Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

sábado, 23 de mayo de 2015

La tarea del héroe


La princesa rana
Cuento tradicional ruso
Interpretado por Tatiana Davidovitch
Editorial Pobre Lobo. Madrid, 2014


          Este cuento popular ruso viene a demostrar que todos los relatos que han llegado por vía oral hasta nuestros días conforman, a pesar del empeño del hombre por elevar fronteras, un acervo común, de manera que debemos convenir que en un desconocido y lejano origen se produjo sobre una amplia geografía la serie de arquetipos literarios que hemos concebido bajo el nombre de cuentos tradicionales. Títulos tan conocidos como Blancanieves, Cenicienta o Caperucita Roja son sólo versiones -ajustadas al tiempo y al espacio que les son propios- de un caudal narrativo universal. Por ello, no es de extrañar que en su indispensable “Cuentos al amor de la lumbre” (Anaya, 2011), Antonio R. Almodóvar incluya en el volumen correspondiente a los “Cuentos maravillosos” el título “La princesa rana”, dentro del capítulo dedicado al arquetipo de “La princesa encantada”. Las diferencias entre la versión rusa que nos ofrece ahora Tatiana Davidovitch en la recién nacida editorial “Pobre Lobo” y la española que presentó en su día A. R. Almodóvar tienen que ver con la distinción que precisamente este autor hace entre lengua y habla, en el sentido de que la “lengua” sería el arquetipo, “la abstracción resultante capaz de explicar en síntesis la totalidad del cuento”, mientras que “las hablas del cuento son las distintas versiones de él que podemos encontrarnos”. Así, las dos “princesas ranas” compartirían los “siete personajes” -entendidos desde una noción amplia y flexible del concepto- que definen a los “cuentos maravillosos”: el héroe, el falso héroe, el agresor, el donante del objeto mágico, la víctima, el padre de la víctima y los auxiliares del héroe.
          En esta “interpretación” del cuento ruso el personaje del héroe es el hijo pequeño del zar, el zarevich Iván, quien, obligado por el mandato de su padre y la azarosa dirección de una flecha, debe casarse con una rana. Sin duda, su suerte parece un hecho desgraciado, pero, frente a la apariencia de que sus hermanos mayores se han casado con mayor fortuna, la rana guarda la maravillosa cualidad de quitarse su piel y convertirse en una hermosa doncella llamada Vasilisa la Sabia. Así, va saliendo más airosa de las pruebas que el zar pone cada día a las esposas de sus hijos: hornea el pan más delicioso, cose la mejor camisa y hace resplandecer su belleza en la fiesta de palacio. Pero esa misma noche del baile el zarevich Iván comete el error de arrojar al fuego la piel de rana, lo cual provoca que su esposa, transformada en cisne, salga volando por la ventana hasta el otro confín del mundo, donde vive Koschei el Inmortal, el personaje agresor definido como “ojos sin alma, huesos sin carne”. A partir de entonces Vasilisa la Sabia pasa a ser la víctima a quien deberá rescatar su esposo, el héroe Iván. En su camino se encuentra con un anciano (el donante del objeto mágico) que le entrega un ovillo para que le guíe en su búsqueda, a través de montañas, bosques, campos y mares donde tendrá que pasar algunas pruebas hasta llegar a la cabaña de Baba Yaga. Esta bruja (auxiliar del héroe) le dará la clave para enfrentarse a Koschei (a la vez falso héroe y padre de la víctima), quien la tiene cautiva en su reino inmortal.
          Es de celebrar la aparición de la editorial Pobre Lobo, que con “La princesa rana” (ilustrado por Sally Cutting) inicia la publicación de cuentos fantásticos con personajes procedentes de la mitología eslava.

(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 23 de mayo de 2015)



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