Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

sábado, 8 de septiembre de 2012

Memoria de un mundo nuevo



“EL FÓSIL VIVO”
Alfredo Hernández García
Autoedición. Oviedo, 2012
291 páginas
12 euros
 

 

            Entre los escritores acomodados, que expresamente conciben sus novelas para agradar al gran público, y los complicados, aquellos que deliberadamente se arriesgan con propuestas literarias alejadas de cualquier tipo de concesión al lector, Alfredo Hernández García (Valencia, 1959) se encuentra sin duda en la privilegiada nómina del segundo grupo. Con su novela “El fósil vivo” hace una radical apuesta por una literatura comprometida nada más que con la misma literatura, en la que el respeto al posible lector le lleva a considerarlo al menos tan inteligente –y tan exigente- como el propio autor.

            El argumento se puede resumir de forma sencilla si decimos que una arqueóloga del lenguaje llamada María del Océano debe redactar el Informe Bauer a partir del hallazgo del primer fósil vivo. Este personaje se llama Ausonio, procede de la isla de Hostia y habla un castellano muy arcaico, a través del cual va contando a la paleógrafa la fantástica historia de la civilización perdida a la que perteneció. Sin embargo, llevado por su privilegiada memoria -representando así lo que Rilke consideraba el deber del artista como testigo de la memoria cultural del hombre-, la narración del fósil va haciendo cada vez más compleja una trama en la que se va creando ante el lector un mundo irónicamente parecido al nuestro, con su dios (el Sobrestimado), un libro sagrado (el Sacrotocho), un fundador de la civilización (Bauer, llamado el Primer Decente) y unas leyes consideradas “saberes impinchables de la moralidad” (los Verdamentos). Es precisamente la emergencia de un “homo moralis” (dotado de un “tuétano” u órgano de la moral) lo que posibilita el advenimiento de una nueva cultura destinada a arrumbar la “cultura rupestre” de los homínidos, aquellos que, deslizándose por la pendiente de la indolencia, degeneraron hacia el “homo bronceadus” o bichanclo.

            Como puede notarse, el nuevo mundo se manifiesta a través de un lenguaje también distinto, compuesto de palabras que han forzado su forma para adquirir un más preciso y revelador significado. Este es uno de los hallazgos más luminosos de Alfredo HG en una sobresaliente novela repleta de destellos verbales, ingeniosos neologismos, imágenes deslumbrantes y guiños metaliterarios, relampagueado todo ello con un humor deslenguado que provoca el extrañamiento de un lector que debe estar atento para poder  encarnizar la fantástica idea del escritor.

 (Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 8 de septiembre de 2012)

 

 

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