Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

sábado, 27 de febrero de 2016

Los maravillosos años del vapor


Los descazadores de especies perdidas
Diego Arboleda – Raúl Sagospe
Anaya, 2015


          Después de su celebrada obra “Prohibido leer a Lewis Carroll” (Anaya, 2013, galardonada con el Premio Lazarillo), el escritor Diego Arboleda y el ilustrador Raúl Sagospe vuelven a sorprendernos con otra historia donde la originalidad del relato, las situaciones inverosímiles y el desfile de personajes estrafalarios se ponen de acuerdo para lograr el primer objetivo que debe perseguir cualquier obra destinada a los jóvenes -y a los mayores- lectores: conseguir que disfruten con su lectura, que lo que se cuenta y la forma de contarlo atraigan de tal manera que el lector sienta la imperiosa necesidad de seguir leyendo.
          En “Los descazadores de especies perdidas” (Anaya, 2015) nos encontramos en los “años del vapor”, un tiempo en el que “existió un tipo de gente excepcional que nunca aparece en los libros de historia”. Como Minerva Vapour -última descendiente de una familia de genios-, que se sirve del aparato de inteligencia artificial llamado “Mismo mecanismo” para enviar desde su torre mensajes escritos en hojas de otoño a los “niños borrosos” que juegan en el patio de la escuela. Como el señor Bisiesto -llamado así por haber nacido un 29 de febrero-, que vive en un pequeño pueblo del Pirineo conocido como Val de V porque allí de una manera u otra todo está relacionado con la letra V: la forma del valle, el vino que sale de las viñas que se cultivan en la vega y sobre todo los nombres y apellidos de todos los vecinos, cuyas iniciales deben ser una V, menos las del señor Bisiesto, quien, tal vez para compensar esa carencia, en el día de su cumpleaños recibe un paquete con una misteriosa válvula. Como Victoria Vapour -una inventora con melena de rizos pelirrojos-, que se rebeló contra la ley de la gravedad al inventar una máquina voladora que después de sobrevolar en misión secreta sobre la Ciudad Prohibida de China, fue a aterrizar al recóndito valle Val de V.
Como Iris Vapour -bisabuela de Minerva e inventora del brazo articulado “Mismo mecanismo”-, que presenta en la Exposición Universal de París de 1867 el artefacto conocido como Atenea, la lechuza autómata, con tanto éxito que logró llamar incluso la atención del mismísimo Napoleón III. Como William Aimer de Murk -heredero de una estirpe de nobles cazadores ingleses-, que entre estornudo y estornudo logró sacar una fotografía al zorro blanco de las ciénagas de Murk, el fantasma de una especie de zorros dada por desaparecida. Como Zazia -nieta de Zazel, la primera mujer bala de la historia-, que se lanzó al espacio para encontrarse en pleno vuelo con su amigo el dibujante Benvenuto Farini, también conocido como el Invisible Chico Tímido. 
          Algunos de estos personajes vuelven a aparecer en el último capítulo, donde ciertos hechos aparentemente disparatados que han ido sucediendo en el libro se encuentran para dar sentido al título de la novela. Así, los animales que se dan por desaparecidos en la “Galería ilustrada” -el caracara, el guará, el dodo y otros incluidos en el “Catálogo de especies perdidas”- que inicia cada capítulo, van a ser “descazados” utilizando uno de aquellos extraños ingenios.
          En este libro las expresivas ilustraciones de Raúl Sagospe no cumplen la mera función de acompañar al divertido texto de Diego Arboleda, sino que forman parte de la propia trama, de una historia magnífica que sin duda hará las delicias de unos lectores que también podrán entender la novela como una maravilla más de aquellos años del vapor.


(Publicado en el suplemento Cuturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 27 de febrero de 2016)

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