El origen
Thomas Bernhard
Anagrama. Barcelona, 1984 (132 p.)
Encontré “Un niño” en la librería
Don Quijote de Oviedo y a los pocos días, cuando la hube leído, volví para
comprar el resto de volúmenes de la serie autobiográfica de Bernhard, pero ya
sólo quedaban “El origen” y “El frío”, el primero y el cuarto en su orden de
publicación, que no en el cronológico de los hechos narrados, de manera que voy
haciendo una lectura a saltos, con una no pretendida ruptura del tiempo
narrativo que hace buena la afirmación de que es el lector quien construye la
obra, con su lectura atenta o con su torpeza en la captación de lo leído, colocando
los puntos y aparte que separan los volúmenes en la disposición que también el
azar considere. Los primeros años de Bernhard contados por él mismo dando
también vueltas a ideas o expresiones como el suicidio, pensamiento que se da
“en la época de aprender y estudiar” (p. 24), en la cual todo es todavía
“verdad y realidad” (26), cuando “los hechos son siempre aterradores” (27), después
de que sepamos que “somos procreados, pero no educados” (77), sino más bien
destruidos, con “una ignorancia y una vileza completas” por nuestros
progenitores, “criminales como procreadores de nuevos seres” (79). El
internado, con su educación católica no diferenciada del sistema
nacionalsocialista que acaba de perder la Guerra , con las mismas “secuencias y
consecuencias” (92), los mismos cantos y coros, con parecidos textos, llevando
a cabo su crimen de la educación en nombre de Hitler o Jesús, tanto da,
contagiados tanto por el catolicismo como por el nacionalsocialismo como si se
tratara de dos enfermedades contagiosas, “enfermedades del espíritu y nada más”
(98)
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