Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

domingo, 25 de septiembre de 2022

Reseña de "Veneno y sombra y adiós", de Javier Marías

 


Veneno y sombra y adiós. Alfaguara, 2007

 

               “Es la forma de nuestra muerte lo que debemos cuidar”, se dice en El hombre sentimental (1986), idea en la que continúa incidiendo Javier Marías en la novela Veneno y sombra y adiós (último volumen de la trilogía Tu rostro mañana), cuando el personaje K-M (Killing-Mordering o Kennedy-Maskield) reflexiona sobre los que dejan huella no por su vida, sus actos, sino por la forma de su muerte, lo cual le lleva a preocuparse por la manera en que a uno le recuerdan (“la memoria es un dedo tembloroso y no siempre acierta a señalarnos”) o le olvidan (“rápido el llanto, pero más veloz el olvido”), más allá de la inevitable muerte (“llegará un mañana en el que todo rostro será calavera o cenizas”).

               Javier Marías ha continuado -no sabemos si concluido y culminado- con esta magistral, voluminosa novela (la trilogía completa) aquello que ha estado escribiendo desde su primera obra (“se queda sin misterio lo que jamás lo ha tenido en realidad”, se dice en Los dominios del lobo (1970)), pues sigue narrando la dificultad de lo vivido, lo recordado, lo olvidado y lo contado, siendo todo uno y distinto en la existencia (“todo lo que existe no existe o lleva en sí su no existencia”), paradoja sustentada en la propia experiencia de uno mismo (“no darnos por descontados, ni siquiera por presentes”).

               Que la novela sea la misma que siempre ha escrito o tratado de escribir no deja de ser uno de sus méritos, pues bien se sabe que una de las mayores virtudes de un escritor es alcanzar a poseer esa voz que se pueda reconocer como propia a lo largo de su obra, ese territorio mental que la necesidad u obligación se empeña una y otra vez en habitar. Para ello, Marías se sirve de la singularidad de un estilo definido por el fraseo de amplio aliento, por las largas digresiones cargadas de reflexión y crítica, por una trama que a menudo encuentra paralelismos en muchas de sus novelas (recurrentes los triángulos amorosos), por los perfiles de los personajes (a pesar de que muchos de ellos suelen hablar de similar manera, con el mismo estilo alambicado y culto, a veces demasiado literario, intercambiable con la propia prosa “mariasiana” del narrador), y sobre todo por esa particular forma de imbricar en la narración la poesía y el pensamiento, la belleza y el conocimiento que es la esencia del arte (“sólo somos todos como nieve sobre los hombros, resbaladiza y mansa, y la nieve siempre para”; “suerte en el imaginario y en la realidad desgracia”).

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