PROHIBIDO LEER A LEWIS CARROLL
Diego Arboleda
Editorial Anaya. Madrid, 2013
“Prestigioso matrimonio de
Manhattan, Nueva York, precisa urgentemente institutriz francesa para su única
hija. Se requiere seriedad, también buenas referencias, sin duda buena
educación y, muy importante, imprescindible, capacidad para mentir (tanto en
inglés como en francés)”. Este curioso anuncio aparecido en las páginas de un
diario en 1932 provocó una repentina ilusión en la aristocracia de una comarca
francesa donde vivía Eugéne Chignon, una joven que, siguiendo los deseos del
duque al que había servido su padre como mayordomo, había recibido la mejor formación
para llegar a convertirse en una buena institutriz. La joven había conseguido aprender
a hablar con soltura inglés, francés y alemán, y nadie dudaba de que estaba en
disposición de poder educar perfectamente a cualquier hijo de un noble, pero,
entonces por qué se habían entusiasmado tanto sus vecinos al leer aquel extraño
anuncio que ofrecía un trabajo más allá del mar. En todas las casas donde había
trabajado había conquistado a los niños, pero en todas también había enfadado a
sus padres, que difícilmente podían soportar las constantes torpezas de Eugéne,
los desaguisados y desastres que provocaba por cualquier sitio por donde pasaba.
Se trataba de accidentes involuntarios, pero aún así los aristócratas dieron
saltos de alegría cuando vieron la posibilidad de deshacerse para siempre de
tal calamidad.
En la carta que recibió Eugéne como
respuesta a las “amables” recomendaciones que habían enviado sus vecinos, los
remitentes de Manhattan le aclaraban cuatro puntos que debía cumplir
estrictamente si no quería ser “automáticamente despedida”. Esas condiciones se
podían resumir en que la niña a la que debía instruir era una verdadera
apasionada de Lewis Carroll y “Alicia en el país de las maravillas” y que, por
tanto, de ninguna de las maneras le sería permitido hacer la más mínima mención
al autor y a su famoso libro. Es decir, como avisaba el anuncio, era
imprescindible que mademoiselle Chignon pusiera en práctica su capacidad para
mentir.
A partir de ahí –siguiendo el viaje
que la institutriz hace a América para encontrarse con la imponente residencia
de los señores Welrush- la novela introduce a los jóvenes lectores en una
historia extravagante y divertida, en la que aparecen continuamente personajes
estrafalarios -monsieur Travagnant y su huevo del ave elefante de Madagascar, el
espigado y hambriento Timothy Stilt, la siempre contrariada señora Welrush, el
cabeza de morsa señor Welrush, presidente del Comité de Magnificación de
Eventos de la Universidad
y, sobre todo, la pequeña Alice, que hasta en el nombre es idéntica al personaje
inventado por Lewis Carroll- enfrascados en situaciones inverosímiles. Más allá
del suspense ante los posibles desastres que continuamente acechan tras las
torpezas de la nueva institutriz, la historia mantiene la incertidumbre de si
Eugéne logrará cumplir el trato de mentir a la pequeña Alice, de ocultarle que
justamente en los próximos días será homenajeada en la Universidad nada más y
nada menos que Alice Liddell, la ya octogenaria Alicia real que inspiró el
personaje de Carroll.
Este original cuento escrito con
gracia e ingenio por Diego Arboleda y poblado de expresivas y animadas
ilustraciones de Raúl Sagospe ha merecido el Premio Lazarillo 2012, un galardón
que siempre habría que dar a aquellos que nos advierten de que “no está bien
que nos engañen con las cosas que nos parecen importantes”.
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