Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

sábado, 22 de diciembre de 2012

Los espíritus de la Navidad



CANCIÓN DE NAVIDAD
CHARLES DICKENS
Editorial Anaya. Madrid, 2010
160 páginas

 

            Seguramente lo que se entiende como “el espíritu de la Navidad”, aquel que nos invita en esta época del año a mantener una actitud amable y bondadosa hacia los demás, se lo debamos a Charles Dickens y en particular a esta fábula que publicó en diciembre de 1843. Pero en su “Canción de Navidad” Dickens no habló sólo de un espíritu, sino de tres, de los tres fantasmas que se le aparecen al viejo Ebenezer Scrooge para ponerle literalmente delante de sus ojos las “sombras de las cosas” que han contribuido a que en la actualidad haya logrado poseer no sólo unos sustanciosos beneficios económicos, sino sobre todo ese carácter mezquino y huraño que todo el mundo teme. Así, El espíritu de las navidades pasadas descubre al tacaño Scrooge escenas en las que se ve al pobre niño olvidado que fue, más tarde la felicidad de ser un joven aprendiz en el despacho del amable Fezziwig y el momento en que su prometida se ve obligada a liberarle de su compromiso al darse cuenta de que Ebenezer antepone al amor su decidida querencia por el dinero. El espíritu de la Navidad presente lleva al antipático Scrooge a darse una vuelta por la ciudad, donde puede ver, emergiendo de “una oscura neblina, húmeda y glacial”, la palpitante alegría de la gente, incluso de los más pobres, como el sufrido escribiente de su despacho que, a pesar de las penurias, vive feliz rodeado de su familia. El espíritu de las navidades futuras le enseña en silencio las sombras de las terribles cosas que aún no han ocurrido, pero que sin duda sucederán cuando él haya muerto.

El final de la historia es de sobra conocido para la mayoría de nosotros, pues aunque no se haya leído este cuento de Dickens, forma parte del imaginario con el que se ha ido forjando ese espíritu navideño que, coincidiendo con el cambio de año, nos lleva a detenernos para reflexionar sobre nuestro pasado y, de ahí, la posibilidad de replantearnos nuestra vida para afrontar con mejores propósitos el tiempo venidero.

No hay mejor colofón para acabar de celebrar el “año Dickens” que leer este clásico de la literatura fantástica, lo cual, además de hacernos disfrutar de una lectura en verdad emocionante y divertida, puede ayudarnos a poner más atención en escuchar a los fantasmas que habitan nuestra conciencia.

(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 22 de diciembre de 2012)

martes, 27 de noviembre de 2012

Épica de la derrota



Raúl Castañón del Río
Dorsal 12
Editorial Alfar
Sevilla, 2012
122 páginas

Hubo un tiempo en el que absurdamente se entendía que la afición al fútbol era incompatible con una cierta vocación intelectual. Se pensaba que en una misma persona no podía caber el gusto por un juego que “secuestra” la voluntad de las masas y el individual –y exquisito— quehacer literario, olvidando de esta manera que algunos de los grandes nombres de las letras se habían servido del fútbol como argumento de sus obras. Así, recordamos a Alberti y su famosa “Oda a Platko” (1928) o a Miguel Hernández y su “Elegía al guardameta” (1931). En la actualidad, reconocidos autores como los sudamericanos Fontanarrosa, Mario Benedetti, Eduardo Galeano o Juan Villoro han escrito relatos, poemas o libros enteros con el fútbol como pretexto. De igual forma, los españoles Javier Marías y Manuel Vázquez Montalbán tenían por costumbre –hasta el fallecimiento del escritor catalán— rivalizar con sus plumas las ocasiones en que sus respectivos equipos se enfrentaban en el terreno de juego. Siguiendo la ley natural del péndulo, hay incluso quien afirma que la mejor prosa actual se puede leer en las páginas deportivas de los diarios. Ejemplo de esa “boutade” (que, como a todas, no le falta parte de razón) sería la capacidad para reflexionar sobre el fútbol “como metáfora del azar de la vida” que semanalmente muestra el periodista John Carlin.
Por esa misma línea de juego que han ido trazando estos escritores se desmarca Raúl Castañón del Río con su Dorsal 12. Esquiva las duras zancadillas con las que lectores y críticos trasnochados aún pretenden tumbar a los escritores que osan acercarse al área del deporte rey, y remata con un conjunto de relatos por la misma escuadra donde se unen los palos del fútbol y la vida.
La primera parte del libro lleva como título “Fútbol mundial” y en él se alinean, según mi experiencia como espectador por esos embarrados campos de la literatura, los relatos que mejor combinan las cualidades literarias. Destacan “El círculo socrático”, en el que la muerte prematura del futbolista brasileño Sócrates hace recordar al narrador la coincidencia del mundial del 82 con sus estudios de bachillerato, la época en la que al joven estudiante se le revela cómo el futbolista y el filósofo ateniense del mismo nombre eran los creadores de una escuela, de una forma de juego que pugnaba por “reivindicarse ante el olvido”; “Golondrina de invierno”, que utiliza de forma admirable la perspectiva privilegiada de un misterioso narrador para contar la llegada del uruguayo Jorgito Golondrina Zayas a un club a punto de ahogarse en el mayor de los fracasos; “Secuencias y consecuencias (una fábula de lo inmoral)”, donde los exiguos marcadores de los partidos –sospechosos de ser productos del marketing— hacen desertar a los verdaderos aficionados al fútbol, aquellos que prefieren “honrar la memoria de lo perdido”.
» Raúl Castañón del Río esquiva con su Dorsal 12
las duras zancadillas con que los trasnochados
aún pretenden tumbar a los escritores
que osan acercarse al área del deporte rey.
La segunda parte del libro se juega todo el tiempo en el terreno del Real Oviedo, que –como no deja de recordar Raúl Castañón a todo aficionado que lea este libro- es un campo abonado para el dolor de la derrota, pero más todavía para el orgullo de no desfallecer aun en las horas más amargas. Se titula “Directo al corazón: Real Oviedo”y en sus relatos –repartidos en los capítulos “Honra azul”, “Recreaciones” y “Ascensos y descensos”— hay lugar para los homenajes (al jugador Tensi en “Stardantensi”, a La Pixarra en “San Mateo in blue”, con versión en asturiano); para los largos viajes donde por azar se puede uno encontrar no sólo a un aficionado del Real Oviedo, sino a toda una peña oviedista de seguidores ingleses (“Arribadas de sal”, ganador del Concurso de Relatos de Torrevieja); para el amor que logra poner paz en un momento de tensión entre las dos aficiones rivales asturianas (“Beso original”); para la desolación cuando la derrota lleva al equipo hacia el destierro de las categorías inferiores (“75 años y un día”); para la indignación por las traiciones sufridas en los peores momentos de la historia del club azul (“Ser capaz de no olvidarlo”); y, por supuesto, también para la alegría, para el entusiasmo desbordado el día en que los “angloviedistas” de la Abbey Tavern ayudaron a “derribar” a goles las murallas de Ávila (“De nuevo a la Luna”, con versión en inglés).
Raúl Castañón nos presenta un conjunto de relatos que podrán leer con satisfacción los meros aficionados de los domingos por la tarde, pero que disfrutarán en especial aquellos apasionados por el Real Oviedo que hayan tenido ocasión de haber vivido la agridulce épica de la derrota.

http://www.escritoresdeasturias.es/literarias/resenas/epica-de-la-derrota-dorsal-12-de-raul-castanon-del-rio-por-marcelo-matas-de-alvaro-27112012-.html?hemeroteca=true&pag=4
(Pubicado en a revista digital Literarias. 27 de noviembre de 2012)

viernes, 9 de noviembre de 2012

The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore


Un precioso homenaje a los libros, a esos extraños objetos que, a través de las alas desplagadas de sus páginas, nos transportan a los mundos perdidos de la fantasía. 


The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore

 
 
 
 


sábado, 27 de octubre de 2012

Palabras de seda



LENGUA DE GATO
José A. Ramírez Lozano
Editorial Edelvives. Zaragoza, 2012
102 páginas


            Esta historia bien podría haberla contado Sheherezade al sultán Shahriar en una de las mil y una noches que pasó inventando cuentos para salvar su vida. Como aquellas narraciones, contiene algunos elementos que pueden convertirla en una prodigiosa manera de esquivar la muerte. Con una estructura en la que se van entrelazando episodios de amor, de tragedia, de sabiduría, de poder y de misterio, esta “Lengua de gato” nos traslada en una especie de alfombra mágica a una Estambul intemporal para contarnos algunas de aquellas maravillosas historias que siempre imaginamos que, de forma natural, suceden en el Oriente. Así, no sorprende acudir a la peculiar sabiduría de un gato que trama fábulas con los hilachos de sombras que se enredan en sus uñas; ni a la habilidad de la hermosa Eminé –también nacida del telar- para tejer con palabras de seda extraordinarias alfombras de silencio; ni al lenguaje vacío de las carpas de Yerebatán que, recluidas en la oscuridad de las cisternas, temen a las preguntas porque se asemejan al anzuelo de la muerte; ni al insólito oficio de Turión, el pescador de sombras, que con su negra red captura peces ciegos en las penumbras del mar de la noche; ni a la misteriosa desaparición del sultán en la extraña alfombra tejida por la bella Eminé con los hilos de la oscuridad y el silencio. 

            Al encantamiento que produce esta preciosa historia de José A. Ramírez Lozano –galardonada con todo merecimiento con el Premio Lazarillo 2011 de Creación Literaria- contribuye un lenguaje que también está tejido con los hilos sedosos de las palabras precisas y hermosas, las únicas que son capaces de aventurar la profunda sabiduría de las fábulas. A semejanza del sultán de las mil y una noches, el lector actual –de cualquier edad- querrá que no amanezca o que no se acabe el libro para seguir escuchando la maravillosa voz que vaya postergando la posibilidad de la muerte.

 (Publicado en Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 27 de octubre de 2012)

sábado, 29 de septiembre de 2012

La rana debajo del agua



EL PAPÁ QUE NO SABÍA CONTAR CUENTOS
Pepe Monteserín
Editorial Pintar-Pintar. Oviedo, 2012
32 páginas


            He aquí un cuento que deberían aprenderse de memoria todos los papás que no saben contar cuentos. Vale también para las mamás, abuelos, vecinos, maestros y demás personal que se vea obligado a enfrentarse a tan arriesgada tarea. Contar cuentos parece ser -antes que una habilidad que se pueda aprender sin más- un don, una especie de gracia con la que uno nace, similar al regalo que le hace la naturaleza a cierta gente que cuenta con el difícil arte de saber freír –sin que se le queme- un huevo frito. Así, el papá –el adulto acongojado ante el peligro que debe afrontar cada noche- que no “cuente” con esta dádiva de los dioses, sólo tiene que contarle –leído o aprendido de memoria- a sus pequeños destinatarios este bonito cuento de Pepe Monteserín.

Eso sí, no debe cambiar ni una coma, pues es bien sabido la querencia de los pequeños por las narraciones previsibles, aquellas en las que puedan anticipar no sólo el argumento o el final de la historia, sino la más mínima palabra, expresión o gesto que venga a continuación. Y no se trata de un mero capricho de los niños por las historias contadas una y otra vez de la misma manera, sino de una necesidad vital, pues ya se sabe que en el reconocimiento de lo ya sucedido se va conformando su frágil memoria, lo que de paso les proporciona también la seguridad de poder habitar un mundo estable. En eso precisamente falla el papá del cuento, en no saber hilar la forma indispensable y exacta –Érase una vez…, colorín, colorado…- que entronca con la vieja tradición de los cuentos infantiles. Pero el autor sí lo sabe, de manera que Pepe Monteserín logra mantener la atención de los pequeños no sólo con la introducción de las fórmulas conocidas, sino también a través de la repetición de expresiones o ideas que contribuyen además a crear el ritmo necesario para que poco a poco ese arrullo vaya meciendo a los niños hasta la profundidad de sus sueños. Un cierto lirismo -contenido y doméstico-, pautado con divertidas imágenes en las que de repente podemos asemejarnos a sardinas en lata o a cucharillas acostadas, enseña a los papás que para saber contar cuentos deben abandonar su posición habitual, aquella que recuerda cómo “duermen los puentes colgantes”, para lograr que cada noche en la imaginación de los niños vuelva a sentarse la rana debajo del agua.

La narración oral a la que se presta el texto se debe completar con la visión de las singulares ilustraciones de Miguel Tanco, que iluminan de color esta preciosa edición, marca de la casa de la editorial asturiana Pintar-Pintar.


(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 29 de septiembre de 2012)

viernes, 28 de septiembre de 2012

Hipatia, hija de Teón


     Hubo en Alejandría una mujer llamada Hipatia, hija del filósofo Teón, que alcanzó tales logros en la literatura y en la ciencia que llegó a aventajar a los demás filósofos de su tiempo. Admitida en la escuela de Platón y Plotino, explicaba los principios de la filosofía a quienes la escuchaban, algunos de los cuales acudían desde grandes distancias para recibir sus enseñanzas. Gracias a la serenidad y a la desenvoltura que había adquirido con el cultivo de su espíritu, no era infrecuente verla en público en compañía de los magistrados, y jamás se sentía insegura en una asamblea de hombres, pues ella era entre todos la más estimada por su dignidad y su virtud. Pero aun así, fue víctima de las envidias políticas de aquel momento. Dadas sus frecuentes entrevistas con el prefecto Orestes, el populacho cristiano propaló la calumnia de que era ella quien impedía a Orestes la reconciliación con el obispo. Así pues, algunos de aquéllos, impelidos por un celo fanático y brutal y capitaneados por cierto lector de nombre Pedro, la aguardaron emboscados a su regreso a casa y, tras sacarla con violencia de su carruaje, la condujeron hasta la iglesia del Cesáreo, donde la desnudaron por completo y la mataron cortándole las carnes con conchas. Después de despiezar su cuerpo, llevaron sus miembros mutilados al lugar conocido como Cinarón y allí los quemaron. Este asunto atrajo el mayor oprobio, no sólo sobre Cirilo, sino también toda la Iglesia de Alejandría. Y es seguro que nada puede estar más alejado del espíritu de la cristiandad que la permisividad con este tipo de masacres, contiendas y refriegas. Todo esto sucedió durante el mes de marzo, en tiempo de Pascua, en el cuarto año del episcopado de Cirilo, en el décimo consulado de Honorio y el sexto de Teodosio.”

(Sócrates – Historia Eclesiástica)
 
 
(Cita extraía de Pedro Olalla: "Historia menor de Grecia". Ed. Acantilado. Barcelona, 2012. pág. 167)

martes, 11 de septiembre de 2012

La trilogía de Nueva York - Paul Auster




            Leer a Paul Auster es adentrarse, introducirse de lleno en un intrincado mundo de laberintos y espejos, de vigilancias y persecuciones, de oscuridad, de mirada y misterio. Un mundo construido de palabras -¡cómo si no, tratándose de una obra literaria!-, pero de palabras pensadas, creadas y dichas para ser nuevas. Así, la aparente trama narrativa donde los espías, los detectives, las duras calles de la ciudad son piezas necesarias para plantear y resolver un misterio, se transforma –con este sabor nuevo del lenguaje- en la narración narrada de sí misma, el cuento que cuenta el continuo –interminable- cuento del hombre, de todos los hombres. Es el detective –somos el detective- que se paga a sí mismo para espiarse en el espejo de otro. Es la búsqueda –a través de las calles solitarias que habitamos, que nos habitan- de nuestra identidad, siempre huída o diluida u oscurecida, porque, en última instancia, al alcanzarnos e intentar atraparnos, siempre nos pillamos de espaldas, por la espalda y en los callejones de la noche. Además, en la inutilidad de esta búsqueda se halla la razón –o sinrazón- de que siempre la identidad es pasajera –a través del tiempo- e intercambiable –a través de los otros-, movida y zarandeada y traspasada por los diversos azares que son la realidad misma, que la conforman (“Nada es real excepto el azar”) y deforman hasta llegar a ser mendigos, indigentes, vagabundos de nosotros mismos, siempre errantes hasta el destino final –fatal- de la muerte.
            “En última instancia, una vida no es más que la suma de hechos contingentes, una crónica de intersecciones casuales, de azares, de sucesos fortuitos que no revelan nada más que su propia falta de propósito”  (Paul Auster: “La habitación cerrada”)
Paul Auster












sábado, 8 de septiembre de 2012

Memoria de un mundo nuevo



“EL FÓSIL VIVO”
Alfredo Hernández García
Autoedición. Oviedo, 2012
291 páginas
12 euros
 

 

            Entre los escritores acomodados, que expresamente conciben sus novelas para agradar al gran público, y los complicados, aquellos que deliberadamente se arriesgan con propuestas literarias alejadas de cualquier tipo de concesión al lector, Alfredo Hernández García (Valencia, 1959) se encuentra sin duda en la privilegiada nómina del segundo grupo. Con su novela “El fósil vivo” hace una radical apuesta por una literatura comprometida nada más que con la misma literatura, en la que el respeto al posible lector le lleva a considerarlo al menos tan inteligente –y tan exigente- como el propio autor.

            El argumento se puede resumir de forma sencilla si decimos que una arqueóloga del lenguaje llamada María del Océano debe redactar el Informe Bauer a partir del hallazgo del primer fósil vivo. Este personaje se llama Ausonio, procede de la isla de Hostia y habla un castellano muy arcaico, a través del cual va contando a la paleógrafa la fantástica historia de la civilización perdida a la que perteneció. Sin embargo, llevado por su privilegiada memoria -representando así lo que Rilke consideraba el deber del artista como testigo de la memoria cultural del hombre-, la narración del fósil va haciendo cada vez más compleja una trama en la que se va creando ante el lector un mundo irónicamente parecido al nuestro, con su dios (el Sobrestimado), un libro sagrado (el Sacrotocho), un fundador de la civilización (Bauer, llamado el Primer Decente) y unas leyes consideradas “saberes impinchables de la moralidad” (los Verdamentos). Es precisamente la emergencia de un “homo moralis” (dotado de un “tuétano” u órgano de la moral) lo que posibilita el advenimiento de una nueva cultura destinada a arrumbar la “cultura rupestre” de los homínidos, aquellos que, deslizándose por la pendiente de la indolencia, degeneraron hacia el “homo bronceadus” o bichanclo.

            Como puede notarse, el nuevo mundo se manifiesta a través de un lenguaje también distinto, compuesto de palabras que han forzado su forma para adquirir un más preciso y revelador significado. Este es uno de los hallazgos más luminosos de Alfredo HG en una sobresaliente novela repleta de destellos verbales, ingeniosos neologismos, imágenes deslumbrantes y guiños metaliterarios, relampagueado todo ello con un humor deslenguado que provoca el extrañamiento de un lector que debe estar atento para poder  encarnizar la fantástica idea del escritor.

 (Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 8 de septiembre de 2012)

 

 

viernes, 31 de agosto de 2012

Entrevista imaginaria a Edgar Allan Poe



Por Marcelo Matas de Álvaro

E. A. Poe en un momento de la entrevista

            Imaginemos que, tras abandonar un callejón habitado tan solo por la espesura de la noche, descendemos por unas escaleras que conducen a la profundidad de una taberna apenas alumbrada por una luz parpadeante y siniestra. En el lado derecho del antro, detrás de un triste mostrador ennegrecido por el humo, un hombre de cabellos ralos deja caer sobre su oronda barriga un pequeño reguero del amontillado que acaba de servir. Al fondo del tugurio la claridad vacilante de una lámpara nos descubre al hombre con el que nos hemos citado a hablar. Dando la espalda a una pared que no sobrepasa los cuatro pies de altura, se halla, apoyado con los codos sobre la mesa, Edgar Allan Poe, su mirada dentro del vaso que roza la frasca de vino ya mediada por la espera. Como sumergido en una de sus pesadillas, va hablando lentamente a través de expresiones lacónicas, palabras con el filo desnudo y cortante de un cuchillo.


-          Pregunta: Buenas noches. Tengo mucho gusto en saludarle y en hablar con usted. ¿Cómo se encuentra, Mr. Poe?

-          Respuesta: Mi tristeza es inaudita, lo que me produce mayor tristeza todavía. Nada me anima ni me consuela. Mi vida me parece un fracaso; el futuro, un vacío espantoso.

-          P: Pero usted ha tenido éxito en la vida, ¿no es así?

-          R: He peleado denodadamente contra mil dificultades, y he tenido éxito, si no en hacer dinero sí en conseguir una posición en el mundo de las Letras, algo de lo que, dadas las circunstancias, no tengo motivos para avergonzarme.

-          P: Entonces, ¿de dónde cree usted, Mr. Poe, que procede esa tristeza?

-          R: Existe actualmente un intento deliberado para arrastrarme a la ruina.

-          P: Diríamos que hay una causa exterior.

-          R: El infortunio es múltiple. La miseria de la tierra es multiforme.

-          P: ¿Cree que ya ha llegado al final del camino?

-          R: La verdad es que tengo mucho que hacer y he decidido no morirme hasta que lo lleve todo a cabo.

-          P: Está bien. Si le parece, hablemos un poco del pasado. ¿Qué me puede decir de sus padres?

-          R: Soy hijo de una actriz, y siempre me he vanagloriado de ello. Ningún conde estará nunca más orgulloso de su condado que yo de proceder de una mujer que, aunque de alta cuna, no dudó en dedicar al drama su breve carrera de genio y de belleza.

-          P: ¿Hasta qué punto marcó su vida la ausencia temprana de sus padres?

-          R: Estoy muy familiarizado con la adversidad, pero la falta de afecto de unos padres ha sido la más dura de las pruebas que he pasado.

-          P: Entonces, ¿se podría decir que guarda una memoria infeliz de su infancia?

-          R: Desde mi más tierna infancia estoy versado en el volumen con tapas de hierro de la desesperanza.

-          P: ¿Cuál es el recuerdo más nítido que le queda de cuando era niño?

-          R: La cosa más horrible que podía imaginar de niño era notar una mano helada sobre el rostro en medio de una estancia completamente oscura, a solas por la noche.

-          P: Sin embargo, a pesar de esa carencia de un hogar donde reinara el cariño de los padres, usted, Mr. Poe, fue capaz de desarrollar unas cualidades tal vez no muy corrientes entre los niños de entonces.

-          R: Creo que Dios me dio una chispa de genio, pero la apagó en la miseria.

-          P: Desde la distancia que marcan los años pasados, ¿cuál cree que fue su pensamiento o sentimiento cuando empezó a escribir?

-          R: El mundo será mi teatro. Debo conquistarlo o morir. Siento dentro de mí algo que me hará realizar sus deseos más elevados. Debo o bien salir vencedor o morir, o bien tener éxito o ser un desgraciado.

-          P: En ese teatro del mundo, ¿qué papel tuvo su relación con su prima Virginia?

-          R: El amor poético juvenil es indiscutiblemente el sentimiento humano que mejor realiza nuestros sueños de celeste y amortiguada voluptuosidad.

-          P: De acuerdo en esta primera concepción del amor un tanto idealizado, pero ¿sería esa la razón por la que usted, Mr. Poe, decide casarse con alguien mucho más joven?

-          R: Yo me casé por la felicidad de otra persona, cuando sabía que no había ninguna posibilidad de la mía propia.

-          P: Sin embargo, usted llegó a amarla de verdad.

-          R: En cada ataque que padecía, yo la amaba aún más y me agarraba a su vida con una pertinacia desesperada. Pero entonces enloquecía, con largos intervalos de una clarividencia terrible. Cuando me daban estos accesos de locura, me ponía a beber. Sólo Dios sabe cuánto y cuántas veces.

-          P: ¿Era consciente de que ese camino sólo le llevaría a la autodestrucción?

-          R: No hay en la naturaleza pasión de una impaciencia tan demoníaca como la del que, estremecido al borde de un precipicio, piensa arrojarse en él.

-          P: ¿Amaba usted más a Virginia por la certeza de su ausencia, de su muerte?

-          R: Yo no podía amar si la Muerte no mezclaba su aliento con el de la Belleza.

-          P: Este verso me lleva a preguntarle por el sentido de su poesía.

-          R: Soy poeta, si una profunda adoración a toda belleza puede convertirme en tal.

-          P: ¿El poema motivado por la inspiración de la belleza?

-          R: La obra debe avanzar paso a paso hacia su conclusión con la precisión y rígida consecuencia de un problema matemático. Entonces, la muerte de una mujer hermosa es, sin duda, el asunto más poético del mundo.

-          P: ¿Cómo se conjuga, entonces, la frialdad de una resolución matemática con la emoción a la que nos lleva la belleza?

-          R: Un poema se opone a una obra de ciencia en cuanto que tiene como objetivo inmediato el placer, no la verdad.

-          P: Estaría más cerca de la música.

-          R: La poesía no se preocupa por sensaciones indefinidas, a cuyo fin la música es esencial, pues la comprensión del sonido dulce es nuestra concepción más indefinida.

-          P: En sus cuentos parece que también pretende desplegar sus concepciones poéticas.

-          R: El orden sumo del intelecto imaginativo siempre es prioritariamente matemático.

-          P: Precisamente la fantasía y la imaginación han caracterizado su obra.

-          R: Los ingeniosos poseen siempre mucha fantasía mientras que el hombre verdaderamente imaginativo es siempre un analista.

-          P: Ese alarde imaginativo le llevó al éxito.

-          R: Los relatos de mayor éxito contenían lo absurdo rayano en lo grotesco, lo aprensivo coloreado con lo horrible, lo ingenioso exagerado hasta lo burlesco, lo singular revestido de lo extraño y lo místico. Podría decirse que todo esto es de mal gusto.

-          P: Y el mal gusto parecía atraer al público.

-          R: Para ser apreciado es esencial ser leído.

-          P: Más que el simple aprecio, usted, Mr. Poe, llegó a alcanzar la fama

-          R: Nadie vive de verdad si no es famoso.

-          P: ¿La fama como sinónimo de riqueza?

-          R: Mis pasiones siempre fueron mentales. Toda mi existencia ha sido una pura fantasía, en el sentido del más completo desapego de las cosas materiales.

-          P: ¿Cómo se describiría a sí mismo?

-          R: Alto, delgado, de aproximadamente uno setenta y cinco de estatura y bien proporcionado; de tez algo pálida, ojos tristes e inquietos, muestra de cierto nerviosismo, mientras que la boca indica una gran decisión de carácter.

-          P: ¿Ese carácter es el que a menudo le conduce a la arrogancia?

-          R: La displicencia es toda simulada como parte de mi argumentación, de mi plan; como también la indignación con que suelo concluir.

-          P: Por tanto, ¿es todo falso, impostura?

-          R: Mirando desde la cima de una montaña no podemos menos de sentirnos ajenos al mundo. El desconsolado evita las perspectivas lejanas como la peste.

-          P: ¿El desconsuelo porque ya nada ni nadie puede ser alivio para su sufrimiento?

-          R: No sufrir nunca sería no haber sido nunca dichoso.

-          P: ¿Y en el futuro queda aún algún resquicio para la dicha?

-          R: Mi vida futura (que gracias a Dios no durará mucho) deberá transcurrir en medio de la indigencia y la enfermedad. No me quedan energías ni salud.

-          P: ¿Y después de la muerte?

-          R: ¡Toda mi naturaleza absolutamente se rebela ante la idea de que haya algún Ser en el universo superior a mí mismo!

-          P: Entonces, ¿qué hay más allá?

-          R: Es evidente que nos precipitamos hacia cierto conocimiento apasionante, cierto secreto que nunca debemos comunicar y cuyo conocimiento acarrea la destrucción.

-          P: ¿Sería eso la locura?

-          R: Muchas veces he pensado que podía oír perfectamente el sonido de las tinieblas deslizándose por el horizonte.

-          P: ¿Pero qué hay tras la manifestación de la alucinación o el delirio?

-          R: El efecto de nuestras palabras no siempre está de acuerdo con la importancia que tienen para nosotros.

-          P: ¿O algún descubrimiento que nos perturba?

-          R: La mayoría de los descubrimientos más valiosos los debemos a acaecimientos colaterales, incidentales o accidentales.

-          P: ¿Cuando nos perturba el hallazgo de la verdad?

-          R: La verdad es más extraña que cualquier ficción.

-          P: ¿La certeza de saberlo todo?

-          R: Saberlo todo sería la maldición del demonio.

-          P: Para concluir, Mr. Poe, ¿por qué la locura a menudo se expresa en estruendosas carcajadas?

-          R: Por la alegría.

-          P: ¿La alegría?

-          R: Los muertos se interesan en la alegría de los que van a morir. Que Dios se apiade de mi pobre alma.


Imaginemos que al subir por las escaleras que llevan a la calle, en la oscuridad de la noche nos cruzamos con los ojos chispeantes, la fugaz sombra de un gato negro.


(Nota: Las respuestas de E.A. Poe son expresiones literales vertidas por su pluma en diferentes cartas, artículos, cuentos y poesías)

(Publicado en la revista Platero. Nº 182 - Septiembre-Octubre de 2011)

miércoles, 29 de agosto de 2012

Un lugar en el sol

Cartel original de "Un lugar en el sol"
 
 
Montgmery Clift a Elizabeth Taylor: "Ámame sólo mientras estemos juntos. Después, olvídame"
 
("Un lugar en el sol" (1951). Director: George Stevens. Guión: Michael Wilson, Harry Brown. Basada en la novela "Una tragedia americana", de Theodore Dreiser)

sábado, 25 de agosto de 2012

El arte de inventar historias



CUENTOS DEL GENIO DE LA FANTASÍA
GIANNI RODARI
Editorial La Galera. Barcelona, 2011
650 páginas


            En el prefacio de su célebre “Gramática de la fantasía”, Gianni Rodari cita una frase de Novalis (“Si tuviésemos una Fantástica como hay una Lógica, se habría descubierto el arte de inventar”) para ilustrar el propósito que le llevó a escribir ese libro. Pero lejos de pretender elaborar una teoría sobre la imaginación y la invención, Rodari propone en esa obra algunas ideas (el binomio fantástico, los sinsentidos, las fábulas al revés, qué pasaría si…) que nos faciliten la creación de historias para niños y que también puedan servir para ayudar a los niños a inventar sus propias historias.

            Aquellos recursos, que tan útiles han sido para los maestros y los padres preocupados por potenciar la imaginación y la creatividad de los pequeños, los fue desarrollando el mismo Rodari en su extensa producción de cuentos, fábulas, novelas y poesías. Ejemplo de ello son las obras reunidas en el volumen “Cuentos del genio de la fantasía”, que acaba de publicar en España la editorial La Galera.

            Se incluyen en esta recopilación “Los viajes de Juanito Pierdedías” (relato en forma de verso de los extraños lugares que visita el protagonista), “El libro de los por qué” (serie de respuestas entre reales e inventadas, pero siempre ingeniosas y divertidas que el autor da –en prosa o en verso- a las preguntas que le hacen los niños), “Cuentos largos como una sonrisa” (cincuenta y tres cuentos breves que duran el tiempo justo para que aparezca en el lector una sonrisa), “Atalanta” (adaptación de algunos episodios de la mitología, donde aparecen Diana, Teseo, Medea, Hércules y otros personajes que acercan a los jóvenes lectores la literatura clásica griega), “Gelsomino en el país de los mentirosos” (novela que relata cómo Gelsomino, por culpa de la fuerza de su voz, se ve obligado a viajar al país de las mentiras) y “Las aventuras de Cebolleta” (novela que cuenta las divertidas peripecias del protagonista al encontrarse con otros personajes tan pintorescos como él: don Tomate, don Calabacín, el profesor Pera, etc.)

En todos estos cuentos, Rodari despliega todas las cualidades que le convirtieron en el creador de la llamada “fantasía crítica”: la imaginación -expresada a través de un lenguaje lúdico- destinada a inventar historias divertidas que a la vez contribuyen al despertar de la conciencia crítica de los más pequeños. Las ilustraciones de Gustavo Roldán reflejan con acierto el disparatado humor de los textos.

 (Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 25 de agosto de 2012)

miércoles, 22 de agosto de 2012

De repente, el último verano

Cartel original de "De repente, el último verano"


- Montgomery Clift: "Me preocupa que a la gente se le quite las ganas de llorar"

- Elizabeth Taylor: "¿No es eso el amor: utilizar a las personas?"
- M. Clift: "¿Y no es eso el odio: no utilizarlas?"

- E. Taylor: "El sol había quemado todo el aire"

- E. Taylor: "Todos somos niños en un jardín de infancia intentando deletrear la palabra Dios con letras equivocadas"

- E. Taylor: "La verdad está en el fondo de un pozo sin fondo"
 
("De repente, el último verano" (1959), de Joseph. L. Mankiewicz. Guión de Tennessee Williams y Gore Vidal)
 


miércoles, 1 de agosto de 2012

Recordar lo imaginado





SAL DULCE

José Ángel Ordiz
Editorial Quadrivium. Girona, 2012
398 páginas


            Es posible que la llamada autoficción, para ir más allá de lo que habitualmente pretende ser una mera autobiografía novelada, deba servirse de la ironía para distanciarse del contenido de lo narrado. De ahí que para obtener el marchamo de ese género literario tan frecuentado en la actualidad, el autor no tenga más remedio que concebirse a sí mismo como personaje, es decir, poner todo el empeño en crearse a través de máscara interpuesta, y no limitarse tan sólo a trasladar fielmente al papel sus pasadas vivencias en el mundo real. Este distanciamiento es logrado de forma magistral por José Ángel Ordiz (San Martín del Rey Aurelio, 1955) en su última novela “Sal dulce” (Editorial Quadrivium, 2012), pues su escepticismo irónico no se limita a la invención –tan habitual en tantas “autoficciones” del momento- de un personaje que lleve su mismo nombre asociado a las propias características físicas, sino que, forzando una nueva vuelta de tuerca, su identidad se desdobla en otro que cuenta con un itinerario biográfico compartido con el autor. Sin embargo, lejos de centrarse en la personalidad dual de un Dr. Jekyll y Mr. Hyde –logro sin duda fácil de conseguir para un profesor de química como Ordiz-, la trama se abre a una variedad de personajes que irán urdiendo con hilos a menudo agridulces la diversa y compleja red que entrelaza sus vidas.  

            Ordiz compone su novela con la fórmula que suele ser habitual en el resto de su obra, en la que los aspectos formales cobran una especial importancia: la concepción del espacio –Asturias- no sólo como territorio o mero escenario de la trama, sino como un personaje más con el que debe relacionarse el resto; el tiempo enroscándose sobre sí mismo circularmente, a la manera proustiana; la continua fragmentación de la historia que, sin embargo, no impide perder la unidad del hilo narrativo; los cambios de puntos de vista, de voces que fuerzan al lector a variar su ubicación ante lo narrado; los diálogos, que parecen transcritos literalmente por el oído atento del escritor y que por sí solos hacen avanzar la trama como si se tratara de una obra dramática; la capacidad de los personajes para pegarse a la realidad de la vida, es decir, al artificio de una ficción que pueda hacer verosímil su condición de seres de carne y hueso; el humor como contrapunto necesario para que el pesimismo vital se compadezca con una especie de existencia burlesca. Es la “sal dulce” a la que alude el título, el dolor que añadimos a las heridas que nunca cicatrizan, sobre todo las causadas por los amores perdidos o contrariados o no satisfechos, pero también el alivio que a menudo nos trae el recuerdo amable de los momentos felices, aquellos que procuramos siempre alimentar en la memoria.  

De esta forma, José Ángel Ordiz  -galardonado con el Premio de la Crítica de Asturias en 2009 y 2010- ha logrado una ambiciosa novela que culmina el empeño iniciado con otras obras (“Mujer te doy” (2009), “Las luces del puerto” (2010), “En aquel tiempo” (2010)) y en la que, posiblemente con el pretexto de ajustar cuentas consigo mismo, no hace otra cosa que inventar la vida, es decir, recordar lo imaginado en un ejercicio de madurez que sólo se puede llevar a cabo después de haber vivido lo escrito y escrito lo vivido los 53 años que, según el autor, ha tardado en escribirla.  

http://www.escritoresdeasturias.es/literarias/resenas/recordar-lo-imaginado-sal-dulce-de-jose-angel-ordiz-por-marcelo-matas-de-alvaro-01082012-.html?hemeroteca=true&pag=5

(Publicado en la revista digital Literarias. 1 de agosto de 2012)

sábado, 28 de julio de 2012

El mal de las fuerzas ocultas

“La pálida luz de las tinieblas”
Serie LA ASOCIACIÓN
Erik L´Homme
Editorial Edelvives. Zaragoza, 2012.




            La Asociación es una organización cuyo objetivo es velar por la convivencia entre los seres humanos y los llamados Anómalos, es decir, los vampiros, los hombres lobo, los troles y otras criaturas sobrenaturales. Estos se rigen por un código de buena conducta, que se centra en la obligación de ser muy discretos, permanecer en la sombra y ser invisibles. Para vigilar que deben “vivir como si no existieran, al menos para la gente normal”, la Asociación cuenta con unos agentes que, con la intención de mantener su condición ultrasecreta, nunca admitirán la existencia de los seres Anómalos ni de la propia organización. Dos de estos agentes son Jasper y Ombe, jóvenes protagonistas de las dos novelas que, avaladas por el éxito de ventas en Francia, acaba de publicar en España la editorial Edelvives.

            En la primera novela de la serie (“La pálida luz de las tinieblas”), Jasper utiliza sus dotes de mago para enfrentarse a una red de vampiros narcotraficantes. En la segunda (“Los oscuros límites de la magia”), Ombe se sirve de su fuerza sobrehumana con la misión de controlar a un grupo de duendes rebeldes. Ambas obras cumplen de manera eficiente con los preceptos que –en la estela de Harry Potter- suele seguir este tipo de narraciones: acertadas dosis de fantasía mezcladas con la vida cotidiana de los protagonistas, la emoción que suscita la aventura y el misterio, la necesaria valentía para poder luchar contra el mal de las fuerzas ocultas y la importancia de la amistad, todo ello convenientemente aderezado con algunas gotas de humor.

            El proyecto de La Asociación, concebido inicialmente por los autores Eric L´Homme y Pierre Botero, preveía la salida de ocho títulos, en los que cada uno escribiría cuatro libros, pero Botero falleció en accidente cuando sólo estaban terminados los cuatro primeros títulos de la serie. Parece ser que, en homenaje a su compañero, L´Homme ha decidido continuar en solitario con el proyecto inicial, lo cual sin duda será del agrado de los jóvenes –a partir de 12 años- que buscan la continuidad de sus lecturas en una serie de historias reconocibles.


(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 28 de julio de 2012)