LA FÁBRICA DE BETÚN
Vicente Muñoz Puelles
Editorial Anaya, Madrid, 2012
Como suele ocurrir cuando se conmemora una fecha señalada –generalmente el nacimiento o muerte- en la vida de un famoso escritor, las editoriales aprovechan el acontecimiento para sacar nuevas ediciones de sus obras, desempolvar algunos papeles olvidados o publicar recientes ensayos o biografías al respecto. A pesar de la habitual saturación que conllevan estas efemérides, también es de celebrar que, asomando entre la maraña de lo ya manido, de vez en cuando salga a la luz alguna original propuesta. Tal es el caso de “La fábrica de betún” (Editorial Anaya, 2012), donde Vicente Muñoz Puelles -Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, 1999- consigue acercar a los jóvenes lectores la figura de Charles Dickens, que –como todo el mundo sabe- el pasado 7 de febrero cumplió sus primeros doscientos años.
En esta novela, a John Forster -amigo y agente literario de Dickens- se le aparece el espectro del escritor cuando precisamente se encuentra enfrascado en la tarea de escribir una biografía de su amigo recientemente fallecido. Ante la estupefacción de Forster, el fantasma de Dickens no se limita a contarle los pasajes de su vida que él desconoce, sino que lo lleva de la mano –literalmente volando por el cielo- a visitar no sólo los lugares, sino el tiempo donde transcurrió su infancia. Así, Forster es testigo privilegiado del nacimiento de Charles en el seno de una familia más o menos acomodada y de algunas escenas de su infancia dorada en la ciudad de Chatham, donde aparecen sus primeras lecturas –Alí Babá, Don Quijote, Gulliver, Robison Crusoe-, las representaciones navideñas en las que demostraba su capacidad para recitar a Shakespeare y el regalo premonitorio que le hizo el director de su escuela: “El paraíso perdido”, de John Milton. En capítulos sucesivos, el lector asiste –con Forster, que va viendo la vida de Dickens como si fuera una película- a la pérdida de ese mundo feliz de la infancia, que poco a poco se va desmoronando a medida que crecen las deudas de su padre y el pequeño Charles se ve obligado primero a empeñar sus queridos libros y después a trabajar en una fábrica de betún. Las duras condiciones de ese empleo y el sórdido ambiente de la “cárcel de deudores”, donde al final han recluido a su padre hasta que pueda satisfacer las deudas que ha contraído, van llenando a Dickens de argumentos para sus futuras novelas.
Vicente Muñoz Puelles ha logrado escribir una novela plenamente dickensiana, de forma que para contarnos la vida del autor inglés toma prestado el ambiente de sus narraciones, la inconfundible atmósfera de la sociedad victoriana que es la base de la denuncia de la miseria y la injusticia en la que habitan sus desgraciados personajes, pero también nos revela el humor que se destila en tantas obras de Dickens, en este caso “encarnado” en el espectro –figura en la que aparece el biografiado-, tan característico de sus más célebres cuentos. A este homenaje también contribuyen las acertadas ilustraciones de Irene Fra, que envuelve a los pequeños lectores en la atmósfera –también espectral- de la vida del pequeño Dickens.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 3 de marzo de 2012)
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