CÉSAR MALLORQUÍ
Editorial Edebé. Barcelona, 2012
510 páginas
No ha hecho falta la socorrida
excusa de tener que celebrar algún centenario del nacimiento o muerte de Julio
Verne (1828-1905) para que César Mallorquí (Barcelona, 1953) haya decidido
dedicarle su particular homenaje. El autor catalán se sirve de las lecturas que
alimentaron sus primeros años y sobre todo de su dilatada –y reconocida- carrera
como escritor de literatura infantil y juvenil para hacer una novela “al estilo
Verne”.
Con ecos de “La isla misteriosa” –y de otras obras y autores a los que
César Mallorquí alude en un texto a modo de epílogo-, “La isla de Bowen” (Premio
Edebé de Literatura Juvenil 2012) narra la empresa en la que se aventura el profesor
Ulises Zarco en busca del lugar donde se ha hallado un fragmento de titanio
puro, cuya existencia no sólo parece técnicamente inviable, sino históricamente
imposible, pues el sitio donde apareció ese metal prodigioso es una cripta del
siglo X, período en el que la temperatura de los hornos medievales difícilmente
podría alcanzar los 1.668 grados que, según el experto Bartolomé García
–químico del ilustre Instituto Geológico de España-, se precisan para la fusión
del titanio. Esa misión la emprende a petición de la testaruda Lady Elisabeth
Faraday, quien, en compañía de su atractiva hija Katherine, utiliza todos los
recursos a su alcance para convencerle de que acuda al encuentro de su marido John
Foggart, prestigioso arqueólogo desaparecido precisamente cuando estaba
explorando el sepulcro de San Bowen en la isla donde apareció el titanio. La
obstinación de Lady Elisabeth también obliga a Ulises Zarco a admitirla, junto
a su hija, a bordo del “Saint Michel” –navío de la sociedad geográfica SIGMA
para la que trabaja el profesor-, donde viajan en compañía del ayudante Adrián
Cairo, el científico Bartolomé García, el joven fotógrafo Samuel Durango y una
nutrida tripulación capitaneada por el experimentado Gabriel Verne.
El viaje hacia ese lugar situado más allá del Círculo Polar Ártico está
lleno de aventuras –la persecución de un sospechoso buque llamado “Britannia”, el
descubrimiento de la historia del santo Bowen, las continuas discusiones entre
la dama inglesa y el profesor, los escarceos amorosos de Katherine y Samuel, las
arriesgadas maniobras que se ve obligado a afrontar el navío, los peligros
constantes de la mar y de las tierras por donde pasan, las traiciones propias y
las escaramuzas con el enemigo-, pero no son nada comparable con el terrible misterio
que les espera en la isla de Bowen, donde una peculiar partida de ajedrez
mantendrá en vilo el destino de toda la expedición.
El acertado homenaje a Julio Verne se aprecia en los elementos que hacen
reconocible al gran escritor bretón: el misterio y la intriga que sumergen al
lector hacia el interior de la aventura, la presencia de aparatos adelantados
al tiempo que se narra y de maravillas imaginarias que pretenden anticipar el futuro
conocimiento ingeniado por la ciencia-ficción, la camaradería y la traición
como las dos caras de la misma condición humana, el viaje a lugares
extraordinarios que no son sino el reflejo externo de la exploración de uno
mismo, la audacia de enfrentarse a seres insólitos, el humor y el amor que
contribuyen a dulcificar por momentos la historia, los personajes heroicos o
cobardes, honestos o canallas, de una sola pieza o poliédricos, tipos, en fin,
concebidos para lograr el digno objetivo del entretenimiento del lector (a
partir de 15 años).
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 16 de febrero de 2013)
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