Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

viernes, 4 de enero de 2013

La alegre tristeza de Rébecca Dautremer




            Es posible que el éxito de la ilustradora francesa Rébecca Dautremer (Gap, 1971) se deba a su capacidad para remitir al lector a un pasado que éste pueda reconocer al mismo tiempo como melancólico y feliz. Sus ilustraciones logran mantener esa tensión entre la inevitable nostalgia por lo perdido y el ánimo más o menos entusiasmado que suele despertar su recuerdo. De ahí la curiosa circunstancia de que el 80% de quienes le piden una dedicatoria para sus álbumes infantiles sean adultos, personas que seguramente al abrir sus libros se encuentren con emociones encontradas, aquellas que nos asaltan al cruzar la puerta de un tiempo enredado en la memoria con los hilos blancos y negros de la infancia. En las portadas de sus cuatro últimos libros publicados en España (todos en la editorial Edelvives) se pueden ver los rostros asombrados y levemente risueños de unos personajes que no miran directamente a los ojos del posible lector, sino que parecen invitarle a seguir la dirección de su mirada hacia el interior del álbum donde, si logra adentrarse con la temblorosa atracción que despierta lo desconocido –o lo esperado y temido-, descubrirá un mundo fascinante en cada página.

            Con texto de Philippe Lechermeier, Diario secreto de Pulgarcito recrea la versión del cuento de Perrault desde el punto de vista del pequeño protagonista, que va contando y dibujando –a través de las sorprendentes páginas de un diario- las dramáticas y divertidas peripecias de su vida. La conocida trama del cuento clásico se ve salpicada con ingeniosas historias dentro de la historia, chascarrillos, alocados refranes, juegos de palabras, rimas disparatadas y un santoral imaginario que encabeza cada página del diario. Al miedo a ser abandonado por sus padres –el más profundo temor que nos acecha en la infancia- se añade la vuelta de tuerca que Lechermeier y Dautremer dan al relato original con este precioso álbum en el que el sentimiento de desconsuelo se mezcla de forma natural con la festiva emoción que conlleva siempre la aventura de los niños valientes. Si la posible narración oral del cuento se ve facilitada por las rimas del texto, la imaginación de lo contado puede verse desbordada por la prodigiosa expresividad de las ilustraciones.


            En Princesas olvidadas o desconocidas repiten colaboración ambos autores para mostrarnos una original galería de princesas en las que habitualmente no reparamos. Aparte de Cenicienta, Blancanieves, la Bella Durmiente y otras bien conocidas por todos, existe una larga gama de princesas que deben merecer nuestra consideración, como la holgazana Blandina, la cotorra Farragosa, la crispada Varaseca, la pequeña Pitonisa, la desmemoriada Amnesia, la princesa de las Arenas o las siamesas Ding y Dong. Además, para entender el maravilloso mundo de las princesas es preciso conocer el lenguaje internacional del abanico, los escudos y blasones, los bosques donde se pierden, se refugian o se esconden, los palacios y residencias que habitan, los extraordinarios y secretos jardines, la comida real y, por supuesto, una guía práctica de trucos y artimañas para distinguir una princesa verdadera de una falsa o para poder despertar a las princesas dormidas. Las frases que, a modo de greguerías, encabezan la mayoría de las páginas (“Soñar es contarse historias que todavía no se conocen”, “El mago es un ladrón al que nadie aplaude”) asombran al lector tanto como las sugestivas imágenes de tantas princesas inventadas.


            Alicia en el país de las maravillas (el clásico de Lewis Carroll traducido primorosamente por Elena Gallo Krahe) es un álbum de gran formato en el que Rébecca Dautremer despliega todas sus dotes artísticas al servicio de una de las mejores historias jamás contada. Desde que en 1865 John Tenniel realizara los dibujos que acompañaron a la primera edición, han sido muchos los ilustradores que se han atrevido con el texto del reverendo Dodgson, pero pocos pueden hacernos olvidar aquellas estampas originales –pertenecientes desde entonces al imaginario de sus lectores- como las que ahora nos presenta Dautremer para esta edición. De hecho, la desenfrenada libertad de la imaginación y la transgresión mágica que representa ese mundo maravilloso y absurdo se ajusta como la horma de un zapato a la fantasía desbordante de la ilustradora francesa. Hay ilustraciones a doble página que por sí mismas encarnan ya un relato propio, una escena a partir de la cual el lector –o el observador de la lámina- puede ir con su imaginación más allá de lo que el texto cuenta.


            La joya de la corona es El pequeño teatro de Rébecca, un libro que no es sólo un álbum donde texto e ilustraciones se funden para componer un objeto atractivo para leer y mirar, sino una obra que recuerda la labor de los antiguos artesanos, aquellos que se esmeraban en realizar con mimo un trabajo que tuviera la vocación de perdurable. En este pequeño teatro se van superponiendo en cada página las escenas de la memoria pictórica de Dautremer, el mundo imaginario que ha ido creando en sus álbumes anteriores y que ahora reúne para desplegarlo ante los asombrados ojos del espectador. Los personajes parecen moverse en un espacio de tres dimensiones, un escenario donde dialogan entre ellos con los textos “aprendidos” en los libros de donde proceden.

            En la minuciosidad de los detalles, la composición narrativa de las láminas y la turbadora expresividad de sus personajes, las ilustraciones de Dautremer recuerdan a menudo el mundo fantástico de Brueghel, la maravilla de una representación extraordinaria que se adentra en las sombras blancas y negras que pueblan nuestro pasado, ese tiempo alegre y triste al que los lectores -de cualquier edad- siempre se asoman buscando la verdad del misterio.  

(Publicado en El Comercio. 4 de enero de 2013)


           

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