ME LEVANTÉ HERIDO
Pepe Monteserín
Septem Ediciones. Oviedo. 2013
¿Otra maldita novela sobre la Guerra Civil ? Pues sí, pero no
maldita, sino bendita, es decir, bienvenida novela sobre un joven que deja su
tierra y su familia para luchar por un ideal tan noble para él como lo era para
los que combatían en el lado contrario; un relato de iniciación en el que el
protagonista se adentra de repente en la madurez al verse obligado a enfrentarse
a la brusca aparición de una dramática circunstancia, en un terreno y un
período que los comentaristas del futuro se verán obligados a narrar con los
recursos de la épica; una historia sobre un hombre que pretende ser Euclides,
capaz de precisar una geometría en “cada gota de sangre” y de calcular las azarosas
posibilidades de la realidad a partir de una compleja fórmula poblada de “certezas,
riesgos e incertidumbres”; una fábula en la que en medio de los odios antiguos
o sobrevenidos, de las viejas amistades truncadas por traiciones, de las
relaciones siempre sospechosas de poder ocultar algo más tras las disimuladas
apariencias, se revela la convicción de que los personajes –las personas de
carne y hueso que protagonizaron la historia real- se ven forzados a pelear en
una guerra de “buenos contra buenos”; un romance, en fin, que narra al revés el
tradicional romance del caballero y la dama, del soldado que es rescatado del
cautiverio de las trincheras por las cartas, los regalos y la esperanza de un
anhelo que periódicamente envía su madrina de guerra desde Arango, la
retaguardia a orillas del río Nalón donde el desarmado caballero, después de
levantarse herido, regresará para rendir pleitesía a su amada.
Sin embargo, todos estos argumentos -y
alguno más que se entrecruza en el relato- podrían quedarse en la mera
enunciación de tópicos, si no resaltáramos como tal vez el mayor acierto de la novela
la compleja estructura que sostiene con buen pulso y destreza la obra. Ya desde
su primer libro (“Mar de fondo”, 1993), Pepe Monteserín ha acostumbrado a no dejarse
llevar sólo por contar sin más una historia, sino que ha hecho alarde de ser
dueño de ricos y variados recursos narrativos. Así, en “Me levanté herido”
juega hábilmente con los cambios de tiempo y espacio, el largo tiempo que
abarca la infancia de Luis Miranda antes de la guerra y el momento presente, en
el que al final ya de la vida cuenta a su hijo Ricardo la experiencia ocurrida
en la contienda, y el ancho espacio que se extiende desde la retaguardia de
Arango hasta el frente de Aragón, donde el cabo Miranda cayó –para
inmediatamente levantarse- herido en la cota 300. Mantiene el preciso
equilibrio para que el lector no se tambalee al verse obligado a transitar
desde los hechos pretendidamente plasmados de forma objetiva por la nieta
historiadora a la propia visión que de los mismos tienen quienes en primera
persona participan del relato. Las cartas, las referencias cinematográficas, las
grabaciones de audio, los partes de guerra, las noticias de prensa, los documentos
oficiales y los diálogos en la retaguardia, en el frente, en la actualidad y en
el pasado enriquecen una novela que, a pesar de tener un claro protagonista, es
fundamentalmente una novela coral, en la que el resto de personajes contribuye
a ampliar la perspectiva de lo narrado.
A la fidelidad al marco histórico se
une un planteamiento moral al afirmar que se cuenta una “historia de buenos
contra buenos”. Si esto fuera cierto, lejos de aliviar nuestras atribuladas conciencias,
contribuiría a añadir aún más dolor al causado por una guerra que todavía
necesitamos seguir contándonos.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 14 de diciembre de 2013)
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