Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

martes, 9 de abril de 2013

La música del azar - Paul Auster



            Ya desde el título Paul Auster nos indica la verdadera esencia de la novela –es decir, de la vida-: el azar. Se ha resaltado mucho la importancia del azar en la obra de Auster, y tal vez sea en esta novela donde más se explicita esa idea, pues es a través del juego –siempre azaroso por definición, a pesar de posibles ventajas, trampas o pericias- cómo se va desarrollando la trama. Naturalmente, es una alegoría de la vida (el juego desde la infancia no es más que una representación simbólica de la realidad), siempre al albur de cómo se barajen y repartan las cartas, sólo pendientes -¿nuestra única libertad?- de ser capaces de saber cuándo apuestas más o te plantas y ya no recibes más cartas, cuándo vas de farol y engañas o te retiras de la partida por miedo, bajo la engañosa máscara de la sabiduría.
            A pesar de que todo lo apuntado no es más que un tópico, Auster es un maestro en trasladar esa idea –que además es la razón de todas las novelas, porque en todas el autor da puntadas con los hilos de colores que le han tocado en suerte- a una trama de verdadera ficción literaria, donde lo narrado –con un estilo preciso que envuelve y enloquece al lector en la persecución del párrafo siguiente- es un artificio muy imaginativo, una auténtica creación de situaciones pintorescas, personajes llamativos, acciones enriquecedoras por lo inverosímil de lo que sabemos que perfectamente puede llegar a ocurrir. 
Paul Auster

            Es una novela magistral y maravillosa, donde uno obtiene ese placer de la lectura que va buscando en una obra literaria, de creación, que te conmueva con unos personajes –como tú- atrapados en el azar del propio delirio de salir adelante: ese Nashe que es nuestro sueño, porque todos siempre hemos deseado viajar sin fin y sin rumbo, sin huir tampoco de la vida que te persigue; ese pobre Pozzi que vive del juego más descaradamente que todos nosotros que, sin saberlo, también vivimos del y por el juego; esa pareja de excéntricos con manías –compartidas por todos- de demiurgos; ese esbirro de Murks que, como todo carcelero, está preso de los presos que cuida…
            Hacía tiempo que no leía las últimas páginas de un libro tan sobrecogido, con el corazón en un puño, saliéndose por mi boca con la contradictoria pulsión de acabar de leer y no querer acabar nunca.

            “…hasta que un día, con mucha repugnancia, lo arriesga todo al ciego azar de una sola carta…” (William Faulkner: “El ruido y la furia”)

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