“El niño que se convirtió en coche”
Marcelo Matas de Álvaro
Editorial Juglar. Toledo,
2016
Marcelo Matas ha escrito varios
cuentos infantiles, el volumen de relatos “Ingenio lego” (de próxima
publicación) y participado en varios libros colectivos. Pertenece al Comité de Redacción de la
revista “Platero”, una atalaya privilegiada para pulsar los gustos e
inquietudes de los más pequeños, y es colaborador de “El Comercio” y de la
revista digital “Literarias”. De su experiencia con este difícil público y su
deseo de divertir y enseñar nace “El niño que se convirtió en coche”, cuento
que acaba de ver la luz en la editorial Juglar dentro de su coqueta colección
Mandarina.
Escrito a fuego lento y con mirada
de observador de patio de colegio, en el autor se nota una mano acostumbrada a
tratar con el público infantil y juvenil y unos ojos también muy hechos al
ámbito literario que nos ocupa, el de los niños que, lejos de las prisas y de
las sagas literarias infantiles actuales -más preocupadas de vender cromos y
merchandising que de labrar una buena historia-, saben que son niños y que no
les apetece crecer. Y es que libros como éste, con una historia sencilla,
basada en un hecho real, pero con un toque de ese período un poco surrealista
que es la infancia, son los que han de acompañarnos al crecer, no tanto
físicamente sino en cuanto a nuestra imaginación, la cual va configurándose a
base de historias y experiencias desde esta primera y fundamental etapa de la
vida.
Destinado a un público a partir de 7
años, el cuento presenta a Luis, un niño al que le encantan los coches y que
sufre una especie de metamorfosis kafkiana al encarnarse en un coche. Sus
amigos también se convierten en otros objetos y juguetes como pelotas, muñecas,
indios y vaqueros o dinosaurios. De toda esta locura infantil nace el
sentimiento de compartir nuestros juegos con los demás, y la enseñanza -una de
ellas- que este cuento nos muestra, la de que disfrutamos más en compañía de
los demás, de que este mundo está hecho para compartir, y ya desde la infancia
debemos saberlo y obrar en consecuencia.
Ilustración de Mónica de Íscar |
La joven ilustradora Mónica de Íscar
representa en dibujos la historia sin por ello utilizar las tan manidas
alharacas técnicas de otras colecciones, sin tintas fluorescentes ni dibujos
prediseñados, pero con un buen hacer sabiendo sumergir al lector en ese mundo
infantil dulce, despreocupado y sin aristas, consiguiéndose así un cuento
escrito para leer, pero también para contar y recontar, ya que tiene la
longitud ideal para no cansar, pero sí para sumergir en un mundo de sueños a
los niños y adultos que se acerquen a conocer la asombrosa aventura de Luis, el
niño que se convirtió en coche.
Esta historia no solo es
recomendable para maestros y bibliotecarios, sino que también -les aseguro-
hará las delicias de los padres, madres, abuelos, tíos, primos y hermanos que
se acerquen a ella, ya que tiene el tamaño perfecto para ser disfrutada una y
mil veces antes de ir a la cama, durante un viaje, antes de jugar o en el
tiempo diario de lectura, ya que a buen seguro no cansará a los más pequeños
que se acerquen a ella, niños y niñas a quienes les encanta soñar, pero siendo
conscientes los adultos que compartimos con ellos ese momento mágico que
conlleva abrir un libro, de que tenemos que alimentar esos sueños con historias
como ésta, sencillas, tiernas, encantadoras y que enseñen algo. Este es el
caso. Disfrútenlo.
(Reseña publicada por David Fueyo en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Aviles. 10 de diciembre de 2016)
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