NADA
Amaia Cía Abascal
Edelvives, 2013
134 páginas
“Qué tienen en común un mago y un
aprendiz de cartero” es el subtítulo de esta alocada novela y la cuestión que
el lector debe rastrear a través de sus páginas hasta llegar a los últimos
capítulos donde encontrará que la respuesta es la misma que el título del
libro: Nada. Así es, nada parecen tener en común un mago y un aprendiz de
cartero, cada uno con los trajines propios de su oficio tan alejados de los particulares
quehaceres de los del otro. Pero esa respuesta tan simple es una verdadera
memez a la que hay que volver a preguntar “¿Nada?” y concluir la historia
contestando con un argumento que ya llegados a ese punto al joven lector –a
partir de 10 años- le parecerá absolutamente innegable.
Para llegar a ese final, hay que
recorrer catorce capítulos en cuyos títulos siempre aparece la palabra “nada”
(“Nada por aquí, nada por allá”, “Absolutamente nada”, “Poco o nada”, “Hace
nada”, etc.), intercalados por otros cuatro capítulos titulados con el nombre
de los palos de la baraja francesa (Tréboles, Picas, Diamantes y Corazones). En
ellos se va narrando la historia de Daniel Sabecomo (hijo), hijo de Daniel
Sabecomo (padre), mago, y de Bella Sabetodo, pitonisa. Daniel Sabecomo (padre)
hace juegos de manos con las cartas y juegos de palabras cuando habla, pues tiende
a confundir los vocablos de lo que dice, de forma que la luna llena puede
convertirse en “una hiena”, el cuarto creciente en “creyente” y el menguante en
cuarto con “guantes”. Bella Sabetodo, a pesar de su nombre una mujer más bien
feúcha, es capaz de adivinar el pasado, el presente y el futuro con una pecera
que utiliza a modo de bola de cristal. Con estos antecedentes, está claro que a
Daniel Sabecomo (hijo) no le queda más remedio que seguir la tradición de sus
padres, la que manda que su destino le obliga a convertirse en prestidigitador,
pero él no quiere resignarse a ser mago y por eso un día se lanza desde el
cañón del hombre bala por encima de la carpa del circo. Vuela hacia las nubes
hasta aterrizar sobre la copa del castaño que se encuentra delante de la casa
de Paulina. El hijo del mago desaparece, pero entre las ramas del árbol se deja
colgado un sombrero con una paloma blanca y unas flores de plástico. Para Paulina,
que en las cosas importantes de la vida se guía por señales, ese hallazgo es una
señal, la segunda que ha tenido desde que de niña vio brotar botellas de un
árbol. Parece como si alguien que tuviera un mapa del tesoro le fuera dejando
pistas de lo que tiene que hacer. Las otras dos señales que aparecerán hasta
sumar las cuatro que, según la tradición de su familia, indican que algo va a
cambiar en su vida, son el árbol del que brotan números y el haya del que
cuelga lo que haya, curiosa ocurrencia del nuevo aprendiz de cartero.
Es entonces cuando se responde a la cuestión que plantea el subtítulo de
la historia, de esta original, divertida y sorprendente novela que Amaia Cía
Abascal ha escrito con buenas dosis de emoción e inteligencia, y que seguramente
hará disfrutar a los jóvenes que quieran descubrir la forma de encontrar un
camino propio sin dejar de ser quien ya se es.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 18 de enero de 2014)
Buenas tardes, Marcelo:
ResponderEliminarSoy Amaia Cía Abascal. Me he encontrado tus comentarios a mi novela casi por casualidad y quería agradecerte las MARAVILLOSAS palabras que me has dedicado!!!!
No sabes lo feliz que soy en este momento.
Un abrazo fuerte
Amaia