Como muestra de pequeño, privado homenaje a Charles Dickens en el día en que se cumplen los primeros doscientos años desde su nacimiento, he hojeado algunos de los ejemplares de su obra que tengo en mi librería con la intención de releer esos famosos pasajes que a menudo gustan de permanecer en la memoria. Entre ellos el conocido inicio de “Historia de dos ciudades”, aquel que yo recordaba como “Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos…”. Pero la sorpresa me asalta cuando compruebo que las dos versiones que tengo no sólo no coinciden, sino que contradicen el sentido de lo traducido.
En la edición de Bruguera de 1974, la traducción de Carlos Sempau dice: “Era la peor y la mejor de las épocas, era el siglo de la razón y de la locura, la época de la fe y de la incredulidad, era un período de luz y de tinieblas, la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación, lo teníamos todo ante nosotros y el horizonte se cerraba delante nuestro, se iba directamente al cielo y por el camino más corto al infierno; en resumen, aquella época era tan distinta a la nuestra que algunas de sus más respetables autoridades opinaban que sólo se debe hablar de ella en grado superlativo, ya sea para bien o para mal”. (p. 9)
En la edición de Unidad Editorial (Colección Millenium) de 1999, la traducción de Salustiano Masó dice: “Era el mejor de los tiempos y el peor; la edad de la sabiduría y la de la tontería; la época de la fe y la época de la incredulidad; la estación de la luz y la de las tinieblas; era la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación; todo se nos ofrecía como nuestro y no teníamos absolutamente nada; íbamos todos derechos al cielo, todos nos precipitábamos en el infierno. En una palabra, a tal punto era una época parecida a la actual que algunas de sus autoridades más vocingleras insistían en que, para bien o para mal, se la tratara sólo en grado superlativo”. (p. 11)
Las cursivas son mías y tal vez indiquen, con la ironía que tan a menudo se desprende de la obra de Dickens, que ahí resida precisamente la clave que convierte a un escritor en un autor universal, en la libre interpretación –a menudo contradictoria- que en las diferentes generaciones suscita su lectura.
("It was the best of times, it was the worst of times, it was the season of Light, it was the season of Darkness, we had of everything before us, we had nothing before us... in short, it was a period very like the present...")
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