COLECCIÓN CUBILETE
Editorial Bruño
Los
responsables de las editoriales saben que, a falta de sagas o secuelas que
consigan atrapar al lector en el deseo o la necesidad de seguir adquiriendo volúmenes
para continuar alimentando el insaciable gusanillo de la lectura, una de las
estrategias comerciales que más éxito suele tener es la creación de colecciones.
Pueden ser de clásicos, de biografías o de cualquier otro tema que sea lo
suficientemente atractivo como para poder despertar el afán que a menudo tenemos
no sólo por la recopilación de cosas, sino más aún por la pulsión casi
predeterminada por acabar aquello que empezamos. Y en esta ambición los jóvenes
lectores suelen verse abocados con más entusiasmo que los adultos, pues es
fácil comprobar cómo muchos pequeños van sacando uno a uno todos los volúmenes
de una colección de la biblioteca escolar o cómo piden a sus mayores que
compren los que les faltan para completar la lista de los libros que les quedan
por leer del lote. Es por ello que –antes que un reproche- nos congratulemos de
que esta avispada visión de las editoriales contribuya de una manera tan
decidida a la animación a la lectura de los más jóvenes.
El logro de este fin se ve sin duda favorecido
por la Colección Cubilete
de álbumes ilustrados que acaba de presentarnos la editorial Bruño. Se inicia
con tres títulos -dirigidos a primeros lectores- enlazados por el hilo común de
tratar de forma original y divertida historias que relatan lo diferente.
“El buen lobito” –premiado en la Feria Internacional
del Libro Infantil de Bolonia-, con texto y dibujos de Nadia Shireen, describe
con ingenio y humor los empeños de un lobo bueno para convertirse en un lobo de
verdad, un lobo que para transformarse en feroz debe aullarle a la luna o
derribar a soplidos la casa de uno de los tres cerditos. El fracaso en esa
ardua tarea se ve de pronto compensado por una oportuna ocasión en la que “el
buen lobito” es capaz de demostrar que puede ser tan malo como cualquier lobo.
El cuento se cierra con un sorprendente final que puede dejar helada la sonrisa
confiada del niño lector –o escuchante-, pero justamente por eso, por la
pretensión de alejarse de ciertos convencionalismos edulcorados, la narración guarda
–a través de ese último desasosiego- un significado más profundo.
El ilustrador Emilio Urberuaga
cuenta en “Nanuk, Bobuk, Tontuk y una foca blanca” la historia de un oso polar
que era diferente. Nanuk no sólo era negro, sino que no le gustaba la carne de
foca. Precisamente sirviéndose de los rasgos que lo hacían distinto, sus
hermanos Bobuk y Tontuk se divertían mucho con él hasta que, ya de mayores,
cayeron en la cuenta de lo peligroso que era jugar con alguien diferente. Así
fue como Nanuk, al quedarse sólo, tuvo la suerte de encontrar a Aput, una foca
adulta de color blanco, con quien descubrió que sus diferencias era lo que –curiosamente-
les hacía más iguales. El cuento –acompañado por la calidad de las
ilustraciones a las que nos tiene acostumbrados su autor- es un canto a la
diversidad como la condición necesaria para sentirnos más unidos a los otros.
“¡No me dejan hacer nada!” es el
expresivo título que Thierry Robberecht (autor) y Annick Masson (ilustradora) ponen
a este álbum donde una niña se queja constantemente de lo que no le dejan
hacer, en comparación con lo que sí pueden hacer los animales (sacar la lengua,
sorber por la nariz, comer con las manos o dormir el día entero) o su hermano
pequeño (por ejemplo, eructar). Sin embargo, ella ha encontrado una divertida solución
que comparte con el lector en la sorpresa de la última página.
(Publicado en en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 8 de junio de 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario