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(Publicada en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 29 de diciembre de 2023) |
Enlace a la reseña que el poeta y crítico literario David Fueyo hace de la novela "Enemiga mortal de mi descanso" en la web de la Asociación de Escritores de Asturias.
Entre
los castaños
Tomás
García Merino
Círculo
Rojo, 2023
No es necesario haber leído “Un claro en el bosque” (2021), donde se relatan los episodios anteriores a los que se narran en “Entre los castaños” (Círculo Rojo, 2023), para entender y apreciar esta nueva novela que nos presenta Tomás García Merino (Béjar, Salamanca, 1963), si bien sería recomendable que el lector que haya terminado de acompañar a los personajes entre los castaños bejaranos se adentre en el frondoso bosque pirenaico para saber cómo empieza la historia. Una historia que, digámoslo desde el principio, es una historia de amor de las que se ha nutrido desde siempre la tradición literaria, y más cuando se presenta, como es el caso que nos ocupa, con el distintivo de los amores contrariados. Un amor que se evidencia imposible al tratarse de una relación homosexual en los oscuros años de la España franquista, pero al que también se añade la insalvable barrera de la diferente clase social a la que pertenece cada uno de los amantes (Manuel es obrero e Ignacio hijo del dueño de la fábrica) y las derivadas políticas que tal hecho conlleva. Son precisamente las circunstancias políticas las que obligan a alejarse a los dos personajes al final de la primera novela, e igualmente son ciertas situaciones las que posibilitan, veintidós años después, que se reencuentren los dos amantes al inicio de la segunda novela.
El tiempo de la narración
transcurre de forma lineal -desde el nuevo encuentro entre los dos amantes
hasta ese emocionante final que no debo desvelar aquí-, con el mérito de
enlazar bien las peripecias vitales de los personajes con los momentos
históricos que les toca vivir, esos acontecimientos que determinan el devenir
de la narración, como la muerte de Franco, la llegada de la democracia o el
fallido golpe del 23-F. Esta efectiva ambientación histórica se compadece
también con el marco espacial en el que se desarrolla la acción, de manera que
el lector asiste al deambular de los personajes por las calles de París y
Barcelona, pero, sobre todo, se introduce -a través de la mirada llena de
recuerdos, tristezas y amores de Manuel- en el singular paisaje de Béjar,
ciudad natal de los protagonistas que, por eso mismo, se convierte también en
un personaje construido con las aristas propias de los lugares que nos vieron
crecer.
Si en la novela “Un claro en el bosque” se planteaba el
problema moral de qué hacer ante la posibilidad de elegir entre el amor y la
defensa de tus ideas, en “Entre castaños” Tomás García Merino nos asoma -a
través de una prosa precisa y limpia de retórica- al abismo de cómo rehacer la
vida después de la muerte de la persona amada.
LA NOCHE DEL
PROFESOR ANDERSEN
Dag Solstad
Nórdica, 2023
Entre las inevitables preguntas que el ser humano se hace cuando toma conciencia de su estancia en el mundo -¿Qué hago yo aquí?, ¿Quién soy?, De dónde vengo?, ¿A dónde voy?, ¿Qué sentido tiene la vida?, ¿Por qué existimos?, etc.-, seguramente la cuestión esencial es responder a “¿Qué debo hacer?”, y no sólo para plantearnos, como postuló Camus, el único problema filosófico verdaderamente serio -el suicidio-, sino para tratar de resolver los diferentes dilemas morales que se nos presentan a diario. A abordar algunos de estos dilemas se han prestado las grandes obras literarias -En el Quijote, sin ir más lejos, se suceden las escenas en las que al lector se le incomoda con las discutibles, a menudo estrambóticas, decisiones morales del protagonista-, dejando la mayoría de las veces el problema como irresoluble, circunstancia que, por otro lado, debe formar parte de la inexcusable naturaleza de la literatura. Esta es la línea que sigue de forma magistral La noche del profesor Andersen, del escritor noruego Dag Solstad (Sandefjord, 1941), novela en la que asistimos a las vacilaciones mentales que padece un veterano profesor de literatura de la Universidad de Oslo después de haber presenciado, de forma casual desde su ventana, a un hombre estrangulando a una mujer en el apartamento de enfrente de su casa. Sin duda el profesor Andersen, cuando se encontraba él solo pasando la Nochebuena tomando un café y una copa de coñac, ha sido testigo de un asesinato y su deber como ciudadano responsable de un país democrático es denunciarlo a la policía, pero no lo hace. No se decide a hacerlo esa noche, pero tampoco al día siguiente ni en las sucesivas semanas y meses. Hay algo que le paraliza, que le impide incluso contárselo a sus mejores amigos, a quienes precisamente visita con la intención de que le saquen de dudas. Este “pecado de omisión” le lleva a un estado de desesperación próximo a ese sentimiento de estar perdido que padecen quienes contradicen el mandato divino, porque incluso en su ateísmo el profesor Andersen sabe que “nadie puede tener su propio Dios” -lo cual valdría decir su propia moral- y ser capaz por sí mismo de librar al asesino de la obligación del castigo.
Dag Solstad
A esta trama central de la novela -publicada originalmente en Noruega en 1996-, que a modo de intriga consigue arrastrar al lector en su afán de saber cuál será finalmente la decisión del profesor Andersen y sus elucubraciones mentales para justificar los motivos de su insólita conducta, se le añaden algunos episodios que en la narración pueden funcionar a modo de sustanciosas -a menudo teñidas de ironía- digresiones sobre su labor como profesor de literatura experto en Henrik Ibsen –“había dedicado su vida a algo que estaba condenado al naufragio”-, la dificultad para que en la actualidad nos conmuevan las obras literarias escritas hace más de cien años –“Los estragos del tiempo corroen incluso los logros intelectuales más sublimes”-, o las pérdidas de las ilusiones de la generación comprometida de los años sesenta -representantes de un “radicalismo caduco”-, que a la postre se relaciona también con ese bloqueo mental que le lleva a caer en la indecisión.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 16 de junio de 2023)
Cuentos completos
Dylan Thomas
Nórdica, 2022
Seguramente, Dylan Thomas
(1914-1953) sea el paradigma, junto a otros autores que se nos vienen enseguida
a la cabeza, del escritor que envuelve su vida y su obra en esa nebulosa
leyenda que a menudo despierta en los lectores un raro sentimiento de
fascinación y sospecha. Una biografía en la que su inicial cuestionamiento de
la autoridad académica, sus sucesivos trabajos como periodista, guionista radiofónico
y cinematográfico, su singular talento como orador y bardo, sus continuos
apuros económicos, su caída en el alcoholismo y las oscuras circunstancias que
rodearon su muerte -junto a sus célebres últimas palabras que dicen que dijo-,
contribuyen a alimentar esa suerte de heterodoxia de la que también es deudora
su obra.
Así, tanto sus poemas como sus relatos reunidos por primera
vez en castellano en esta espléndida edición de Cuentos Completos (Nórdica,
2022), comparten esa misma cualidad transgresora, donde el lenguaje no es sólo
un medio para expresar el pensamiento y las emociones del escritor, su agitada
existencia o la trama de una historia, sino, más aún, el vehículo que sirve por
sí mismo para desvelar nuestro mundo poblado de sombras. Es la propia belleza
de las palabras que de forma milagrosa consiguen juntarse (“la carne de la voz
de trueno”; “escarcha oscura como la muerte florecida”), la que inquieta al
lector en los relatos iniciales de Hacia el comienzo, los primeros que
Dylan Thomas escribió en su juventud y que, atravesados por una suerte de
surrealismo lírico, revelan en los textos en prosa toda la fuerza simbólica que
el autor también despliega en su obra poética. Basta adentrarse en los
magníficos cuentos Después de la feria, El árbol, El niño en llamas o
El final del río para sentir ese oscuro aliento de lo inesperado con que
Thomas nos acecha en cada página. El segundo bloque, agrupados bajo el paródico
título joyceano Retrato del artista cachorro, reúne una serie de relatos
sobre su infancia, adolescencia y juventud en su pueblo de Swansea (Gales),
cuentos donde el humor -y seguramente también la imaginación- le sirven a Dylan
Thomas para celebrar ese pasado y, de paso, condenarlo. Como muestra, Una
visita al abuelo, relato en el que se solemniza el misterio de lo
cotidiano. El volumen se completa Con otra piel, conjunto donde también
se incluye una narración autobiográfica, y un Apéndice en el que se
puede leer el cuento Melchor, Gaspar y Baltasar, con las correcciones
que el propio autor hizo en la revisión del manuscrito.
Algunos de los cuentos son
historias escritas originalmente para la radio y la televisión, pero en todos
ellos palpita esa emoción que parece proceder del más allá, de un ámbito donde
las sombras -“este pozo de lujuria furtiva absorto en la polvareda del diablo”-
nos perturban con una prosa deslumbrante, esa que puede condensarse en la
expresión “Todos somos metáforas del ruido de la forma de la forma del ruido”,
desde el mismo inicio de los cuentos –“Dijeron que Rhys Rhys estaba prendiendo
fuego a su bebé”- hasta su desasosegante final –“gritó el niño en llamas y la
colina iluminada replicó en consonancia”. Es obligado resaltar la impecable,
brillante traducción de Miguel Martínez-Lage, así como la lúcida presentación
de Manuel Vicent.
La memoria de los
crisantemos
José Ignacio
García
Castilla
Ediciones. Valladolid, 2022
José Ignacio García (San
Sebastián, 1965) celebra sus veinticinco años como narrador con el libro de cuentos
La memoria de los crisantemos. Para ello toma como referencia el
proyecto Contamos la Navidad (Premio de reconocimiento cultural “La
armonía de las Letras”, 2015), del que ha sido fundador, coordinador y
participante en sus catorce ediciones. Su larga trayectoria como escritor de
cuentos -entre ellos el volumen Entre el porvenir y la nada (Premio
Miguel Delibes de Narrativa, 2009)-, impulsor de varias antologías colectivas
-la última la celebrada Cuentos pendientes, 43 voces del cuento castellano y
leonés del siglo XXI (2021)- y director de la colección Cuentenario
Narrativa de Castilla Ediciones avalan las cualidades de este conjunto de
cuentos enlazados con el tenue hilo de la Navidad. Y digo tenue porque
-digámoslo ya desde el principio- el motivo navideño que de alguna u otra forma
aparece en todos los relatos, no es más que una especie de pretexto ambiental
-temporal, pero también espacial por lo que tiene de ornamento o atrezo- en
unos cuentos que, salvo unos pocos, bien podrían tener como escenario cualquier
época del año.
En consonancia con el aniversario
que se celebra, La memoria de los crisantemos (Castilla Ediciones, 2022)
reúne veinticinco cuentos de muy diversa factura, de manera que la
heterogeneidad de temas y la variedad de los recursos narrativos no hacen más
que enriquecer el conjunto. Así, nos encontramos en La vecina del pezón
tímido -primer título de la serie- con la misteriosa sensación de que la
pasión vivida entre las paredes de una casa persiste en otros cuerpos que
posteriormente la habitan; en Helados en agosto, con la venganza contada
desde una mirada infantil cargada de agravios; en Una sonrisa para mis
lágrimas, con una poética relación de pérdidas en torno al exilio cubano;
en Una sentencia de muerte, segura, con los azares que pueden conducir a
un final trágico; en La nevada, con un relato de iniciación en la
emocionada noche de los Reyes Magos; en El mendigo elegante, con la
necesidad de contar -como en las Mil y una noches- para que un rico endeudado
pueda salvar su Navidad; en Ella y él, con una historia de amor y jazz
donde ella le devuelve a él por un instante los sueños perdidos; en La
memoria de los crisantemos -último relato del libro-, con el homenaje que
el propio autor hace a uno de sus escritores más admirados.
En fin, un volumen de cuentos que cuentan más de lo que
esta breve reseña sólo puede apuntar, pues en cada uno de ellos se entrelazan
historias habitadas por gente corriente que se desenvuelve entre los misterios
del amor y la muerte, en una realidad vivida con esa emoción dolorosa o risueña
que pueden despertar las pérdidas y los sueños, utilizando -según la ocasión-
palabras rescatadas del mundo rural o la sonora cadencia de la prosa cubana,
diálogos bien trazados, el punto de vista infantil o la mirada irónica de quien
cuenta su propia muerte. Historias de vidas que provocarán en cada lector la
sonrisa cómplice o la mueca desdeñosa, donde a menudo las apariencias engañan o
el final queda abierto como un libro, proponiendo así un abanico de sugerencias
que no hacen más que mostrar una vez más a José Ignacio García como un maestro
del cuento.
(Reseña publicada en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés el 3 de marzo de 2023)
Mi casa está donde
estoy yo
Igiaba Scego
Nórdica, 2023
En estos tiempos en los que tanto se habla de la llamada
autoficción, subgénero tan celebrado como demuestra la concesión del último Premio
Nobel a Annie Ernaux o del Princesa de Asturias de 2021 a Emmanuel Carrère, y
tan denostado que hasta estos mismos autores reniegan de la propia existencia
de tal categoría, es de agradecer que todavía algún autor se atreva a escribir
esa suerte de autobiografía ficcionada que tiende a alejar a ciertos lectores,
aquellos que buscando una novela pura y dura no quieren que le den gato por
liebre, pero también aquellos a los que les gusta acceder a la verdad verdadera
de la vida del escritor que escribe el libro que están leyendo.
El valor de adentrarse en ese terreno tan pantanoso lo ha
tenido Igiaba Scego (Roma, 1974), autora italiana que ha querido contar desde
la primera persona su propia experiencia y la de su familia como exiliados
procedentes de Somalia. En Mi casa está donde estoy yo (Nórdica, 2023.
Traducción de Blanca Gago) se sirve de un particular mapa donde va marcando los
lugares más personales de su vida en Roma -El Teatro Sistina, El obelisco de
Aksum, la Estación Termini, El Trastevere o el Estadio Olímpico-, espacios
propicios para trazar episodios de la memoria individual y colectiva: la época
del colonialismo italiano bajo la implacable bota de Mussolini, las
consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, la guerra civil somalí, las costumbres
y rituales de su país de origen o las vicisitudes de la llegada de su familia a
Italia. A partir de ahí Igiaba Scego -autora de cuentos, artículos y novelas
aún inéditas en español- relata la historia de su familia estrechamente
relacionada con los acontecimientos que les tocó vivir, lo cual le sirve al
lector para conocer de primera mano ciertos aspectos del colonialismo y de la
realidad africana que habitualmente son silenciados en la literatura
occidental. Y este es el mérito de este ensayo autobiográfico o autoficción o
novela o como lo queramos llamar, el de utilizar los mecanismos de la
“literatura del yo”, partiendo de la propia experiencia reelaborada con los
artefactos de la ficción, para mostrar un conocimiento individual que también
es colectivo. Así, haciéndose eco de la memoria personal y familiar-por
definición siempre fragmentada e imprecisa- de sus primeros veinte años de
vida, Igiaba Scego nos transmite el “caos somalí que la sacudió de niña” y los
cambios que se produjeron en Italia en el último cuarto del siglo XX,
acontecimientos que contribuirán a la construcción de esa extraña identidad
–“Soy italiana y a la vez no lo soy. Soy somalí y, a la vez, no lo soy”-,
dilema al que la autora sólo puede responder contando su propia historia, aquella
que en este libro se sustenta en el dicho musulmán según el cual “el paraíso se encuentra bajo los pies de las madres”.
Solo triste de oboe
Yolanda Izard
Castilla Ediciones. Valladolid, 2022
Es
de común acuerdo que todo escritor que se precie de serlo, aspira a ser dueño
de un estilo que cualquier lector pueda reconocerle como propio, claramente
distinguible de la prosa funcional -o funcionarial- que más se suele celebrar
en la literatura de escaparate. La mayoría de estos escritores se conforma -y
no es poco- con que el estilo que los defina se ciña a meras cuestiones formales,
de manera que investigan dentro de las posibilidades lingüísticas,
estructurales, espaciales o temporales del texto, pero algunos -los más osados-
procuran hacerse con un mundo personal, un territorio lo suficientemente
acotado y ancho que en último término sea capaz de suscitar un planteamiento
moral. Yolanda Izard (Béjar, Salamanca), autora que ha cultivado con buena
fortuna diferentes géneros literarios, pertenece a ese privilegiado grupo de
escritores que pueden presumir de haber creado un espacio propio, no sólo
caracterizado por algunos atrevimientos formales, sino más aún habitado por
ciertos fantasmas de los que, al convocarlos, parece querer desprenderse. Desde
la novela (Paisajes para evitar la noche, 2003; La mirada atenta,
2003; La hora del sosiego, 2021) a la poesía (entre otros Lumbre y
ceniza, 2019, finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León),
pasando por la minificción o microrrelato (Zambullidas, 2017), hasta el
conjunto de relatos que nos presenta ahora (Solo triste de oboe,
Castilla Ediciones, 2022), Izard continúa adentrándose en el enigmático
universo de la infancia y de los vínculos familiares.
En los 32 cuentos que componen el volumen, la autora
explora esa “conciencia arrebatada por el misterio” -explicitada en Cantar, último
relato de la serie-, cruzando una y otra vez la delgada línea entre lo
real y lo imaginado, entre el suelo firme de los rituales establecidos y la
gravitación por lo fragmentado o huido, entre lo cercano a menudo inaccesible y
un más allá que puede tocarse con los dedos, entre el artificio del tiempo
presente y la verdad de las ilusiones perdidas, entre esa doble fragilidad, en
fin, que se produce tanto en la vida como en la muerte. Una aparente paradoja
–“Quizá es mortal la misma muerte”, se dice también en Cantar- que se
sustenta en una poética trazada con los delgados pero firmes hilos de la
imaginación, tan característicos de la obra literaria de Izard. Hilos que
parecen hilvanar -por medio de una prosa aderezada con ciertas dosis de
lirismo- sueños quebradizos antes de que se pierdan definitivamente en el
olvido y ya nunca sea posible esa suspensión de la emoción que produce la
lectura de este magnífico, a menudo perturbador, libro de cuentos. Un
desasosiego que recoge la estela de Poe o Cortázar –“En el fondo, el cuento es
la pesquisa” (cita de Cortázar en el relato Habitación propia)- para
continuar indagando, desde las sombras, en la extraña belleza de lo misterioso.
Reseña publicada en el suplemento La sombra del ciprés de El Norte de Castilla. 27 de enero de 2023