Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

domingo, 30 de noviembre de 2025

Sonrisa de colores

 



            No sabemos cómo se juega en ese juego de colores. Quizá consiste en ir llenando cada pajita con el aro de cartulina que, según el color, le corresponde. El naranja con el naranja, el rojo con el rojo, el verde con el verde, el azul con el azul y el negro con el negro. También puede ser que con la pajita de plástico se juegue a pescar los aros de cartulina, como se pescan en el río o en el mar los peces de colores. Incluso podemos imaginar que se trata de ir construyendo velas cada vez más altas para iluminar con colores el oscuro cielo de la noche.

            Lo que sí sabemos es que los aros, los peces o las velas imaginadas alumbran la sonrisa de la niña que juega. Surge ese momento único en el que de pronto aparece la maravilla de un mundo lleno de colores. Es un instante pasajero, fugaz, pero que se vuelve infinito en la alegría de la niña concentrada en ese presente de siempre jamás. Una alegría contagiosa, como puede apreciarse en su misma camiseta que, milagrosamente, también ha empezado a sonreír. Y en nuestra propia cara -en la tuya y en la mía-, que no puede dejar de mirarla, absorta, iluminada con una sonrisa de colores.

(Publicado en el Boletín Sáhara Bubisher en noviembre de 2025)

domingo, 2 de noviembre de 2025

Las vicisitudes de la vida


Una tierra tan lejana

Armando Murias Ibias

Velasco Ediciones, 2025



            Una tarde de tormenta, un viejo afilador medio ciego y cojitranco, acompañado de un perro, aparece de pronto en un poblado minero. A su alrededor se junta un grupo de vecinos para escuchar las historias que cuenta el viejo. Entre ellos se encuentra Basilio, quien, “firme seguidor del empirismo”, acude con la intención de mofarse del cuentacuentos. Sin embargo, al día siguiente es el propio Basilio el que parece encontrar sentido a las historias que en la víspera tanto empeño había puesto en desdeñar. Estos dos días enmarcan el contenido de la novela Una tierra tan lejana (Velasco Ediciones, 2025), pues entre el primero -contado al inicio- y el segundo -relatado en el capítulo final- se van desarrollando en paralelo dos historias que, en consonancia con el marco propuesto por el autor, bien pudieran haber sido inventadas y contadas por el propio afilador aparecido en el pueblo. 

            En capítulos alternos (titulados impar y par) se cuentan dos historias que comienzan a ocurrir en lugares muy alejados entre sí. Una transcurre en el poblado minero de La Camocha y relata la historia de Argentina -apodada La Generala- y su descendencia, dos hijos y una hija productos de tres relaciones distintas. Cada personaje presenta una peculiar historia, unas vidas condicionadas por ciertos atavismos y por diferentes reveses que conducirán al desamparo y la tragedia. La otra historia empieza en Nador, donde el joven Rachid -después de morir su madre- embarca hacia Almería, primer destino de un periplo lleno de incidentes que va sorteando gracias a su habilidad con la navaja. Es precisamente su manejo lo que -casi a modo del significado que tiene el objeto mágico en los cuentos clásicos- se puede entender como el hilo conductor de la novela, pues su presencia -su certero empleo en oportunos momentos de la trama- es el elemento que salva al protagonista y lo hace avanzar.

Con Una tierra tan lejana, Armando Murias Ibias (Caboalles, León, 1955) nos presenta el mundo de la minería que, como lacianego afincado en Asturias y estudioso del léxico minero, conoce bien: la fundación del poblado de La Camocha, los inicios del sindicalismo, hasta llegar al declive y a la vida agónica de los últimos mineros del carbón. Pero, en paralelo, también nos relata el oscuro mundo del contrabando y de los negocios turbios, las venganzas y las traiciones de unos personajes que se mueven entre el miedo, la culpa, la sumisión y la forzosa necesidad de sobrevivir.

Los capítulos “impares” en tercera persona y los “pares” en primera, así como un episodio en forma de teatro -género en el que Armando Murias Ibias ha desarrollado buena parte de su labor literaria- y el penúltimo donde confluyen las dos historias, nos muestran un autor dotado de unos recursos en los que también destaca la agilidad de la narración, una prosa precisa que nos trae ecos de las historias que se contaban por los caminos y los pueblos de antaño. Cuentos -reales o inventados, tanto da- que nos siguen hablando de cómo, desde el esencial desamparo del ser humano, cada uno, a su manera, va afrontando las vicisitudes que presenta la vida.

  

(Reseña publicada en el suplemento Culturas de El Comercio La Voz de Avilés. 31 de octubre de 2025)

viernes, 31 de octubre de 2025

Ponerse de puntillas

 




            Ponerse de puntillas para tratar de alcanzar lo que está lejos. He ahí uno de los aprendizajes de la vida. No sé si el más importante, pero sí uno de los que más importan, porque ir más allá de lo cercano -de lo que estamos acostumbrados a oír todos los días, de lo que vemos continuamente desde el alba hasta el anochecer, de lo que siempre huelen nuestras narices tan pegadas a nosotros mismos, de lo que habitualmente nuestra lengua saborea y gusta, de lo que nuestras manos (el cuerpo entero) tocan con el resignado gesto de atenerse a lo reconocido-, es buscar fuera del estrecho cerco que nos rodea la incertidumbre, la sorpresa, todo lo extraño que también nos conforma.

            Tratar de ir más allá de lo que alcanzamos con la punta de los dedos, es lo que nos hace crecer. Así, los primeros pasos que damos fuera de la necesaria protección de la familia, hacen que nos encontremos con los amigos de siempre jamás; las palabras que salen por nuestra boca cuentan lo que no vemos ni está presente; el grito de rabia, de alegría, de dolor o de auxilio se agarra a la cola del viento que nos acaba de rozar la cara; la mano que estiramos para alcanzar el libro que está en el estante de arriba busca, en lo casi inaccesible, aquella historia que alguien imaginó para nosotros, el cuento que nos ayudará a seguir creciendo como mujeres y hombres.

            Y lo mismo ocurre con la sociedad y los pueblos. Si nos acomodamos en la contemplación de la única y continua visión de lo que acontece dentro de nuestras fronteras, y no nos atrevemos a ponernos de puntillas para alcanzar con nuestra mirada la mirada del otro, nunca podremos crecer, ni como sociedad ni como pueblo ni como nosotros mismos.

(Publicado en el Boletín Sahara Bubisher en octubre de 2025)

martes, 30 de septiembre de 2025

De la formalidad a la utopía

 


 

Asamblea 2025

            Como en los últimos años, nos reunimos en el albergue Puerta del Campo de la Granja de San Ildefonso (Segovia) para celebrar nuestra asamblea anual. El sol y las nubes se alternan al compás de un viento tibio, un soplo otoñal al que cada vez le cuesta menos hacer volar hacia el suelo las hojas de los árboles. La alegría por el reencuentro se muestra con esos abrazos, besos y sonrisas que, más allá del protocolario saludo, expresan la sincera manifestación de la complicidad que nos une. En ese primer contacto también hay tiempo para mencionar experiencias pasadas y recordar a los compañeros que, por las razones que sean, este año no han podido acudir. Celebramos la variedad de nuestros lugares de procedencia, desde los cuatro puntos cardinales de España e incluso de Portugal.

            La formalidad exige que la asamblea transcurra por los cauces normales apuntados en el orden del día -Bienvenida y presentación, Lectura y aprobación del acta anterior, etc.-, el necesario trámite para dar cuenta de lo realizado en los campamentos durante el último año, presentar el presupuesto para el próximo ejercicio y renovar los cargos de la Junta Directiva. De todo ello y de los acuerdos tomados casi siempre por unanimidad el secretario levantará la correspondiente acta a la que tendrán acceso los socios. La información de los miembros de la Junta, las demandas de aclaraciones, las preguntas, las puntualizaciones, las tomas de palabra, las intervenciones espontáneas, en fin, los vaivenes propios del debate hacen que se interrumpa la sesión para seguir por la tarde.

Y es entonces, en el último punto del orden del día, cuando aparece, como una luz vespertina, la utopía. Antes, uno de los asistentes ruega que desaparezca la palabra “ruego” del apartado “Ruegos y preguntas”, aparente paradoja -o “parajoda”- que, sin embargo, se justifica porque en esta asociación no hay ruegos que valgan, sino sugerencias, propuestas, observaciones, apostillas…, sinónimos que proponen, pero no imploran. La asamblea, por unanimidad, acuerda rogar a la Junta Directiva que elimine el “ruego” del apartado “Ruegos y preguntas”. Este fue el primer paso para la utopía, pero el siguiente vino cuando, enredados en un acalorado debate sobre la esencia del Bubisher -Asociación, ONG, ONGD, Utilidad pública, Ayuda al desarrollo, subvenciones, independencia…- y la renovación del nombre -Bibliotecas por/en el Sáhara-, tomó la palabra Nuno -un amigo portugués que trabaja como “Bibliotecario ambulante” por la zona de ProenÇa Nova- para decirnos simple y llanamente que él tiene el mejor trabajo del mundo, que una biblioteca es el último refugio para la utopía, un lugar que no es sólo el propicio para leer, estudiar y sacar libros, sino sobre todo un espacio para la convivencia y el entendimiento, para el encuentro que haga posible la conciliación entre la razón y el corazón. Y también dijo -con el énfasis con el que se afirman los más profundos convencimientos- que el Bubisher era la propuesta extrema de esa utopía, porque en todos estos años se ha empeñado en sembrar con bibliotecas precisamente allí donde no hay nada, llevando, más allá de la cultura y la educación que representan los libros, ese espacio único donde el sueño de una humanidad mejor es posible.

Y más cosas dijo que se quedaron flotando en el silencio de una asamblea que, emocionada hasta las lágrimas, se dio por concluida para que nos diera tiempo a ver el documental que está haciendo Gustavo sobre las Vacaciones en Paz y la vida en los campamentos. En los “retazos” que nos puso, pudimos apreciar su capacidad técnica y artística, la cualidad plástica de las imágenes, la fuerza expresiva de los niños y niñas del Sáhara. Después Nuno -luciendo una camiseta roja que en inglés decía “Yo soy un bibliotecario ambulante. ¿Cuál es tu superpoder?”- quiso ponernos unas fotos de su trabajo, pero al percatarse de que se había confundido de pendrive, utilizó su palabra –“que nunca falla, que siempre traigo conmigo”- para contarnos su labor por los pueblos que visita con su bibliobús y, de paso, volvernos a emocionar con historias y anécdotas que, en verdad, logran que sea posible la utopía.

Después de la cena, dos compañeros cantan a capela un poema de Fernando y, ya en una de las cabañas que se asemejan a las jaimas del desierto, volvemos a reunirnos para de una vez por todas “arreglar el mundo”. A la mañana siguiente, llueve débilmente. Llueve sobre los tejados del albergue, sobre los árboles y la tierra seca, sobre todos nosotros que nos despedimos con los abrazos y besos sentidos hasta el próximo reencuentro. Llueve sobre las palabras que seguirán sembrando la utopía de hacer brotar bibliotecas y bibliobuses en/por los campamentos del Sáhara.

(Publicado en el Boletín Sáhara Bubisher en septiembre de 2025)

Nunca está sola

 



            

          Después de haber jugado un buen rato con sus amigos, de haber perseguido con ellos a la Vanesa de los Cardos, la mariposa multicolor que revolotea entre las pocas flores del campamento, y de haber corrido y saltado y bailado todos juntos con los pies descalzos por la arena infinita del desierto, Malala ha cogido un libro de la biblioteca Bubisher y se ha sentado a leer en un rincón.

Se ha ido ella sola a leer para no estar sola. Malala sabe que cuando, después de jugar, todos sus amigos se marchan a sus casas, ella nunca se queda sola porque se sienta a leer para no estar sola. Abre el libro y a veces se concentra en mirar las ilustraciones y se imagina lo que puede decir el texto que aún no ha leído. Otras veces tapa las imágenes con su mano y lee las palabras que le traen a la mente la forma de un paisaje, los cambiantes colores del día y de la noche o el gesto de un personaje cuando ríe o llora. Le divierte menos leer y mirar las imágenes a la vez. No sabe por qué. Pero sí sabe que cuando lee sola en un rincón de la biblioteca Bubisher nunca está sola.

(Publicado en el Boletín Sahara Bubisher en septiembre de 2025)

domingo, 31 de agosto de 2025

Adiós a la biblioteca

 


 

               Cuando me echaron de mi casa y de mi tierra, no me quedó más remedio que deshacerme de mi biblioteca. Muy modesta, eso sí, apenas medio centenar de libros, pero aun así demasiado voluminosa para poderla llevar conmigo a un lugar desconocido. A este campamento de Tinduf donde, después de casi cincuenta años, todavía vivo con el dolor del exilio y la esperanza -nunca perdida- del regreso. Recuerdo que tuve que vender los libros al peso, sin tener en cuenta la importancia del autor o de la misma obra. Mucho menos la presunta satisfacción que me había ocasionado su lectura. Así, me vi obligado a vender libros a los que tenía mucho aprecio, pero que no eran muy voluminosos, por menos cantidad que algunos de más peso que no me habían dejado ninguna huella. Algunos llamados de bolsillo, muy manoseados por el gusto de leerlos una y otra vez, casi los tuve que regalar. Otros de tamaño enciclopédico, bien encuadernados en tapa dura, me reportaron un dinero -no muy cuantioso, bien es cierto-, pero desproporcionado con el escaso cariño que los tenía. Una cosa compensaba la otra, aunque malamente se puede subsanar tanta pérdida.

               Sólo hubo un libro que me resistí a vender. Lo amontoné con los demás para su liquidación a precio de saldo, pero le introduje entre sus páginas una lámina de plomo para que pesara más en la balanza con la que ponía el precio a los libros. De esta manera, los “clientes” que se acercaban a mi casa siempre preferían otro ejemplar que pesara menos, incluso algunos de los que yo tenía por “enciclopédicos”. Como había previsto, aquel libro nunca lo vendí, de forma que me ha acompañado durante todos estos largos años de exilio.

               Ahora pienso que, si un día nos viéramos obligados a vender al peso todos los libros de las bibliotecas Bubisher, cada uno de nosotros tendríamos un libro preferido que de ninguna manera quisiéramos vender. ¿Cuál sería ese libro? ¿A qué libro introducirías tú una lámina de plomo entre sus páginas?

(Publicado en el Boletín Sáhara Bubisher en agosto de 2025)

jueves, 31 de julio de 2025

Los cuentos de las mil y una noches... más uno

 



            Saqué el libro de la biblioteca de Smara y fui leyendo, siguiendo el mismo ritmo nocturno en el que los contaba Shahrasad, todos los cuentos de las “Mil y una noches”. Sí, durante mucho tiempo he disfrutado de ese mágico libro en el que Shahrasad, para evitar ser ejecutada a la mañana siguiente por su esposo el sultán Shahrayar, tiene la astucia de contarle cada noche un cuento diferente. Atrapada por todas las historias que salen en el libro, pero más emocionada aún por la intriga de saber si Shahrasad conseguía salvar su vida una noche más, me he divertido, he pasado miedo, me he entristecido, me he enfadado, me he alegrado, en fin, todo lo que puede ocurrir cuando lees un libro extraordinario. Las historias de Aladino y la lámpara maravillosa, Alí Babá y los cuarenta ladrones, Los siete viajes de Simbad el Marino y tantas otras me han tenido en vilo noche tras noche, siempre con la inquietud de saber si al amanecer se cumplía la amenaza del sultán.

            Así llegué al final del libro, a la última noche en la que el sultán decide perdonar la vida de Shahrasad. Me he sentido muy feliz por ello, pero siento que me falta un cuento, el cuento que a todos nos falta después de leer todos los libros del mundo. Un relato que también esté lleno de magia, de aventuras y personajes inolvidables. Será la historia de mi vida, la que tendré que ir escribiendo a la vez que la vivo, la imagino y la invento.

(Publicado en el Boletín Sáhara Bubisher en julio de 2025)

lunes, 30 de junio de 2025

Momentos mágicos

 



            Toda imagen es un segundo congelado en el tiempo. Creemos saber lo que pasa en ese instante, vemos la luz y las sombras, los rostros y los gestos, los colores que dan vida a la vida de las niñas en un patio de las bibliotecas Bublisher. Asistimos -con la misma clandestinidad con la que ha tomado la imagen el ojo de la cámara- a ese momento en el que parece que una niña lee en voz alta y otras copian sobre una mesa redonda y blanca, aunque quizá no es así, y lo que pasa es que esa niña lee para ella misma y las otras escriben historias que inventan, o cualquier otra cosa que se nos ocurra. Sea como fuere, tanto da. Lo que importa es que están concentradas en hacer algo juntas, compartiendo ese feliz momento en el que leer y escribir forma parte de una actividad única.

            Lo que nunca sabremos es lo que ha pasado antes y lo que pasará después de esta foto que nos enseña un momento a la vez cotidiano y mágico. Pero podemos imaginarlo con las mismas palabras con las que esas niñas están aprendiendo a leer y escribir. Podemos contar lo que ocurrió antes como contamos una y otra vez el cuento de nunca acabar. Y debemos contar lo que sucederá después imaginando que la futura vida de estas niñas se va a convertir sin duda en una sucesión de momentos mágicos.

(Publicado en el Boletín Sáhara Bubisher en junio 2025)

viernes, 6 de junio de 2025

Todo viaje es un regreso

 


Ningún ocaso demasiado intenso

José Luis Díaz Caballero

Velasco Ediciones, 2024

             


            “Un hombre de mediana edad viaja a Noruega buscando el final de una novela. Y dice estar deprimido”. En este fragmento resume el propio narrador el contenido de la obra. Al buscar el final de una novela no persigue más que indagar en la propia novela de su vida, de manera que el viaje a Noruega -tras la estela del escritor Karl Ove Knausgård, quien parece ser su modelo literario- no es más que un subterfugio para alcanzar ese lugar propicio para el autoconocimiento. A ello contribuye el encuentro con una naturaleza que, en su rotundidad, conforma el espacio - físico, pero sobre todo mental- donde se acoplan la soledad y el silencio necesarios para que se despierte esa anhelada -también temida- voz interior. Una naturaleza tan extrema que puede lograr, en una suerte de emoción mística, que en una aurora boreal se le haga visible la misma imagen de Dios. La depresión a la que alude el fragmento señalado es la consecuencia de una pérdida, del abandono de su mujer, cuyo recuerdo en las tierras nórdicas se revela a menudo como ficción, como una elaboración de los propios fantasmas que le han llevado al fracaso.

La magnífica novela Ningún ocaso demasiado intenso (Velasco Ediciones), de José Luis Díaz Caballero (Madrid, 1979), no sólo es una excelente prueba de esa correspondencia entre viaje exterior e interior, sino que, al adentrarse en ciertas inquietudes que desvelan al narrador, se plantean interesantes reflexiones sobre el oficio de la literatura: la tan traída y llevada autoficción, que, tomando como referente al autor noruego Karl Ove Knausgård, materializa la “reinvención de la tragedia a través de la novela y la memoria”; la admiración o la emulación, como formas diferentes de inclinarse hacia la autoridad de un escritor; la ficción literaria como “el reflejo más fiel de nuestras verdades”; la querencia por la tragedia, aunque su plasmación la aleje de la realidad que nos rodea; los hechos cotidianos vistos como el espacio sencillo donde se halla lo universal; el escritor cobarde que, “en un uso pésimo de la literatura”, recurre en la ficción a sujetos desconocidos.

            No es necesario catalogar este volumen como un libro de viajes, aunque el narrador nos guíe por algunas ciudades de Noruega; tampoco como una novela de autoficción, pues tanto da si lo que nos cuenta es la trasposición más o menos literal de un viaje -exterior e interior- real o si es todo producto de la imaginación del autor; tampoco si es un ensayo novelado o una novela de ideas, a pesar de todas las reflexiones que suscita el texto. Lo que importa es que se trata de una novela de alta calidad literaria, escrita con una prosa elegante y sobria, poética en la ajustada precisión de las palabras. Por ello hay que celebrar que una editorial asturiana como Velasco Ediciones haya tenido el buen criterio literario de publicarla.


(Reseña publicada en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés el 6 de junio de 2025)

sábado, 31 de mayo de 2025

Manos de colores

 



            Las manos tocan y cogen las cosas del mundo, moldean el barro cuando se juntan el agua y la arena del desierto, acarician y consuelan con su tacto cálido, estrechan las manos que nos ofrecen la paz. También -¡ay!- se cierran para golpear el rostro del otro, pero ésas no son manos, sino puños.

            En las bibliotecas Bubisher, los niños y niñas se pintan las manos para sentir la magia de la pintura en la piel, la transformación del propio color natural en los vivos colores con los que plasmar sobre el papel todo lo que pueda crear su imaginación. Unas manos de colores que se convierten en una mariposa que echa a volar con sus alas rojas y azules, en un gallo orgulloso de su cabeza y su cola y sus patas rojas, en un árbol con sus ramas verdes creciendo hacia el cielo, en una divertida mano donde cinco señores nos sonríen con sus sombreros de colores. Quizá cada una de esas pinturas han surgido después de leer un cuento. También puede ocurrir que a partir de esas láminas pintadas podamos inventar una historia en la que una mariposa trae desde tierras lejanas la noticia que todos están esperando. La noticia que la mariposa le cuenta al gallo. El gallo que se sube al árbol para cantar a los cuatro vientos que cinco hombres muy importantes del mundo han acordado que el pueblo saharaui ha recuperado por fin la libertad.

En las bibliotecas Bubisher, los niños y niñas se pintan las manos para crear una realidad distinta.

(Publicado en el Boletín Sáhara Bubisher en mayo de 2025)

miércoles, 30 de abril de 2025

La princesa Luna y el príncipe Sol

 



Se dice que el libro es un utensilio con un diseño perfecto, un invento -como las tijeras o la rueda o la cuchara- que ya era inmejorable desde el mismo momento en el que se creó. Pueden darse modificaciones meramente formales -tamaño, grosor, motivos de la portada, colores, tipografías, etc.- que para nada alteran la esencia del producto, ese “Conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen”, según el diccionario de la RAE. Sin embargo, a esta definición académica, que acota con tan aséptica precisión el objeto, le falta el vuelo que al libro le imprimen las palabras que contiene, ese íntimo sentido -o sinsentido, según- que a cada lector le suscita el texto escrito en sus hojas: la conmovedora revelación de la poesía, la imaginación por donde, surcando infinitos mares, navegan las historias de siempre jamás, la sorpresa con la que aún nos inquietan y alivian los cuentos clásicos, la invitación a pensar de nuevo todas las cosas tantas veces dichas y escritas, la alegría y la tristeza y el miedo que continuamente nos despiertan todos los cuentos del mundo. Por eso, como dice el filósofo Emilio Lledó, “los libros nos dan más, y nos dan otra cosa”, sin olvidar nunca que “los libros nos leen también porque sus palabras son miradas que se reflejan en el cristal, aún limpio, de nuestros primeros pasos en el conocimiento”.

En las bibliotecas Bubisher, al mismo tiempo que una niña lee el cuento de La princesa Luna y el príncipe Sol, surge la magia de la imaginación. A su izquierda, la mismísima princesa Luna ilumina con sus ojos inmensos la rotunda noche del desierto, y a su derecha, el príncipe Sol despliega su risueña mirada, feliz por la luz y la voz de la niña que está leyendo el cuento.

(Publicado en el Boletín Sáhara Bubisher en abril de 2025)

lunes, 31 de marzo de 2025

Escribir en la arena

 



En la arena se escribe lo que creemos efímero, aquello que en un impulso garabateamos con un dedo, un palo o la punta de nuestro calzado. Sabemos que llegará la ola o el viento -tal vez otro dedo, otro palo, otro calzado- y lo borrará para siempre. Pero en la misma fugacidad de lo escrito está su permanencia. Esa palabra que dice mi nombre -o el tuyo-, el silencioso grito de auxilio -o de alegría-, ese palpitar de corazones cruzados por una flecha de amor -o de olvido-. Todo se desvanece como se nos van las horas y los días, pero también permanece la huella de ese momento en la memoria.

Las niñas de los campamentos saharauis escriben y dibujan y pintan sobre hojas de papel que, al asentarse en el suelo, dejarán también su marca grabada en la piel del desierto. En las hojas blancas lo escrito toma la forma de lo que queremos que permanezca para verlo más tarde. Para enseñarlo a otros niños y niñas, para leerlo en las bibliotecas de Bubisher o en la larga noche de las jaimas. Lo leído, como lo escrito en la arena, se lo llevará también una ola o el viento. Tal vez también las hojas de papel vuelen hacia otros mares, otros desiertos. Pero la escritura, la gozosa experiencia del mismo acto de escribir, permanecerá más allá del mero significado de las palabras.

(Publicado en el Boletín Sáhara Bubisher en marzo de 2025)



viernes, 28 de febrero de 2025

Amor

 



            Amor es una palabra tan pequeña que sólo tiene cuatro letras. Apenas dos sílabas. Una de ellas es sólo una letra. La otra tres. Con la primera se nos abre la boca de asombro, porque siempre es sorprendente. El amor nos asalta por la espalda como una palmada con la mano ancha. Un sobresalto que en los más afortunados consigue alzar ese misterioso revuelo de mariposas en el estómago. La segunda sílaba es de cierre. Un triple sonido que se armoniza hacia el silencio. Tres letras que te hacen cerrar los labios. La boca redondeada que ya contiene el beso que dará. Y al final de la palabra, la vibración de la lengua resuena en el paladar como un renovado recuerdo.

            Pero ese Amor de palabra pequeña se hace grande cuando ya no se nombra. Cuando ya se ha desvanecido, como un breve soplo, al salir de tu boca. Es el Amor que permanece en el dolor del Amor perdido. También el Amor que resiste ante el Amor nunca encontrado. El Amor en ausencia del Amor. El Amor del que espera y del que desespera. El Amor que se alimenta de las historias de Amor que cuentan otros. Como las que se cuentan en los libros. En forma de novela, de cuento, de canto o de poesía, tanto da. Así, en la lectura podemos saber cómo es El amor en los tiempos del cólera, o el Primer amor, o cómo son Los amores difíciles, o descubrimos el Libro de Buen Amor, o nos preguntamos De qué hablamos cuando hablamos de amor, o nos alegramos de que haya Veinte poemas de amor y sólo una canción desesperada.

            Pero, en realidad, todos los buenos libros hablan de Amor, aunque la palabra y el sentimiento que evoca estén ausentes en sus páginas. Es el Amor que el lector -nunca obligado, claro está- recibe de la propia lectura del texto. También de su tacto, de su olor, de los colores de la portada se enamora el niño, el joven o el adulto que acoge un libro entre sus manos. Como estas niñas que en las bibliotecas de Bubisher nos muestran, junto al cuento que leen, su amplia sonrisa enamorada.

(Publicado en el Boletín Sáhara Bubisher en febrero de 2025)

 

viernes, 31 de enero de 2025

Leer juntos

 



               ¿Hay cosas que pueden estar a la vez arriba y abajo, dentro y fuera, lejos y cerca, juntas y separadas? Veamos. Para ver los planetas y los satélites y las estrellas no hace falta mirar sólo arriba, al cielo infinito donde, aunque no los veamos, siempre están presentes. También podemos verlos abajo, entre nuestras manos que sujetan las páginas de un libro. Están en las fotografías o dibujos que ilustran los textos que tantas cosas nos cuentan: nombres, trayectorias, tamaños, formas, colores, incluso aventuras imaginadas, el sueño de alcanzar aquello que está más allá de la vista. Deseamos ver lo más lejano, pero también lo que tenemos más cerca, por ejemplo, todo aquello que guardamos dentro de nosotros mismos. Las partes de nuestro cuerpo que nos son invisibles, podemos igualmente verlas fuera, entre nuestras manos que sujetan las páginas de un libro. Y al lado de sus dibujos leer sus nombres, su anatomía, sus funciones, incluso los cuidados que necesita cada órgano para mantenernos sanos. Así, lo que está arriba puede estar abajo y lo que está dentro puede estar también fuera. Al alcance de nuestras manos, que pueden sujetar las páginas donde se cuentan historias que leemos con nuestros ojos, aquí cerca, pero que pueden llevarnos lejos, a ese territorio imaginado donde siempre se cumplen los sueños.

               Y lo mejor de todo es que podemos estar a la vez juntos y separados. Cada uno lee y mira por separado el libro que tiene entre las manos. Cada uno por separado encuentra el íntimo placer de la lectura y deja volar por sí solo su imaginación, pero leyendo juntos en los patios de las bibliotecas Bubisher compartimos dibujos, textos, historias, nuevos mundos. Nos convertimos en cómplices, compañeros en la aventura de descubrir todo aquello que se encierra en los libros.

(Publicado en el Boletín Sáhara Bubisher en enero de 2025)