Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

sábado, 18 de diciembre de 2010

Ana María Matute para niños





            Algunos de los autores galardonados con el Premio Cervantes han escrito algún libro para el público infantil y juvenil. Es el caso de Miguel Delibes, Gonzalo Torrente Ballester, Camilo José Cela o incluso el reciente Premio Nobel Mario Vargas Llosa, a quienes de vez en cuando se les ha escapado de la pluma algún cuento para niños, pero ninguno de ellos ha dedicado una parte relevante de su obra a la literatura infantil y juvenil como Ana María Matute, la última en recibir el mayor galardón literario que se concede a los autores que escriben en lengua española.

            Ana María Matute escribe la mayoría de su obra sobre la infancia y a veces para la infancia, partiendo del íntimo convencimiento de que el niño “no es un proyecto de hombre, sino un mundo en sí mismo”. Incluso va más allá en este reconocimiento a los primeros años de la vida, cuando afirma que “un hombre es lo que queda del niño que fue”, y es precisamente en esa búsqueda sobre la niña que fue donde se adentra Ana María Matute en casi toda su obra, en la indagación en su memoria para hallar ese mundo perdido de la infancia. Como en los cuentos clásicos, en ese regreso nuestra escritora va siguiendo las migas de pan que fue dejando por el camino que le ha traído de la infancia, y de nuevo a la vuelta las va recogiendo y contando para no perderse en el mundo adulto desde donde escribe. Cada miga es una historia sobre niños huérfanos, imaginativos, románticos, sensibles, desamparados, prácticos, huraños, bondadosos,… a menudo habitantes de un mundo incomprensible y hostil, donde la única salida a la pobreza o la marginación está en el refugio ilusionado de los cuentos.

            Así, haciendo un somero repaso de los libros que Ana María Matute ha dedicado al público infantil y juvenil, resaltamos a partir de 9 años “El país de la pizarra” (Editorial Lumen, 1978); a partir de 11 años: “El aprendiz” (Lumen, 1978), “Caballito loco y Carnavalito” (Lumen, 1962), “El polizón de Ulises” (Lumen, 1965. Premio Lazarillo de Literatura Infantil 1965), “El saltamontes verde” (Lumen, 1960), “Sólo un pie descalzo” (Lumen, 1983. Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 1984), “El verdadero final de la bella durmiente” (Lumen 1965); y a partir de 14 años: “Algunos muchachos” (Destino, 1998), “Historias de la Artámila” (Destino, 2010), “Libro de juegos para los niños de los otros” (Espasa, 2003), “La oveja negra” (Oxford, 2004). También a los jóvenes que disfruten con la literatura fantástica les encantará la lectura de la “trilogía medieval”, que incluye los títulos “La torre vigía” (Destino, 1971), “Olvidado Rey Gudú” (Destino, 1996) y “Aranmanoth” (Destino, 2000), donde, envueltas en territorios llenos de magia y misterio, se van tejiendo leyendas de caballerías, historias oscuras y maravillosas fábulas sobre la naturaleza del hombre.

Recientemente se han reunido sus cuentos en el volumen “La puerta de la luna. Cuentos completos” (Destino, 2010), pero es de esperar que con motivo de la concesión del Premio Cervantes las editoriales se decidan a reeditar algunas de estas obras que ya no se encuentran en las librería, de forma que los más pequeños puedan tener acceso a los libros de Ana María Matute. En ella encontrarán a una autora de referencias clásicas, aquellas que nos retrotraen a los cuentos de hadas, donde se entrecruzan historias y leyendas siempre en defensa de la fantasía, la imaginación y el misterio de la mejor literatura.

Si creyéramos en la estricta separación de los géneros literarios, podríamos decir con satisfacción que el Cervantes, por fin, ha reconocido el valor de la literatura infantil y juvenil premiando a Ana María Matute, pero en realidad ha galardonado a una autora que no conoce fronteras entre los géneros.

(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 18 de diciembre de 2010)