Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

sábado, 14 de diciembre de 2013

Buenos contra buenos


ME LEVANTÉ HERIDO
Pepe Monteserín
Septem Ediciones. Oviedo. 2013



            ¿Otra maldita novela sobre la Guerra Civil? Pues sí, pero no maldita, sino bendita, es decir, bienvenida novela sobre un joven que deja su tierra y su familia para luchar por un ideal tan noble para él como lo era para los que combatían en el lado contrario; un relato de iniciación en el que el protagonista se adentra de repente en la madurez al verse obligado a enfrentarse a la brusca aparición de una dramática circunstancia, en un terreno y un período que los comentaristas del futuro se verán obligados a narrar con los recursos de la épica; una historia sobre un hombre que pretende ser Euclides, capaz de precisar una geometría en “cada gota de sangre” y de calcular las azarosas posibilidades de la realidad a partir de una compleja fórmula poblada de “certezas, riesgos e incertidumbres”; una fábula en la que en medio de los odios antiguos o sobrevenidos, de las viejas amistades truncadas por traiciones, de las relaciones siempre sospechosas de poder ocultar algo más tras las disimuladas apariencias, se revela la convicción de que los personajes –las personas de carne y hueso que protagonizaron la historia real- se ven forzados a pelear en una guerra de “buenos contra buenos”; un romance, en fin, que narra al revés el tradicional romance del caballero y la dama, del soldado que es rescatado del cautiverio de las trincheras por las cartas, los regalos y la esperanza de un anhelo que periódicamente envía su madrina de guerra desde Arango, la retaguardia a orillas del río Nalón donde el desarmado caballero, después de levantarse herido, regresará para rendir pleitesía a su amada.
            Sin embargo, todos estos argumentos -y alguno más que se entrecruza en el relato- podrían quedarse en la mera enunciación de tópicos, si no resaltáramos como tal vez el mayor acierto de la novela la compleja estructura que sostiene con buen pulso y destreza la obra. Ya desde su primer libro (“Mar de fondo”, 1993), Pepe Monteserín ha acostumbrado a no dejarse llevar sólo por contar sin más una historia, sino que ha hecho alarde de ser dueño de ricos y variados recursos narrativos. Así, en “Me levanté herido” juega hábilmente con los cambios de tiempo y espacio, el largo tiempo que abarca la infancia de Luis Miranda antes de la guerra y el momento presente, en el que al final ya de la vida cuenta a su hijo Ricardo la experiencia ocurrida en la contienda, y el ancho espacio que se extiende desde la retaguardia de Arango hasta el frente de Aragón, donde el cabo Miranda cayó –para inmediatamente levantarse- herido en la cota 300. Mantiene el preciso equilibrio para que el lector no se tambalee al verse obligado a transitar desde los hechos pretendidamente plasmados de forma objetiva por la nieta historiadora a la propia visión que de los mismos tienen quienes en primera persona participan del relato. Las cartas, las referencias cinematográficas, las grabaciones de audio, los partes de guerra, las noticias de prensa, los documentos oficiales y los diálogos en la retaguardia, en el frente, en la actualidad y en el pasado enriquecen una novela que, a pesar de tener un claro protagonista, es fundamentalmente una novela coral, en la que el resto de personajes contribuye a ampliar la perspectiva de lo narrado.
            A la fidelidad al marco histórico se une un planteamiento moral al afirmar que se cuenta una “historia de buenos contra buenos”. Si esto fuera cierto, lejos de aliviar nuestras atribuladas conciencias, contribuiría a añadir aún más dolor al causado por una guerra que todavía necesitamos seguir contándonos.

(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 14 de diciembre de 2013)

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