Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

viernes, 21 de febrero de 2014

Un niño (Thomas Bernhard)

Un niño
Thomas Bernhard
Anagrama. Barcelona, 1987 (159 p.)



            Hay autores que siempre están ahí, esperando a ser leídos, el momento propicio en el que uno, llevado por un artículo, una efemérides o un premio, decide que ha llegado el momento de acercarse a ellos, de empezar a leer una obra por todos reconocida y en la que tanto anhelas como temes introducirte. Esta autobiografía sin más puntos y aparte que los obligados para separar un volumen de otro, de los cinco que componen la serie, es la historia de la vida de Thomas Bernhard desde que empieza a existir hasta los diecinueve años, cuando abandona el sanatorio de Grafenhof. Este volumen es el primero de la biografía, pero el último que escribió de la serie, a modo de capítulo que marca el principio y el final a la vez, que echa el cierre al círculo de lo que parece ser un continuo, eterno retorno. Es el estilo que atrapa desde la primera línea, la frase larga que reitera lo dicho, que una y otra vez vuelve atrás, a la palabra escrita o la frase que añade una expresión más a lo ya dicho, con intención de que no se pierda el hilo, la sucesión de lo ocurrido que vuelve sobre sus pasos para que no se olvide, que se repita y avance a la vez, atrás y adelante con la minuciosidad, la precisión y la claridad que exige la exposición del drama, la narración de la vida acontecida en medio de la más terrible historia del siglo XX. La envolvente historia que reconoce que “los abuelos son los maestros, los verdaderos filósofos de todo ser humano, siempre descorren el telón que los otros cierran continuamente” (p. 21), que enseña a Bernhard, su abuelo le enseña que a pesar de que “todo el que vende algo que no existe es acusado y condenado” (46), la Iglesia vende a Dios con absoluta impunidad, y que la escuela “era una asesina de niños” (47), donde se envía a los hijos “para que se vuelvan tan repulsivos como los adultos que encontramos a diario en la calle” (47).

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