Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

jueves, 27 de febrero de 2014

El aliento (Thomas Bernhard)

El aliento
Thomas Bernhard
Anagrama. Barcelona, 1985 (141 p.)



            Tercera entrega de los recuerdos de juventud de Bernhard donde la cotidianeidad de morir es tan dramáticamente normal como la visión diaria de la enfermera que cada mañana levanta rutinariamente un brazo de un enfermo para dejarlo caer y comprobar así, de esta mecánica manera, si está vivo o muerto, si debe avisar a otras enfermeras para que lo aseen o a los operarios para que se lo lleven metido en la caja de cinz. En la habitación de morir el joven de dieciocho años, el joven enfermo ha sido empujado al escenario del horror, a la “profundidad más profunda de la existencia humana, como consecuencia de mi propia sobreestimación” (p. 43), un paciente más sujetado por los tubos del gotero, los hilos de donde colgaban para mover sólo en raras ocasiones la marioneta que era, el hilo que era lo único que le unía a sí mismo y unía a todos los enfermos a la vida. Obligados por naturaleza a ir a esos “círculos de pensamiento” (55) que son los hospitales donde se va, a través de la enfermedad real o inventada para “llegar al pensamiento importante para la vida y decisivo para la existencia”, alcanzando la clarividencia del enfermo, indispensable para todo artista especialmente el escritor, igual que fuera una cárcel o un monasterio, si no quiere extraviarse en la superficialidad, alejarse de la “conciencia de uno mismo y de la conciencia de todo lo que existe” (57)

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