La
princesa rana
Cuento
tradicional ruso
Interpretado
por Tatiana Davidovitch
Editorial
Pobre Lobo. Madrid, 2014
Este cuento popular ruso viene a demostrar que todos los relatos que
han llegado por vía oral hasta nuestros días conforman, a pesar del
empeño del hombre por elevar fronteras, un acervo común, de manera
que debemos convenir que en un desconocido y lejano origen se produjo
sobre una amplia geografía la serie de arquetipos literarios que
hemos concebido bajo el nombre de cuentos tradicionales. Títulos tan
conocidos como Blancanieves, Cenicienta o Caperucita Roja son sólo
versiones -ajustadas al tiempo y al espacio que les son propios- de
un caudal narrativo universal. Por ello, no es de extrañar que en su
indispensable “Cuentos al amor de la lumbre” (Anaya, 2011),
Antonio R. Almodóvar incluya en el volumen correspondiente a los
“Cuentos maravillosos” el título “La princesa rana”, dentro
del capítulo dedicado al arquetipo de “La princesa encantada”.
Las diferencias entre la versión rusa que nos ofrece ahora Tatiana
Davidovitch en la recién nacida editorial “Pobre Lobo” y la
española que presentó en su día A. R. Almodóvar tienen que ver
con la distinción que precisamente este autor hace entre lengua y
habla, en el sentido de que la “lengua” sería el arquetipo, “la
abstracción resultante capaz de explicar en síntesis la totalidad
del cuento”, mientras que “las hablas del cuento son las
distintas versiones de él que podemos encontrarnos”. Así, las dos
“princesas ranas” compartirían los “siete personajes”
-entendidos desde una noción amplia y flexible del concepto- que
definen a los “cuentos maravillosos”: el héroe, el falso héroe,
el agresor, el donante del objeto mágico, la víctima, el padre de
la víctima y los auxiliares del héroe.
En esta “interpretación” del cuento ruso el personaje del héroe
es el hijo pequeño del zar, el zarevich Iván, quien, obligado por
el mandato de su padre y la azarosa dirección de una flecha, debe
casarse con una rana. Sin duda, su suerte parece un hecho
desgraciado, pero, frente a la apariencia de que sus hermanos mayores
se han casado con mayor fortuna, la rana guarda la maravillosa
cualidad de quitarse su piel y convertirse en una hermosa doncella
llamada Vasilisa la Sabia. Así, va saliendo más airosa de las
pruebas que el zar pone cada día a las esposas de sus hijos: hornea
el pan más delicioso, cose la mejor camisa y hace resplandecer su
belleza en la fiesta de palacio. Pero esa misma noche del baile el
zarevich Iván comete el error de arrojar al fuego la piel de rana,
lo cual provoca que su esposa, transformada en cisne, salga volando
por la ventana hasta el otro confín del mundo, donde vive Koschei el
Inmortal, el personaje agresor definido como “ojos sin alma, huesos
sin carne”. A partir de entonces Vasilisa la Sabia pasa a ser la
víctima a quien deberá rescatar su esposo, el héroe Iván. En su
camino se encuentra con un anciano (el donante del objeto mágico)
que le entrega un ovillo para que le guíe en su búsqueda, a través
de montañas, bosques, campos y mares donde tendrá que pasar algunas
pruebas hasta llegar a la cabaña de Baba Yaga. Esta bruja (auxiliar
del héroe) le dará la clave para enfrentarse a Koschei (a la vez
falso héroe y padre de la víctima), quien la tiene cautiva en su
reino inmortal.
Es de celebrar la aparición de la editorial Pobre Lobo, que con “La
princesa rana” (ilustrado por Sally Cutting) inicia la publicación
de cuentos fantásticos con personajes procedentes de la mitología
eslava.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 23 de mayo de 2015)
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