El
mendigo de mi barrio no quiere ir a dormir al albergue municipal. A pesar del
frío, prefiere pasar la noche cobijado en la entrada de la librería que cerró
este año. Dice que en el albergue no pega ojo porque la gente ronca y sueña en
alto. Además, allí hay un horario que todos deben cumplir, mientras en la calle
sólo se guía por la propia voluntad de hacer lo que se le antoja en cada
instante. Me cuenta esto todos los días en los que, al pararme con él para
darle una moneda, me pongo pesado con que se vaya a pasar la noche al albergue.
Hoy, sin embargo, me dice que no va a dormir solo y me pregunta si tengo por
ahí una manta vieja. Es para uno de esos negros que han echado -con la
miserable satisfacción de los políticos- del edificio donde vivían desde hace
años. Le ha invitado a dormir con él en la entrada de la librería, justo en ese
hueco donde sueña todas las noches en voz alta. Hoy el hombre negro que se
acuesta a su lado bajo la manta vieja, no pega ojo porque el mendigo de mi
barrio no para de desearle en sueños FELICES FIESTAS Y PRÓSPERO AÑO 2026.
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