LA
QUIMERA DEL ORO
Jack
London
Anaya.
Madrid, 2015
274
pág.
Jack London (1876-1916) es un aguerrido narrador de la estirpe de
Verne, Stevenson, Conrad, Melville o Poe. Además de algunas
semejanzas biográficas, comparte con ellos -en mayor o menor medida-
una similar poética, aquella que trata de revelar lo que le sucede a
ese tipo de personaje que, situado ante una intensa experiencia,
decide desprenderse del natural encogimiento del miedo para atreverse
a forcejear con el destino que le ha tocado vivir. No se trata de
resaltar la combativa condición del héroe, sino, más bien al
contrario, de indagar en los abismos a los que en ocasiones nos
arroja al común de los mortales nuestra propia e incierta
existencia.
Conocido sobre todo por sus novelas “La
llamada de lo salvaje”, “El lobo de mar”, Martin
Eden, “El talón de hierro”
o “Colmillo blanco” -ésta
aún más famosa a partir de
sus exitosas versiones cinematográficas-,
lo mejor de la obra de Jack
London puede estar, sin
embargo, en
el conjunto de las breves narraciones que forman “La quimera
del oro” y “Los relatos de los mares del Sur”. En su origen
está sin duda la azarosa vida de su autor, que lo llevó a los 19
años a embarcarse en busca del oro que había aparecido en Klondike,
cerca de la frontera con Alaska, y a los 30 a navegar por la
Polinesia.
Jack London |
Los relatos incluidos en “La quimera del oro” (Anaya, 2015)
están unidos por la llamada fiebre que llevó a tantos buscadores a
Alaska durante la segunda mitad del siglo XIX. En ellos la fuerza
narrativa que despliega el autor está acorde con la extrema
severidad de la naturaleza y con el propio ímpetu que el hombre debe
sostener para afrontar tales inclemencias, con el convencimiento de
que a menudo resistir es la única forma posible de lucha y que la
victoria se conforma -en su doble acepción- con la agónica
conquista de la supervivencia. Así, la sardónica crueldad de un
perro y la vengativa maldad de un hombre se reflejan de forma
magistral en el relato titulado “Diablo”; el decidido propósito
de conseguir dinero fácil por medio de una descabellada empresa
asombra y divierte al lector en la por momentos disparatada fábula
“Las mil docenas”; la tragedia lírica que sucede en el corazón
verde del cañón rompe la silenciosa belleza del sereno “El filón
de oro”; la encarnizada lucha por la supervivencia entre un lobo y
un hombre hambrientos estremecen en el dramático “Amor a la vida”;
el dilema moral entre el ideal de justicia que debe imponerse a sí
mismo el hombre blanco y el íntimo temor que provocan los propios
pensamientos ante un hecho repentino se dirime en el magnífico “Lo
inesperado”; la tenacidad por encender un fuego como único remedio
para resistir en medio de la soledad de la nieve se impone en el
angustioso “La hoguera”; el ingenio de un condenado a muerte para
salvarse de la tortura alivia también al lector en el cuento “El
burlado”.
Vicente Muñoz Puelles abre el libro con una breve -y acertada para
los jóvenes lectores- presentación sobre la vida y la obra de Jack
London y lo cierra con un apéndice que, a modo de relato escrito en
primera persona, narra algunas andanzas biográficas del autor
norteamericano del que el próximo año se cumple el centenario de su
muerte. El volumen se completa con unas expresionistas ilustraciones
en blanco y negro de Enrique Flores.
Para seguir disfrutando de la lectura que sin duda producirán estos
relatos ambientados en “el silencio blanco”, nada mejor que
continuar leyendo las asombrosas aventuras narradas en “Los relatos
de los mares del Sur”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario