“La liga de los pelirrojos”. A. Conan Doyle
“El diablo embotellado”. R.L. Stevenson
Editorial Anaya. Madrid, 2013
Es de agradecer que las editoriales
que dedican toda o parte de su producción a la literatura infantil y juvenil,
encuentren un hueco en la nutrida publicación de las novedades de los
escritores de éxito asegurado para acercar a los jóvenes algunos de los
clásicos imprescindibles, pero que aún así no suelen aparecer en la decretada
nómina de los planes de estudio.
En cualquier relación de escritores
clásicos –y no sólo, claro está, para el público juvenil- deben estar incluidos
los británicos (curiosamente los dos nacidos en Edimburgo a mediados del siglo
XIX) Arthur Conan Doyle y Robert Louis Stevenson. Del primero son conocidas las
historias protagonizadas por Sherlock Holmes, mientras que al segundo debemos
tal vez la obra más celebrada de la literatura juvenil, como es “La isla del
tesoro”. En este caso, la editorial Anaya nos presenta en su cuidada colección
de “Relatos ilustrados” dos cuentos que representan claramente el estilo de los
dos autores, al mismo tiempo que nos descubren las razones por las que sus
obras pertenecen a lo más destacado de la historia de la literatura.
“La liga de los pelirrojos”, de A.
Conan Doyle, es una muestra fiel de las pesquisas que debe llevar Sherlock
Holmes –ayudado de su inseparable doctor Watson- para resolver un caso que se
le presenta. En su despacho aparece Wilson, un prestamista pelirrojo, con la
intención de solicitar sus servicios para esclarecer la misteriosa desaparición
de la llamada “liga de los pelirrojos”, curiosa asociación que se dedica a
“proporcionar empleos cómodos a personas con dicho color de pelo”. Pero no
menos extraño es el trabajo que le encomendaron a Wilson en ese club: copiar
los volúmenes de la
Enciclopedia Británica en horario de diez a dos, con un
sueldo de cuatro libras a la semana. La rareza de ese empleo “puramente
nominal” es el hilo del que irá tirando Sherlock Holmes para averiguar la
verdadera razón de la existencia de la liga y de su repentina disolución. Con
este relato Conan Doyle nos demuestra su talento para urdir tramas que se
desarrollan con la sutileza, la inteligencia y el humor que siempre han sabido
agradecer los buenos lectores.
Con “El diablo embotellado”,
Stevenson nos introduce en el ambiente extraordinario que es tan característico
de su obra. Cuenta la historia de Keawe, un hawaiano que compra en San
Francisco una botella con un diablo dentro. Como el genio de la lámpara de Aladino,
el diablo concederá al dueño de la botella todo aquello que desee. Sin embargo,
tras la aparente maravilla se oculta en verdad un regalo envenenado, pues su
dueño debe tener siempre presente que si vende la botella, sus poderes y su
protección desaparecen, pero si muere antes de venderla por menos dinero del que
le costó, estará condenado eternamente al infierno. El dramático dilema de
dejarse llevar por la satisfacción de todos los deseos mundanos o preservar la
salvación del alma, llevará a Keawe al borde de la tragedia y al lector a vivir
de cerca la conmovedora inquietud de una duda vital.
La cualidad literaria de los relatos
se aviene perfectamente con la naturaleza de las ilustraciones, de manera que
Iban Barrenetxea logra representar con gracia las tribulaciones de los
personajes de Conan Doyle y Raúl Allén es capaz de plasmar de forma gráfica la
intriga y el misterio del cuento de Stevenson.
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