El secreto del abuelo
Carles Cano
Anaya, 2017
El escritor
italiano Gianni Rodari se propuso elaborar con su obra “Gramática de la
fantasía” una suerte de “introducción al arte de inventar historias”,
ateniéndose a la idea de que la capacidad creativa no es un don insuflado por
los dioses a ciertos hombres y mujeres elegidos para ser portadores de tal
privilegio, sino que todo ser humano, por el mero hecho de serlo, posee la
cualidad de acceder a ese proceso creativo que en última instancia le permita inventar
historias. Para ello, en su célebre ensayo Rodari propone el uso de una serie
de técnicas que pueden servir para que cualquiera sea capaz de echar a volar la
mariposa de su imaginación. Así, presenta el famoso “binomio fantástico”, que
consiste, como bien saben todos los que han acudido a algún taller de escritura
creativa, en combinar dos palabras que aparentemente no tienen ninguna relación
y buscarles un maridaje que sea capaz de iluminar nuestra inagotable capacidad
de inventiva.
Ahora el
escritor Carles Cano (Valencia, 1957) va un paso más allá de Rodari y crea lo
que podría llamarse el “trinomio fantástico”, la combinación al azar de tres
palabras que no tengan nada que ver y “hacer saltar entre ellas una chispa, un
puente que las relacione”. Es lo que hace el protagonista de “El secreto del
abuelo” (Anaya, 2017), obra galardonada con el Premio Lazarillo de Creación
Literaria. Partiendo del tópico del abuelo ingenioso que inventa historias para
sus nietos, esta obra contiene cinco cuentos que surgen precisamente del empleo
de ese “trinomio fantástico”, que el abuelo tiene la habilidad de utilizar para
mayor divertimento de los pequeños.
Gianni Rodari |
Así, de situaciones cotidianas, como
volcar la caja de juguetes para encontrar tres cosas que no deberían estar ahí
(un peine, una carta del rey de bastos y una piedra de la playa), surge el
cuento “El rey Pelón”, la historia de un rey calvo que un día encuentra a una
lamia (una especie de sirena) peinándose sentada en una piedra junto a la
orilla de un río. En la caja de herramientas que el abuelo tiene en el garaje
también hay tres cosas que no encajan con el resto (un llavero con la torre
Eiffel, un cebo en forma de pez y un candado sin llave). Con esos objetos el
abuelo inventa la historia “París, el pez y el candado”, un cuento que empieza
con una pareja de enamorados en un puente sobre el río Sena y termina con un
pescadero japonés abriendo un candado en un puente de Tokio. El cuento “La maga
Staropolsky” surge de la inagotable cabeza del abuelo al salir de un circo con
sus nietos y encontrarse con un pájaro cantando en un balcón y un gato
esquivando las ruedas de un coche. Un día de playa se le ocurre al abuelo otra
historia, “El mensaje en la botella”, un relato en el que aparecen tres extraños
objetos (un escarabajo disecado, un botón metálico y una especie de hueso o
semilla de fruta) dentro de una botella que el propio abuelo dice haber
encontrado en una playa cuando hacía el servicio militar en el Sahara. En el
último capítulo del libro uno de los niños se vacía los bolsillos para que a
partir de los tres objetos que saca (una canica, un trozo de cuerda y un mono
de plástico) el abuelo se invente el cuento “La pirata”.
En definitiva, un entretenido libro
que también enseña a los niños un sencillo truco para poder inventar ellos
mismos cualquier historia.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 25 de marzo de 2017)
No hay comentarios:
Publicar un comentario