de la obra literaria de Izard. Hilos que parecen hilvanar -por medio de una prosa aderezada con ciertas dosis de lirismo- sueños quebradizos antes de que se pierdan definitivamente en el olvido y ya nunca sea posible esa suspensión de la emoción que produce la lectura de este magnífico, a menudo perturbador, libro de cuentos. Un desasosiego que recoge la estela de Poe o Cortázar –“En el fondo, el cuento es la pesquisa” (cita de Cortázar en el relato Habitación propia)- para continuar indagando, desde las sombras, en la extraña belleza de lo misterioso.


Reseña publicada en el suplemento La sombra del ciprés de El Norte de Castilla. 27 de enero de 2023

jueves, 29 de diciembre de 2022

Camino llano, tropezones y barrancos

Último número de la revista Clarín


 En el número 162 de la revista Clarín -el último de su larga andadura de 26 años- tengo el honor de participar con un artículo sobre la obra "Cervantes", de Santiago Muñoz Machado (director de la RAE). Me siento muy agradecido por haberme acogido en algunas ocasiones entre sus páginas y muy apenado por haber llegado a su fin una revista que, sin duda, ya forma parte de la historia de las publicaciones culturales.


CAMINO LLANO, TROPEZONES Y BARRANCOS

Cervantes

Santiago Muñoz Machado

Crítica. Barcelona, 2022

               Seguramente atendiendo a “que jamás la glosa podía llegar al texto, y que muchas o las más veces iba la glosa fuera de la intención y propósito de lo que pedía lo que se glosaba” (Quijote, II, 18), se ha producido a lo largo de cuatro siglos una ingente cantidad de ensayos, biografías, artículos, congresos, etc., en torno a Cervantes y el Quijote, llegando a ser -tal vez junto a Shakespeare- el autor y la obra que más se han escudriñado por arriba y por abajo, de frente y de soslayo. De ahí que la primera pregunta que suscita este voluminoso libro es si en verdad era necesario haberlo escrito, si después de todo lo publicado sobre el Manco de Lepanto y su magna obra aún quedaba algo nuevo por decir. De entrada, lo abultado de la empresa que se propuso Santiago Muñoz Machado no deja de causar admiración, pues, como adelanta en el prólogo, “preparar una obra que recorriese la vida, la obra, la sociedad y la política de los tiempos de Cervantes (…) de manera sistemática (…) [y añadiendo] perspectivas nuevas” (pág. 13), es de tal magnitud que sólo podría acometerla, en sus famosos desvaríos, el mismo ingenioso hidalgo de la Mancha.

               Dividida en 11 capítulos, un apartado de notas a cada uno de ellos (incluidos al final del volumen), una extensa bibliografía (más de 200 páginas) y un índice de los nombres aparecidos en el texto, el corpus de la obra se centra en recorrer las aportaciones que, desde diferentes ámbitos, se han ido dando a la figura y la obra de Cervantes, con especial atención al Quijote. Así, este libro del director de la Real Academia Española puede entenderse como una recopilación de las contribuciones más relevantes, desde las aproximaciones a la biografía del autor alcalaíno (en el primer capítulo titulado “Una vida azarosa y novelesca”), donde se traen a colación tanto las dificultades para la documentación de una vida tan aventurada como las aportaciones de las nuevas investigaciones, hasta los comentarios y críticas para “La creación del mito del Quijote” (Cap. II), los análisis “en busca de su significado profundo” (Cap. IV), “La cuestión de las fuentes literarias de las obras cervantinas” (Cap. V) o “La presencia de la literatura popular y folclórica en la obra de Cervantes” (Cap. VI). Seguramente por tratar de asuntos en los que, por formación y dedicación profesional, Muñoz Machado se muestra más competente, son de especial interés los capítulos finales del libro: “Política y sociedad en la España de Cervantes” (Cap. VII); “La controvertida cuestión del pensamiento religioso de Cervantes” (Cap. VIII), donde se desarrolla ampliamente la influencia del erasmismo en el autor del Quijote; “Matrimonio y relaciones de pareja” (Cap. IX), con una extensa referencia a la reforma del matrimonio en el Concilio de Trento; “Magia, hechicería y brujería” (Cap. X), centrada en la importancia de los encantamientos en la literatura de Cervantes y su relación con los postulados de la Inquisición; “El viejo y buen derecho” (Cap. XI), donde el director de la RAE despliega sus vastos conocimientos como jurista.

Y es precisamente ese empeño que Muñoz Machado ha puesto en recoger las aportaciones que se han ido realizando a la figura y obra de Cervantes, donde están su grandeza y su debilidad. Así, la magnitud de la obra se ve recompensada por el buen logro con que el autor culmina ese esfuerzo, de manera que ha conseguido hacer una provechosa síntesis de los diferentes estudios, contribuciones, lagunas, disensos y consensos sobre cada punto tratado. Pero, igualmente, la obra se ve lastrada por eso mismo, por limitarse en la mayoría de las ocasiones a compendiar lo ya dicho sin hacer aportaciones de calado, de manera que seguramente el alcance del libro será menor para la abultada nómina de estudiosos cervantinos, aunque sí pueda ser muy fructífera, como estimable material de divulgación, para los meros aficionados al autor alcalaíno y sus obras.

Lejos de la quimérica osadía de valorar en profundidad el contenido de tan vasta obra, pues “el que busca lo imposible, es justo que lo posible se le niegue” (Quijote, I, 33), no dejaremos pasar la ocasión para puntualizar y, en su caso, comentar algunos descuidos, faltas u omisiones del texto. De la misma forma que “no hay libro tan malo que no tenga algo bueno” (dicho que se atribuye a Plinio el Viejo y que retoma el bachiller Sansón Carrasco en Quijote, II, 3), también podría decirse que no hay libro tan bueno que no tenga algo malo, como es el caso que nos ocupa.

               Ateniéndonos a los aspectos formales, son varias las ocasiones en que se repiten fragmentos escritos anteriormente. Así, en la pág. 169 se vuelve a leer lo que se ha leído ya dos párrafos más arriba: “se habían tenido presentes la primera edición hecha en Madrid por Juan de la Cuesta el año de 1605 y la segunda hecha también en Madrid por el mismo impresor, año de 1608” (entrecomillado las dos veces también en el original), irónico desliz por venir encabezado el párrafo con la frase (aludiendo a la edición de 1780 de la Academia): “Tanto las erratas como los descuidos y equivocaciones fueron corregidos con esmero”. En la pág. 238 se inserta -con un cuerpo menor de letra- una cita de Mayans que se repite parcialmente un párrafo más abajo -con la tipología estándar del texto principal-: “toda la obra es una sátira, la más feliz que hasta ahora se ha escrito contra todo género de gentes”. En la nota 94 del cap. IV (pág. 676) se repite la misma frase que ya había aparecido en la pág. 289: “Sus investigaciones no se refieren directamente al Quijote, pero han sido sus seguidores los que han hecho una amplia utilización de ellas. Su libro más importante es La cultura popular durante la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais”. Por tanto, es una nota prescindible, ya que no aclara ni añade nada a lo que previamente se ha comentado en el capítulo correspondiente de la obra. En la pág. 68 reaparece la idea que ya se había expresado en la 47, variando, curiosamente, la literalidad de la referencia: “Aunque algún ardoroso defensor de la candidatura de Consuegra había añadido, al margen de la inscripción, con letra más moderna, la frase “El Autor de don Quijote”, se desestimó pronto que pudiera ser tal” (pág. 68). “llevaba al margen una nota que decía “el autor de los Quijotes” (pág. 47). En la nota 19 (pág. 632) del cap. I se repite en el segundo párrafo la misma frase que ya se había escrito en el primero: “Editadas en 1613 por Juan de la Cuesta con el título Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes Saavedra, dirigido a don Pedro Fernández de Castro, Conde de Lemos, de Andrade y de Villalua, Marqués de Sarriá…” (pág. 633). Todos estos errores bien pudieran considerarse como deslices de la edición o despistes de un corrector poco atento, igual que ocurre al fechar la muerte de Felipe II en 1998, en lugar de 1598 (pág. 371).

               Más significativas son las repeticiones de palabras, de manera que no sólo hiere los ojos y los oídos del lector la consiguiente cacofonía del texto, sino que pueden damnificar su propia sintaxis al correr el riesgo de incurrir en algún error gramatical: “en días señalados por el dolor que causó el prematuro fallecimiento, por una terrible enfermedad, de don Vicente de los Ríos” (pág. 172); “antes de examinar la contribución de Francisco Rodríguez Marín, por razones puramente cronológicas, pero anticipado que Hartzenbusch nunca publicó un Quijote comentado, pero fueron tantas las notas que preparó para mejorar las ediciones anteriores del Quijote…” (pág. 195); “auspiciados por el rey Felipe II, que había dejado en manos del Santo Oficio la lucha contra las herejías, que tanto preocuparon tanto a su padre como a él” (pág. 459); “Pero Erasmo nunca escribió en lengua vulgar, aunque expresó su entusiasmo por el habla popular, aunque refiriéndose a la antigüedad” (pág. 679) (Los subrayados son nuestros).

               Además de estos aspectos formales, sorprende que en el capítulo I -“Una vida azarosa y novelesca”- dedicado a recorrer las múltiples aproximaciones biográficas a la figura de Cervantes, Muñoz Machado no haga referencia -aunque sí la recoge en la voluminosa bibliografía- a la que escribió Manuel Fernández Álvarez (“Cervantes visto por un historiador”, 2005), máxime cuando en el prólogo el director de la RAE afirma que “Son abundantes e inmejorables las biografías publicadas e incontables los análisis de la obra del gran escritor, pero es bastante menos habitual que ambas cosas se analicen también encuadrándolas en la sociedad de su tiempo” (pág. 11). Ese es precisamente el mérito de la biografía de Fernández Álvarez, relacionar la vida de Cervantes con el contexto histórico y político que le tocó vivir, considerando además la relevancia del autor, reconocido en el mundo académico como especialista en esa época.

               Errores tal vez disculpables en un libro tan voluminoso, plagado de datos, citas y referencias, pero algunos muy relevantes si tenemos en cuenta que el autor es el actual director de la RAE. Con todo, el más grave es la equiparación de narrador y autor cuando afirma al inicio del primer capítulo: “Para aproximarme a la autobiografía cervantina del modo más seguro, sólo tomaré de su obra los elementos que claramente no son ficcionales, es decir, los que están en las dedicatorias y prólogos o cuando el narrador es Cervantes, y no un personaje de ficción, y se refiere con claridad a su historia personal. Por ejemplo, cuando, actuando como narrador, dice en el capítulo IX de la primera parte del Quijote: “yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos en las calles”. Pero no cuando construye párrafos, poemas o desarrolla relatos que, evidentemente, conciernen a situaciones vividas por él, pero que ha transformado de manera literaria” (pág. 17) (Los subrayados son nuestros). Sin embargo, está claro que nunca deben confundirse el autor y el narrador de una obra literaria. El autor es la persona que escribe (crea, idea, concibe, inventa, imagina, discurre…) una historia, y el narrador es un ser ficticio que ha creado el autor para contar (referir, narrar, relatar…) esa misma historia. Ya lo dijo de forma categórica Mario Vargas Llosa (también miembro de la RAE) en su libro Cartas a un joven novelista (1997):

“Conviene disipar un malentendido muy frecuente que consiste en identificar al narrador, quien cuenta la historia, con el autor, el que la escribe. Éste es un gravísimo error, que cometen incluso algunos novelistas, que, por haber decidido narrar sus historias en primera persona y utilizando deliberadamente su propia biografía como tema, creen ser los narradores de sus ficciones. Se equivocan. Un narrador es un ser hecho de palabras, no de carne y hueso como suelen ser los autores; aquél vive sólo en función de la novela que cuenta y mientras la cuenta (los confines de la ficción son los de su existencia), en tanto que el autor tiene una vida más rica y diversa, que antecede y sigue a la escritura de esa novela, y ni siquiera mientras la está escribiendo absorbe totalmente su vivir. El narrador es siempre un personaje inventado, un ser de ficción, al igual que los otros, aquellos a los que él “cuenta”, pero más importante que ellos, pues de la manera como actúa -mostrándose u ocultándose, demorándose o precipitándose, siendo explícito o elusivo, gárrulo o sobrio, juguetón o serio- depende que éstos nos persuadan de su verdad o nos disuadan de ella y nos parezcan títeres o caricaturas. La conduta del narrador es determinante para la coherencia interna de una historia, la que, a su vez, es factor esencial de su poder persuasivo” (52-53). 

Por ello, es incorrecto atribuir a Miguel de Cervantes -que consta como autor en la portada del Quijote- el papel de narrador, a pesar de haber concebido la irónica argucia de tenerse sólo como “padrastro de don Quijote” (Quijote, I, Prólogo) y conceder a un “historiador arábigo” –“Cuenta Cide Hamete Benengeli…” (Quijote, II, 1)- la verdadera autoría de la historia, texto que un morisco traducirá al “vulgar castellano, para universal entretenimiento de las gentes” (Quijote, II, 3), y que será plasmado en el libro “del mesmo modo que aquí se refiere” (Quijote, II, 9). Cervantes inicia, pues, esta “conquista de la ironía” (título de una biografía de Cervantes escrita por Jordi Gracia, 2016) creando un narrador que, a su vez, inventa en el texto un autor -“Dice el que tradujo esta grande historia del original de la que escribió su primer autor Cide Hamete Benengeli…” (Quijote, II, 24); “Digo que dicen que dejó el autor escrito que los había comparado en la amistad…” (Quijote, II, 12)- o autores –“que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben” (Quijote, I, 1); ”Bien es verdad que el segundo autor de esta historia” (Quijote, I, 18)-, otorgándole incluso ese rasgo o privilegio de “autoridad” al propio traductor del manuscrito hallado en el Alcaná de Toledo -“Aquí pinta el autor todas las circunstancias de la casa de don Diego, pintándonos en ellas lo que contiene una casa de un caballero labrador y rico; pero al traductor desta historia le pareció pasar esta y otras semejantes menudencias en silencio, porque no venían bien con el propósito principal de la historia” (Quijote, II, 18)-. Así es como en el texto surge una proliferación de voces narrativas, creando un deliberado equívoco sobre la identidad de los narradores y traductores de esta “verdadera historia”, derivadas todas ellas del agudo, original y alto ingenio de su único y legítimo autor, Miguel de Cervantes Saavedra.

               En fin, ateniéndonos a que “No hay camino tan llano que no tenga algún tropezón o barranco”, como dice el bueno de Sancho en Quijote II, 13, no nos duelen prendas en resaltar que, a pesar de los errores, descuidos u omisiones señalados, estamos ante una obra de importancia, sobre todo en los capítulos que seguramente han sido menos trillados por los estudiosos cervantinos (“Matrimonio y relaciones de pareja” o “El viejo y buen derecho”) y en los que Muñoz Machado despliega sus amplios conocimientos como catedrático de Derecho. En su haber también puede contar que los yerros encontrados en el texto no sean más que un irónico homenaje a la obra magna de Cervantes, donde las consabidas desatenciones o faltas para nada lastran su cualificación como la mayor novela de la historia de la literatura. 


 


 

 

 




domingo, 18 de diciembre de 2022

Teoría del papel higiénico

 


Marcelo Matas de Álvaro

Cuento publicado en la Revista Estudios Bejaranos, nº XXVI. Diciembre, 2022

 

Ilustración de Daniel Castaño

Como están confinados en sus casas debido al estado de alarma decretado por el Gobierno de la nación, los tertulianos del Casino Obrero de Béjar deciden llevar a cabo de forma virtual la reunión que suelen hacer todos los jueves en el viejo ateneo. Acogidos bajo los proverbiales valores de instrucción, moralidad y recreo, se congregan siempre cinco participantes, número impar por si se da la circunstancia de que deban desempatar en una de las disputas en las que a menudo se encalla la conversación. Pero en la virtualidad del coloquio mediante videoconferencia sólo son cuatro, porque don Primitivo Cano, tan reacio no sólo al uso de las llamadas nuevas tecnologías sino en general renuente a todo lo que pueda asociarse a un progreso que, según él, no sirve más que para deshumanizar al hombre, no ha querido prestarse a una reunión en la que no estuvieran presentes en carne y hueso sus compañeros de tertulia. Los cuatro que se han convocado por medio de sus respectivas pantallas son tres hombres y una mujer, quien no ocupa la plaza por ninguna cuota femenina tan en boga en los últimos tiempos, sino por su consabida habilidad dialéctica, sin duda producto del profundo conocimiento que le otorga ser la Catedrática de Lógica y teoría de la argumentación en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Salamanca. A doña Eulalia Maestro se unen don Restituto Lanzadera, industrial de reconocida probidad y recto proceder, don Pío Buenadicha, antiguo sacerdote de la parroquia de San Juan, quien ha decidido desplegar la bondad de sus virtudes en la vida civil, y don Justo Pérez de la Maza, juez jubilado del partido judicial de Béjar, que ahora se conforma con dictar las sentencias al reducido círculo de sus contertulios.

La actualidad siempre manda y en esta ocasión, con todo el país en estado de alarma por la epidemia del coronavirus, la conversación se ve forzada a transcurrir por los consabidos derroteros de la emergencia sanitaria, el obligado confinamiento, la falta de libertades en las sociedades democráticas, las consecuencias económicas y sociales, las inevitables derivadas políticas, las limitaciones del estado de bienestar, la ingénita vulnerabilidad del ser humano, en fin, por todos los grandes asuntos sobre los que giran las noticias en torno a la pandemia. Pero sin saber cómo, tan doctos tertulianos se ven de pronto abocados a bajar al prosaico terreno de tener que dilucidar las motivaciones, enigmáticas donde las haya, que en esos días llevan a la gente a apropiarse, además de otros productos de primera necesidad, de ingentes cantidades de papel higiénico. Para abordar tal misterio pegado a las pedestres costumbres del pueblo llano, no tienen más remedio que elevar sus razonamientos hasta intentar pergeñar una aproximada teoría del papel higiénico.

-   En mi pueblo se decía en tono jocoso “Embarrado te veas y el agua lejos”. Bueno –se justifica don Restituto-, no se decía precisamente “embarrado”, sino otra palabra más vulgar y próxima a lo que estamos debatiendo. Pero en estos tiempos la gente ya no se limpia con agua después de hacer de cuerpo o tirar de correa, como solía decirse, sino que es de uso generalizado el papel higiénico. Por ello, temiendo largas jornadas de confinamiento, se previene la negra posibilidad de encontrarse embarrado y no encontrar el modo de limpiarse. A este razonamiento, claro está, se le podría llamar Teoría del embarrado.

-   Ateniéndonos a la caracterización semántica -sostiene doña Eulalia-, en la cual se postula que si las premisas son verdaderas, entonces la conclusión también lo es, deberemos establecer como válido el siguiente argumento: El papel higiénico es un bien de primera necesidad; En el confinamiento la gente acapara bienes de primera necesidad; Ergo, La gente acapara papel higiénico en el confinamiento. A ello hay que añadir que la urgencia del aprovisionamiento también tiene que ver con la escasez de la celulosa, lo cual conlleva, ante la previsión, tal vez poco probable pero ciertamente posible, de que se agoten, el deber de abastecerse de productos no caducos. Yo lo llamaría la Teoría de la celulosa.

-   Hablando de celulosa –tercia don Justo-, los chinos, como ocurre con todos los bienes de consumo, son los mayores productores de celulosa del mundo. Tal vez no se puede considerar de iure, pero seguro que sí de facto el hecho de que nos han enviado primero el mal, es decir, el virus, y después el remedio, en este caso el papel higiénico, indispensable para un largo y constreñido período de confinamiento. Esa, como sucede con todas las crisis, es la Teoría de la conspiración.

-   Siguiendo con los chinos –con su habitual voz meliflua concluye don Pío esta primera ronda de intervenciones-, corre por ahí la especie según la cual fueron estos hermanos orientales quienes, debidamente organizados, empezaron a llevarse a raudales el papel higiénico de los supermercados para que el resto de consumidores, movidos por el pánico, los imitaran llenando sus carros compulsivamente. En la Carta a los Filipenses, Capítulo 3, Versículo 17, se dice: Hermanos, sed imitadores míos, y observad a los que andan según el ejemplo que tenéis en nosotros. Es, por tanto, la Teoría de la imitación.

A partir de esa primera aproximación al debate, cada tertuliano va desarrollando, en la pantalla del ordenador cuarteada en partes iguales, los diferentes argumentos para apoyar la teoría que ha postulado. Después de enfrentarse a las diversas explicaciones, premisas y consideraciones y de haber transcurrido el tiempo que habitualmente siempre se conceden para llegar a una conclusión acordada por todos, esta vez los contertulios resuelven que, debido a la imposibilidad de armonizar posturas sobre tales escatologías, el debate se queda ahí, alcanzando tan solo a formular de forma tácita la Teoría de la mera excusa para ir entreteniendo la vida.


Otra versión de este cuento se publicó en el suplemento Culturas de El Comercio La Voz de Avilés el 22 de mayo de 2020

sábado, 10 de diciembre de 2022

La felicidad de leer


Aleluyas para mi perrito Perico

Juan José Lage

Pintar Pintar, 2022



            En el ámbito educativo, a Juan José Lage se le reconoce como experto en bibliotecas escolares y en literatura infantil y juvenil. Su amplia contribución en estas materias es visible en los seis libros que ha publicado al respecto -el último su reciente título Animación a la lectura: diez principios básicos (Laberinto, 2022)- y, sobre todo, por ser el fundador y director de la revista de LIJ Platero, que obtuvo en 2007 el Premio Nacional al Fomento de la Lectura y que continúa en la actualidad distribuyéndose -con periodicidad bimestral- de forma gratuita por los centros escolares de Asturias y por otras instituciones del resto de España. A esta labor divulgadora -plasmada también en artículos e intervenciones en diferentes medios- se une ahora su facultad como poeta, que, lejos de sorprendernos al parecer una faceta apartada de su especialidad, nos reafirma más en su compromiso con la animación a la lectura, pues estas “aleluyas” dedicadas a su perrito Perico constituyen, además de un íntimo y tierno homenaje a su mascota y a todos los perros en general, una herramienta para que los pequeños vayan cogiendo el gusto por la lectura. Así, estas sencillas -que no simples- rimas podrán ser recitadas en voz alta por los adultos -o por los propios niños y niñas cuando ya sepan leer- para que disfruten de la sonoridad de las palabras, del ritmo de las frases, de la música que puede encerrar un texto literario. Con ello se cumplirían algunos de los principios que el propio Lage desarrolló en su último libro citado anteriormente: excitar la curiosidad y despertar sensibilidades, crear el hábito de la lectura a edades tempranas, dar importancia de la narración oral y de la lectura literaria, ser ejemplo y modelos de lectores o educar en la libertad y la diversidad. Además de contribuir a que los pequeños lectores se acerquen a la lectura, en el texto se destaca el amor a los animales, la importancia de la adopción, las obligaciones que se deben contraer con las propias mascotas, la necesidad de ser respetuosos en sus cuidados o el recuerdo de algunos perros que aparecen en la literatura. Pero, con todo, lo más atractivo de estos versos es el placer risueño que produce su lectura. Risueño porque -en la línea de su admirada Gloria Fuertes- el lenguaje de los pareados, en los que no se priva de incluir palabras tenidas por malsonantes, destila ese peculiar humor que tanto gusta a los niños. De esa divertida emoción -bien acompañada por las coloridas ilustraciones de María Ortiz- surge la felicidad de que los pequeños se animen a seguir leyendo.

(Publicada en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Asturias. 10 de diciembre de 2022)

 

  

jueves, 1 de diciembre de 2022

Libertad interior y sumisión confortable

 ¡No al totalitarismo!

Boris Cyrulnik

Gedisa, 2022



La biografía personal y profesional de Boris Cyrulnik es la sólida base sobre la que se sustenta este sugerente libro. Como neurólogo, psicoanalista, psiquiatra y etólogo, proporciona todo su bagaje para alumbrar, desde el conocimiento científico, la tesis que desarrolla en este ensayo, aquella que señala la imperiosa necesidad de establecer un vínculo de apego seguro y duradero, constituido en los primeros mil días de la vida del bebé, para emprender el anhelado camino de la “libertad interior”. Como judío que sufrió desde su infancia la persecución que, propugnada por el delirio antisemita, llevó a cabo el totalitarismo nacionalsocialista, aporta su experiencia vital para trazar una plausible visión sobre la “sumisión confortable”. Así, estos dos conceptos –“Libertad interior y sumisión confortable”, con los que se subtitula un libro cuyo título “¡No al totalitarismo!” sería más apropiado, dicho sea de paso, para un encendido panfleto que para un ensayo serio y riguroso como es el caso que nos ocupa- se imbrican desde esa doble perspectiva personal de un autor reconocido por sus pioneros estudios sobre la resiliencia. 

Boris Cyrulnik

Boris Cyrulnik se sirve de la pensadora Hanna Arendt para retomar su idea de la “libertad interior”, esa deseable cualidad que se pierde cuando no se puede comparar ni pensar por uno mismo, y que tendría como consecuencia la “banalización del mal”, controvertido concepto que debe entenderse como el placer del funcionario -personificado en la figura del oficial nazi Adolf Eichmann- para hacer bien el trabajo rutinario que se le ha encomendado, en su caso, limpiar la sociedad alemana de la mancha judía. A este acto aparentemente trivial, desvinculado de sus trágicas consecuencias, conduce de forma inevitable la ausencia de un pensamiento personal que pudiera cuestionar el conjunto de opiniones y creencias obvias que ha ido estableciendo el grupo al que uno pertenece. Es entonces cuando triunfa el dogmatismo, a través de la confluencia de identidades compartidas -personal y grupal- que se han ido construyendo en la interacción de unos afectos despersonalizadores, sometidos a una representación completamente alejada de la realidad. Es la llamada “lógica del delirio o de la sinrazón” (Arendt), que ciega la capacidad de pensamiento al impedir la posibilidad de la duda.

Por tanto, estamos en continuo peligro, pues la necesidad que tenemos de pertenecer a un grupo puede hacernos cómplices de la posible tiranía que, en un momento dado, nos subyugue. Sin embargo, Cyrulnik afirma que contamos con las herramientas para sortear esa amenaza, pues “es en el enunciado sociocultural externo al sujeto donde hay que buscar la fuente tanto del Bien como del Mal”. Para ello hace referencia -a partir de los estudios de Alfred Adler y John Bowlby- a la teoría del apego como un importante factor de protección y socialización que, al establecerse de una forma segura y duradera, contribuiría a desarrollar un relato coherente con los relatos sociales de la comunidad a la que el individuo pertenece. Las tres dimensiones -biológica, afectiva y verbal- que se desarrollan en el período en el que se asienta esa relación de apego, pueden desplegarse de forma óptima o verse vulneradas por algún factor exterior a la mente del sujeto. Así, de la misma forma que un entorno temprano empobrecido -en cualquiera de las dimensiones- favorecerá una falta de autoestima y de fragilidad social que active nuestra necesidad de dependencia, asumiendo, en última instancia, esa suerte de “sumisión confortable”, un ambiente rico biológica, afectiva y verbalmente será el terreno abonado para que florezca esa “libertad interior”, indispensable para alcanzar la deseable independencia social que pueda librarnos del totalitarismo.