Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

sábado, 28 de julio de 2012

El mal de las fuerzas ocultas

“La pálida luz de las tinieblas”
Serie LA ASOCIACIÓN
Erik L´Homme
Editorial Edelvives. Zaragoza, 2012.




            La Asociación es una organización cuyo objetivo es velar por la convivencia entre los seres humanos y los llamados Anómalos, es decir, los vampiros, los hombres lobo, los troles y otras criaturas sobrenaturales. Estos se rigen por un código de buena conducta, que se centra en la obligación de ser muy discretos, permanecer en la sombra y ser invisibles. Para vigilar que deben “vivir como si no existieran, al menos para la gente normal”, la Asociación cuenta con unos agentes que, con la intención de mantener su condición ultrasecreta, nunca admitirán la existencia de los seres Anómalos ni de la propia organización. Dos de estos agentes son Jasper y Ombe, jóvenes protagonistas de las dos novelas que, avaladas por el éxito de ventas en Francia, acaba de publicar en España la editorial Edelvives.

            En la primera novela de la serie (“La pálida luz de las tinieblas”), Jasper utiliza sus dotes de mago para enfrentarse a una red de vampiros narcotraficantes. En la segunda (“Los oscuros límites de la magia”), Ombe se sirve de su fuerza sobrehumana con la misión de controlar a un grupo de duendes rebeldes. Ambas obras cumplen de manera eficiente con los preceptos que –en la estela de Harry Potter- suele seguir este tipo de narraciones: acertadas dosis de fantasía mezcladas con la vida cotidiana de los protagonistas, la emoción que suscita la aventura y el misterio, la necesaria valentía para poder luchar contra el mal de las fuerzas ocultas y la importancia de la amistad, todo ello convenientemente aderezado con algunas gotas de humor.

            El proyecto de La Asociación, concebido inicialmente por los autores Eric L´Homme y Pierre Botero, preveía la salida de ocho títulos, en los que cada uno escribiría cuatro libros, pero Botero falleció en accidente cuando sólo estaban terminados los cuatro primeros títulos de la serie. Parece ser que, en homenaje a su compañero, L´Homme ha decidido continuar en solitario con el proyecto inicial, lo cual sin duda será del agrado de los jóvenes –a partir de 12 años- que buscan la continuidad de sus lecturas en una serie de historias reconocibles.


(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 28 de julio de 2012)




miércoles, 25 de julio de 2012

La realidad del azar


INVISIBLE
Paul Auster
Editorial Anagrama, 2009
282 páginas


            Es posible que “Invisible” sea la novela más austeriana de Paul Auster. El autor norteamericano –Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006- de nuevo crea uno de esos artificios literarios a los que nos tiene tan acostumbrados, donde la metaficción y el azar se entrelazan con un lenguaje de frases precisas, funcionales en la compleja trama que se desliza bajo nuestros ojos veloces.

            Aparecen algunas de las claves que ya están en otras de sus novelas: la cuestión de la identidad de los personajes entendida como atributo pasajero –a través del tiempo- e intercambiable –a través de los otros-, movida y traspasada por los diversos azares que son la realidad misma, que la conforman (“Nada es real excepto el azar” se dice en la novela “Ciudad de cristal”) y deforman; los personajes siempre en crisis –enfermos, divorciados, huérfanos, desubicados en la vida-, que a menudo se ven obligados a enfrentarse a situaciones límite –un asesinato, una enfermedad terminal, el tabú del incesto, la ineludible necesidad de la venganza- desde un convencimiento moral, a veces ajeno a lo que exigen las más enraizadas convenciones sociales; las referencias a la realidad –las convulsiones políticas de los años 60- y a otras obras literarias –Dante, Melville, Milton…Vila-Matas-; la asombrosa capacidad de inventar una trama que agarra al lector por la solapa y no lo suelta hasta el final, donde uno llega con el corazón saliéndose por la boca con la contradictoria pulsión de querer terminar de leer y a la vez desear no acabar nunca.

            Todo esto deleitará a sus múltiples lectores, que en ello reconocerán las razones de la admiración que le profesan, pero Auster va más allá, dando una nueva vuelta de tuerca -sobre todo en la estructura que da la forma a la novela-, no para fijar más lo atornillado, sino para trasroscar la tuerca definitivamente y dejarla para siempre bailando. Precisamente “Otra vuelta de tuerca” de Henry James –autor al que no por casualidad se refiere en el texto- nos enseñó hace ya muchos años a jugar con los puntos de vista, que es el mecanismo por el que esta novela se convierte en una obra de arte. La primera parte se narra en primera persona por Adam Walker –un probable trasunto de Auster, dadas las similitudes de sus respectivas biografías-. La segunda parte también la escribe Walker, pero en segunda persona, aconsejado por el narrador-recopilador del libro que estamos leyendo, que a su vez utiliza el viejo truco –desde Cervantes, tan admirado por Auster- del manuscrito hallado, en este caso enviado por otro. La tercera parte la reescribe en tercera persona el narrador, partiendo de unos “apuntes cifrados en Morse”. Y la cuarta parte, casi a modo de estrambote, acaba con un diario de un personaje aparentemente secundario de la historia.

Esta sucesión de puntos de vista que se interponen entre el narrador y el lector contribuye a que se cuente cómo se cuenta lo que se cuenta, es decir, a continuar explorando el laberinto de la metaficción haciendo vivir al lector dentro de la propia historia, pues leer a Paul Auster es precisamente adentrarse, introducirse –desde la celebrada “Trilogía de Nueva York”- de lleno en un intrincado mundo de laberintos y espejos, de vigilancias y persecuciones, de amores y traiciones, de sexo y de violencia, de oscuridad, de mirada y misterio. Un mundo construido de palabras -¡cómo si no, tratándose de una obra literaria!-, pero de palabras pensadas, creadas y dichas para ser nuevas.


viernes, 6 de julio de 2012

William Faulkner


Hoy se cumplen 50 años desde la muerte de Willian Faulkner, autor del que siempre me han sobrecogido sus duras tramas, a veces violentas, descarnadas, reflejo de la condición esencial del hombre; el lenguaje, sus célebres frases en las cuales se sostiene, como hipnotizado, el pensamiento; su estilo, la ruptura de las estructuras convencionales del narrar, la diversidad de voces y de puntos de vista, de realidades no representadas, sino fundadas por la maestría de su escritura; la utilización del tiempo como nudo corredizo que se abre y cierra al antojo del azar o del destino; el sustrato moral que debe sustentar al hombre en su eterna condición de náufrago.
"Entre la pena y la nada elijo la pena" (De "Las palmeras salvajes")