El secreto de Enola
Daniel Hernández Chambers
Edelvives, 2016
La aparición de algo inesperado
es el elemento que normalmente desencadena la trama en las llamadas
novelas de misterio, aquellas en las que al protagonista, sorprendido
por el repentino descubrimiento de un objeto o un suceso hasta
entonces desconocido o secreto, no le queda más remedio que
emprender la tarea de desentrañar el enigma que guarda tal hallazgo.
En ese empeño suele encontrarse con toda clase de trabas e
imprevistos, al mismo tiempo que aparecen también personajes o
situaciones que le ayudarán a sortearlos para llegar al buen fin que
exige la resolución del relato. El
público juvenil -y el
adulto, claro está- suele ser muy receptivo a este tipo de novelas,
seguramente debido a la entretenida lectura que a menudo conlleva y a
la satisfacción que siempre se alcanza al poder cerrar en el mundo
de la ficción lo que rara vez se consigue culminar en la vida real.
De ahí que las editoriales apuesten una y otra vez por las obras que
desarrollen tramas de intriga en las que la resolución del enigma
vaya acompañada también por el propio cambio que necesariamente
debe sufrir el protagonista para lograr el sentido último de la
historia.
En esta línea se encuentra “El secreto de Enola”, galardonada
con el XXVII Premio Ala Delta de la editorial Edelvives. En esta
novela su autor, Daniel Hernández Chambers (Tenerife, 1972), se
atreve a introducir, como elemento desencadenante de la acción, algo
en principio no muy agradable como es el esqueleto de una paloma. El
joven Ralph, apodado Calcetines porque suele ponérselos de diferente
color, encuentra la repugnante osamenta al limpiar la chimenea de su
vecina, la solitaria anciana Enola. Pero lo que verdaderamente le
llama la atención, después de haber superado el asco que le produce
semejante hallazgo, es el mensaje en clave que lleva atado a una de
sus patas el esqueleto de la paloma. Con su amiga Margaret -por quien
Ralph siente algo más que una mera amistad- se propone descifrar el
mensaje de la paloma, pero en sus indagaciones se les cruza otro
misterio que también tienen que resolver. Se trata de la existencia
de Norman Herzog, un antiguo novio de Enola, del que no se sabe nada
desde que hace casi medio siglo se marchó para no volver. Las
palomas mensajeras, que se usaron en la Segunda Guerra Mundial como
medio de comunicación secreto entre los Aliados y la Resistencia
francesa, y la historia de amor imposible entre Norman y Enola, se
vinculan para que los jóvenes amigos lleguen a la resolución de
ambos enigmas. Para ello, deben utilizar algunas artes con el fin de
sacar del silencio a quien conoce los entresijos de la historia,
además de verse obligados a tener que servirse de algún personaje
poco recomendable para poder descifrar el código secreto.
Los jóvenes lectores (a partir de 10 años) seguramente disfrutarán
de esta entretenida novela, al
mismo tiempo que, como le ocurre a Ralph, podrán aprender que, con
respecto a los sentimientos que se tenga hacia otra persona, uno no
puede dedicarse a esperar toda la vida. A destacar las ilustraciones
de David de las Heras, cuyas imágenes evocan la textura figurativa
de Edward Hopper.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés el 15 de julio de 2016)
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