Bendice
estos animales que vamos a recibir
Pepe
Monteserín
Ediciones
Trea. Gijón, 2014
492
páginas
En estos tiempos en que se celebra la confusión o confluencia de
géneros, podríamos afirmar, aún a riesgo de resultar demasiado
osados para lanzar tal propuesta, que seguramente Pepe Monteserín
acaba de inventar un nuevo género literario con su última obra
“Bendice estos animales que vamos a recibir” (Ediciones Trea,
2014). Se trataría de una suerte de diario al que se podría
calificar como temático o de argumento. Durante 111 días de
“excursión e incursión” -desde el 3 de febrero al 24 de mayo de
2014-, el prolífico escritor praviano ha ido dando cuenta a modo de
diario de sus encuentros con más de treinta veterinarios y de sus
impresiones sobre esta profesión que trabaja con el reino animal. A
diferencia de los diarios al uso, en los que el autor, dejándose
llevar por el azar de los días, va plasmando más o menos fielmente
lo que le ocurre o lo que se le pasa por la cabeza, la característica
principal de este tipo de “diario temático” bien pudiera ser,
como anticipa el autor en el prólogo, divulgativa, lo cual lo aleja
del deliberado intimismo del diario ortodoxo para llevar a cabo una
intencionada labor transitiva, de información -y, por tanto, de
formación- sobre el asunto propuesto.
Así, Monteserín nos invita -más bien nos lleva de la mano- a
acompañarle en sus encuentros con los veterinarios que van contando
los entresijos de su profesión, con la cualidad añadida de que
somos de la misma estirpe que el autor, un espectador profano que se
asombra de todo lo que ve, experimenta o le cuentan. Como el
detective de un relato policíaco, el autor se presenta en el lugar
de los hechos, pregunta a los testigos y recoge pistas para descubrir
qué es la Veterinaria, esa ciencia que, siguiendo el lema de “Higia
pecoris, salus populi”, parece el eslabón necesario entre los
animales y el hombre, ya que a menudo el mundo animal es -como en una
adivinanza- aquello que está a la vez más cerca y más lejos de
nosotros, los seres vivos que más se nos parecen porque no en vano
compartimos el mismo reino, pero de los que a la vez nos separa la
distancia a que nos obliga nuestro orgullo racional.
Esa realidad -mancomunada entre animales y veterinarios- que nos
presenta el autor abarca el dilatado espacio que va de las
explotaciones ganaderas a las clínicas de animales pequeños, de las
especies exóticas de los zoológicos al control de la sanidad
alimentaria, de las facultades de veterinaria al cuidado de los
caballos de carreras, de las especies marinas a la apicultura, del
matadero de Noreña a los pastores nómadas de Senegal. Y más,
bastante más porque, como en todo buen relato, el tema o el
argumento de la obra no es más que una excusa para, en este caso,
contar -con las pinceladas de humor que le son propias a Monteserín-
historias personales, recorrer la geografía de España y parte de
Francia, hacer alguna alusión histórica, sacar a relucir ciertas
costumbres o traer referencias literarias, como Platero, el burrito
de plata que recorre, con su paso lento, las páginas del libro.
Con todo, tal vez el mayor mérito de esta obra es que Monteserín
no sólo nos muestra una realidad a menudo tan desconocida, sino que
el mundo animal aparece ante nosotros como una sorprendente
revelación, aquella que, como recoge el texto en una cita de
Asunción Herrera, es capaz de “dar significado a nuestra
identidad”.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 7 de febrero de 2015)
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