Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

sábado, 7 de febrero de 2015

Higia pecoris, salus populi


Bendice estos animales que vamos a recibir
Pepe Monteserín
Ediciones Trea. Gijón, 2014
492 páginas

          En estos tiempos en que se celebra la confusión o confluencia de géneros, podríamos afirmar, aún a riesgo de resultar demasiado osados para lanzar tal propuesta, que seguramente Pepe Monteserín acaba de inventar un nuevo género literario con su última obra “Bendice estos animales que vamos a recibir” (Ediciones Trea, 2014). Se trataría de una suerte de diario al que se podría calificar como temático o de argumento. Durante 111 días de “excursión e incursión” -desde el 3 de febrero al 24 de mayo de 2014-, el prolífico escritor praviano ha ido dando cuenta a modo de diario de sus encuentros con más de treinta veterinarios y de sus impresiones sobre esta profesión que trabaja con el reino animal. A diferencia de los diarios al uso, en los que el autor, dejándose llevar por el azar de los días, va plasmando más o menos fielmente lo que le ocurre o lo que se le pasa por la cabeza, la característica principal de este tipo de “diario temático” bien pudiera ser, como anticipa el autor en el prólogo, divulgativa, lo cual lo aleja del deliberado intimismo del diario ortodoxo para llevar a cabo una intencionada labor transitiva, de información -y, por tanto, de formación- sobre el asunto propuesto.
          Así, Monteserín nos invita -más bien nos lleva de la mano- a acompañarle en sus encuentros con los veterinarios que van contando los entresijos de su profesión, con la cualidad añadida de que somos de la misma estirpe que el autor, un espectador profano que se asombra de todo lo que ve, experimenta o le cuentan. Como el detective de un relato policíaco, el autor se presenta en el lugar de los hechos, pregunta a los testigos y recoge pistas para descubrir qué es la Veterinaria, esa ciencia que, siguiendo el lema de “Higia pecoris, salus populi”, parece el eslabón necesario entre los animales y el hombre, ya que a menudo el mundo animal es -como en una adivinanza- aquello que está a la vez más cerca y más lejos de nosotros, los seres vivos que más se nos parecen porque no en vano compartimos el mismo reino, pero de los que a la vez nos separa la distancia a que nos obliga nuestro orgullo racional.
          Esa realidad -mancomunada entre animales y veterinarios- que nos presenta el autor abarca el dilatado espacio que va de las explotaciones ganaderas a las clínicas de animales pequeños, de las especies exóticas de los zoológicos al control de la sanidad alimentaria, de las facultades de veterinaria al cuidado de los caballos de carreras, de las especies marinas a la apicultura, del matadero de Noreña a los pastores nómadas de Senegal. Y más, bastante más porque, como en todo buen relato, el tema o el argumento de la obra no es más que una excusa para, en este caso, contar -con las pinceladas de humor que le son propias a Monteserín- historias personales, recorrer la geografía de España y parte de Francia, hacer alguna alusión histórica, sacar a relucir ciertas costumbres o traer referencias literarias, como Platero, el burrito de plata que recorre, con su paso lento, las páginas del libro.
          Con todo, tal vez el mayor mérito de esta obra es que Monteserín no sólo nos muestra una realidad a menudo tan desconocida, sino que el mundo animal aparece ante nosotros como una sorprendente revelación, aquella que, como recoge el texto en una cita de Asunción Herrera, es capaz de “dar significado a nuestra identidad”.


(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 7 de febrero de 2015)

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