LA QUÍMICA DE LA
LITERATURA
Desde el amplio ventanal del espacio
en el que escribe José Ángel Ordiz (San Martín del Río Aurelio, 1955), se ve un
centro comercial de donde salen y entran continuamente personas que recuerdan a
aquellas hormigas de las que el profesor de química hablaba a sus alumnos para
hacerles más llevadera una aburrida clase sobre el ácido fórmico. La literatura
y la química unidas en la vida del escritor cuando recuerda que su madre le
daba un libro para distraerle del peligro que suponía su atracción infantil por
la bombona del butano. De esas dos aficiones, que con el tiempo se convirtieron
en oficios, da cuenta la estantería donde conviven manuales de química y libros
de literatura, germen de una especie de “química de la literatura” que formula
su obra con una composición en la que, en un estilo caracterizado por el
cuidado de los aspectos formales, están presentes los personajes humildes, los
espacios reconocibles, los continuos cambios temporales, los diálogos magistrales
y las tramas pegadas a la vida, “la vida caníbal que le dicta al oído de mi
curiosidad”.
Como buen profesor de química, Ordiz
ha conseguido la fórmula para convertirse en un escritor invisible. Sí, se le
puede ver en la fotografía que ilustra este texto y en las solapas de la
mayoría de los libros que ha publicado, pero su invisibilidad es algo que va
más allá de la posible ausencia de su imagen de nuestro campo visual. Su
invisibilidad es un estado de ánimo, una decidida voluntad de desaparecer
detrás de su obra. De ahí que en su estudio apenas haya sitio para algo más que
no sean los útiles que necesita un escritor –un sillón de lectura, una mesa con
ordenador e impresora, diccionarios, algunos libros- y no sean visibles los
numerosos galardones que ha ido cosechando su obra –los últimos, el Premio de la Crítica de Asturias en
2009 y 2010-. Entre los libros, algunos ejemplares de su novela “Sal dulce”
(Editorial Quadrivium), que fue seleccionada entre las diez finalistas del
Premio Planeta 2010 y que acaba de llegar a las librerías después de “haber
tardado 53 años en escribirla”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario