EL PAPÁ QUE NO SABÍA CONTAR CUENTOS
Pepe Monteserín
Editorial Pintar-Pintar. Oviedo, 2012
32 páginas
He aquí un cuento que deberían
aprenderse de memoria todos los papás que no saben contar cuentos. Vale también
para las mamás, abuelos, vecinos, maestros y demás personal que se vea obligado
a enfrentarse a tan arriesgada tarea. Contar cuentos parece ser -antes que una
habilidad que se pueda aprender sin más- un don, una especie de gracia con la
que uno nace, similar al regalo que le hace la naturaleza a cierta gente que cuenta
con el difícil arte de saber freír –sin que se le queme- un huevo frito. Así,
el papá –el adulto acongojado ante el peligro que debe afrontar cada noche- que
no “cuente” con esta dádiva de los dioses, sólo tiene que contarle –leído o
aprendido de memoria- a sus pequeños destinatarios este bonito cuento de Pepe
Monteserín.
Eso sí, no debe cambiar ni una coma, pues es bien sabido la querencia de
los pequeños por las narraciones previsibles, aquellas en las que puedan anticipar
no sólo el argumento o el final de la historia, sino la más mínima palabra,
expresión o gesto que venga a continuación. Y no se trata de un mero capricho
de los niños por las historias contadas una y otra vez de la misma manera, sino
de una necesidad vital, pues ya se sabe que en el reconocimiento de lo ya
sucedido se va conformando su frágil memoria, lo que de paso les proporciona también
la seguridad de poder habitar un mundo estable. En eso precisamente falla el
papá del cuento, en no saber hilar la forma indispensable y exacta –Érase una vez…, colorín, colorado…- que
entronca con la vieja tradición de los cuentos infantiles. Pero el autor sí lo
sabe, de manera que Pepe Monteserín logra mantener la atención de los pequeños
no sólo con la introducción de las fórmulas conocidas, sino también a través de
la repetición de expresiones o ideas que contribuyen además a crear el ritmo
necesario para que poco a poco ese arrullo vaya meciendo a los niños hasta la
profundidad de sus sueños. Un cierto lirismo -contenido y doméstico-, pautado
con divertidas imágenes en las que de repente podemos asemejarnos a sardinas en
lata o a cucharillas acostadas, enseña a los papás que para saber contar
cuentos deben abandonar su posición habitual, aquella que recuerda cómo “duermen
los puentes colgantes”, para lograr que cada noche en la imaginación de los
niños vuelva a sentarse la rana debajo del agua.
La narración oral a la que se presta el texto se debe completar con la
visión de las singulares ilustraciones de Miguel Tanco, que iluminan de color
esta preciosa edición, marca de la casa de la editorial asturiana
Pintar-Pintar.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 29 de septiembre de 2012)
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