Las brujas de la reina Lupa
María Solar
Anaya, 2016
Hay un tipo de literatura –también
la destinada al público infantil y juvenil, claro está- que no tiene el menor
reparo en servirse de ciertos tópicos relacionados con las costumbres o las
leyendas de un determinado territorio para asentar más si cabe la vigencia de
tales temas. Seguramente, la intención –consciente o no, tanto da- de estos
escritores es contribuir a apuntalar algo tan escurridizo como lo que se ha
venido en llamar las “señas de identidad” de un pueblo. Así, parece que si eres
un escritor del sur, alguna vez te verás obligado a contar, bajo la cálida luz
de la luna, una nueva versión del consabido romance del caballero cristiano y
la mora cautiva; si eres del norte, tendrás que relatar, entre brumas, desconocidas
peripecias de xanas, trasgos o nuberus; y si ese norte mira al Atlántico, no te
quedará más remedio que, helado por la espesura de la niebla, descubrir entre
bosques a la santa compaña, a los portadores de los restos del apóstol Santiago
o una secreta reunión de meigas.
A estos dos últimos tópicos se
apunta la escritora María Solar con “Las brujas de la reina Lupa” (Anaya, 2016),
escrito originalmente en gallego. La novela comienza también con otro de los
temas recurrentes en la literatura infantil y juvenil, como es la visita que
todos los veranos hacen unos niños urbanos a su abuela que vive en el pueblo. Sin
embargo, este veraneo que en la mayoría de este tipo de relatos sirve para que
los nietos descubran una extraña costumbre, un secreto familiar o una antigua leyenda
que a la postre contribuya a su proceso de iniciación al mundo adulto, en este caso
lo que descubren los niños es de tal magnitud que, más que contribuir a ese
necesario aprendizaje, puede enturbiar su futuro definitivamente, condicionado
ya para siempre por haber tenido que sufrir una experiencia tan delirante.
Ilustración de Xabier Bonet |
Alternando los capítulos, se va
narrando una historia sucedida en el siglo I y lo que les ocurre en la
actualidad (siglo XXI) a tres primos cuando van a pasar el verano al pueblo con
su abuela. En la narración antigua se cuenta cómo la cotidiana vida de un
castro gallego se ve de pronto alterada por la llegada de unos forasteros que traen
desde Palestina los restos del apóstol Santiago con el fin de enterrarlo en
aquellas tierras, y cómo, debido a ciertos hechos milagrosos que se suceden
tras la llegada del enigmático cadáver, la reina Lupa se ve obligada a renegar
del culto a sus dioses para convertirse al cristianismo. En la narración contemporánea,
el habitual veraneo de los tres primos en el pueblo coincide este año con la
visita a casa de la abuela de unas extrañas amigas a las que les toca organizar
un congreso de brujas en el castillo mágico. Ante el asombro de los nietos, la
abuela les cuenta que ella es ahora la vigía del castillo por ser descendiente directa
de la primera mujer que lo custodió por orden de la reina Lupa. Las brujas la
ayudan a defender el tesoro que se encuentra escondido entre sus paredes, pero ¡oh,
misterio!, ha desaparecido la llave del castillo.
A partir de entonces se sucede una
aventura en la que los hechizos, la magia negra, las desapariciones y toda la
tópica parafernalia que suele acarrear este tipo de narraciones fantásticas
pueden ser del agrado de un cierto público juvenil que quiera conformarse con
un inverosímil sucedáneo de Harry Potter.
No hay comentarios:
Publicar un comentario