Tal vez pueda sorprender que en estas “Páginas para pequeños” se incluya una reseña de los Cuentos de Edgar Allan Poe, y más aún cuando este mismo espacio es también ocupado –entre otros- por Fulgencio Argüelles para hacer admirables comentarios críticos sobre los “Libros de siempre jamás”, condición que sin duda tiene la obra de la que nos ocupamos. Sin embargo, si lo incluimos en este rincón del periódico es porque los cuentos de Poe pertenecen a esa categoría de obras que no admite fronteras de edad y que pueden –y deben- leerse con satisfacción por lectores jóvenes. En verdad, si pensamos en las grandes obras literarias que generación tras generación disfruta el público infantil y juvenil, caemos en la cuenta de que son precisamente grandes porque han sido capaces de tener el valor de saltarse la delgada –y engañosa- línea de los límites para poder ser leídas también con entusiasmo a todas las edades. ¿O acaso hay que dejar de leer –más allá de los quince años- “La isla del tesoro”, “Moby Dick”, “Alicia en el país de las maravillas” o “El guardián entre el centeno”? Son, sin embargo, las obras a las que volvemos siempre, a menudo buscando el refugio de aquella primera emoción, sólo hallada en la soledad de los placeres clandestinos.
A este género pertenecen los cuentos de Poe, tal vez en su origen concebidos para adultos, pero que a través de los años han supuesto un alimento literario insustituible para una multitud de jóvenes lectores. Los que ahora reciben con entusiasmo las sagas –literarias y/o cinematográficas- de vampiros, brujas, zombies y piratas deberían saber que Poe –y con él buena parte de la literatura romántica del siglo XIX- es el precursor de la tan afamada literatura fantástica y de terror que en la actualidad invade las librerías. Cuentos como “Berenice”, “Ligeia”, “El gato negro”, “El entierro prematuro”, etc., nos introducen en una atmósfera de desasosiego y misterio que seguramente hará las delicias de todos los que hacen cola en las librerías –con la ansiedad contenida por ser los primeros- para devorar el último libro de la serie que promete seguir manteniendo su alma en vilo. Quien lea “El Rey Peste” se sorprenderá, con una divertida mueca de horror, al comprobar el origen de cierta saga de piratas caribeños. De piratas y tesoros escondidos también trata el famoso “El escarabajo de oro”, cuento que enlaza con los relatos y novelas -tan a la moda- donde a través de la deducción lógica y el ingenio se resuelve un enigma perseguido por la emoción de la aventura.
De igual manera, los que gusten de las novelas policíacas encontrarán en “Los crímenes de la Rue Morgue”, “El misterio de Marie Rogêt” y “La carta robada” la creación del detective analítico y frío en la figura de C. Auguste Dupin, modelo para tantos personajes que posteriormente fueron concebidos por los autores de la novela negra. Nuestros jóvenes deberían saber –a la vez que se deleitan con una trama plagada de intriga, imaginación y misterio- de donde proceden, entre otros, el Padre Brown de Chesterton, el comisario Maigret de Simenon, Hércules Poirot de A. Christie o el mismísimo Sherlock Holmes de A. Conan Doyle.
Pero, aparte de precursor de géneros literarios, Edgard Allan Poe se caracteriza por el humor, que traspasa, como un hilo blanco entre las sombras más negras de la imaginación, prácticamente todos sus cuentos, incluso los aparentemente más escalofriantes, aquéllos que cortan nuestra confiada sonrisa con el frío cuchillo del horror. De esta forma, la fina ironía, el duro sarcasmo y a veces la abierta carcajada hacen que podamos salir de la pesadilla y reírnos de lo que hay en el otro lado del espejo.
Aprovechando la conmemoración el año pasado del bicentenario del nacimiento de Poe, algunas editoriales publicaron recopilaciones de cuentos y antologías, atreviéndose incluso a sacar a la luz nuevas traducciones que pudieran competir con la “canónica” de Julio Cortázar. Entre estas publicaciones, hay que destacar los “Cuentos completos” publicados por Edhasa (2009), Páginas de Espuma (2008: edición comentada por un escritor español o latinoamericano vivo, con prefacios de Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa), Debolsillo (2009) y Losada (2010). Los jóvenes lectores que no deseen sentir en sus manos el peso de los grandes volúmenes, pueden iniciarse con “Cuentos de Poe” (Anaya, 2009: selección de cuentos traducidos por Doris Rolfe y con ilustraciones de diferentes autores), “Los crímenes de la calle Morgue y otras historias de misterio” (Valdemar, 2010), “El escarabajo de oro y otros cuentos” (Losada, 2010). Y si quieren seguir indagando en el misterio, nada mejor que leer la personal biografía que ha escrito un autor muy querido por el público juvenil: “Poe” (Libros del zorro rojo, 2009) de Jordi Sierra i Fabra, con bellas ilustraciones en blanco y negro de Alberto Vázquez.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 2 de octubre de 2010)
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 2 de octubre de 2010)
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