Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

sábado, 21 de diciembre de 2013

Llámame Ismael


TRES DÍAS EN EL VIENTRE DE LA BALLENA
PATXI ZUBIZARRETA
Edelvives. Zaragoza, 2013



            En la historia de la literatura hay pocos comienzos tan famosos como el “Llámame Ismael” pronunciado por el narrador de Moby Dick. A partir de ahí -como todos sabemos- se inicia el relato épico de la caza de la gran ballena blanca. Precisamente con esa frase empieza la última novela de Patxi Zubizarreta (Ordizia, 1964), que de esta manera parece querer marcar ya desde la primera línea el terreno donde se va a adentrar el lector de esta historia. Es un aviso a los niños de más de diez años para quienes va dirigido este cuento, pero más que eso se trata de un homenaje a la novela de Herman Melville y también un guiño de complicidad hacia los mayores –padres o maestros de esos niños- que hayan leído la mítica historia de la ballena blanca.
            Quien dice ahora la célebre frase, tartamudeando en sus dos palabras, es un muchacho que se presenta de esta forma ante el capitán del ballenero San Roque con el propósito de ser el nuevo grumete del barco. Aprovechándose de una trampa que le ha tendido al auténtico grumete, el jovencito llamado Ismael consigue, provisto del parche en el ojo típico de los más fieros marinos, formar parte de la tripulación que zarpará desde el puerto cantábrico de Deba hacia las lejanas aguas de Terranova. En el barco se hace amigo de Joanes, el arponero con quien va a compartir la vida marinera, el peligro de las tormentas marinas y, sobre todo, la tarea, la emoción y la aventura de la caza de las ballenas. Pasadas las peripecias propias de la mar, llegan al embarcadero de Portutxo,  donde, como todos los años, los marineros cargan las bodegas del barco con la grasa de la ballena, con el afán y la alegría propios de quienes desean regresar cuanto antes a su puerto de origen. Pero en la fiesta de San Juan, “la noche blanca” que hechiza a los pescadores con el fuego de sus hogueras, suceden algunas cosas que darán un vuelco inesperado a la historia. El peligro de pronunciar ciertas palabras (diablo, bruja) que llaman a la mala suerte, la llegada de los indios de la tribu micmac (entre ellos, la anciana Agnes y un muchacho con el que Ismael intercambia algunos adornos), la sombra aparecida en el barco, las “intrigas y tejemanejes” del Innombrable y la misteriosa desaparición en el mar del arponero y el muchacho van añadiendo enredos a una trama que acabará por atraer la atención del joven lector con una sorpresa final.
            La obra se organiza en cuatro capítulos, tres narrados por sendos personajes poco dados a hablar y mucho menos a escribir, como son el ratón Orejillas, el gato Maldemer y el diablo llamado El Innombrable, y un cuarto capítulo contado por La Ahuyentacampanas, la anciana Agnes que revela a Ismael sabias palabras de su tribu. Patxi Zubizarreta sigue algunas de las pautas de su anterior novela “El maravilloso viaje de Xia Tenzin” (Edelvives, 2009), donde también aparecen la aventura del viaje, la búsqueda del padre, los personajes maravillosos y las situaciones inexplicables. A ello se unen las referencias literarias (entonces “Las Mil y una noches”; ahora “Moby Dick”, “Jonás y la ballena”), que pueden invitar a los lectores a adentrarse también en la aventura de leer esas historias. Las ilustraciones en blanco y negro de Luis Doyague añaden con acierto expresividad visual a la obra.

(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 21 de diciembre de 2013)



sábado, 14 de diciembre de 2013

Buenos contra buenos


ME LEVANTÉ HERIDO
Pepe Monteserín
Septem Ediciones. Oviedo. 2013



            ¿Otra maldita novela sobre la Guerra Civil? Pues sí, pero no maldita, sino bendita, es decir, bienvenida novela sobre un joven que deja su tierra y su familia para luchar por un ideal tan noble para él como lo era para los que combatían en el lado contrario; un relato de iniciación en el que el protagonista se adentra de repente en la madurez al verse obligado a enfrentarse a la brusca aparición de una dramática circunstancia, en un terreno y un período que los comentaristas del futuro se verán obligados a narrar con los recursos de la épica; una historia sobre un hombre que pretende ser Euclides, capaz de precisar una geometría en “cada gota de sangre” y de calcular las azarosas posibilidades de la realidad a partir de una compleja fórmula poblada de “certezas, riesgos e incertidumbres”; una fábula en la que en medio de los odios antiguos o sobrevenidos, de las viejas amistades truncadas por traiciones, de las relaciones siempre sospechosas de poder ocultar algo más tras las disimuladas apariencias, se revela la convicción de que los personajes –las personas de carne y hueso que protagonizaron la historia real- se ven forzados a pelear en una guerra de “buenos contra buenos”; un romance, en fin, que narra al revés el tradicional romance del caballero y la dama, del soldado que es rescatado del cautiverio de las trincheras por las cartas, los regalos y la esperanza de un anhelo que periódicamente envía su madrina de guerra desde Arango, la retaguardia a orillas del río Nalón donde el desarmado caballero, después de levantarse herido, regresará para rendir pleitesía a su amada.
            Sin embargo, todos estos argumentos -y alguno más que se entrecruza en el relato- podrían quedarse en la mera enunciación de tópicos, si no resaltáramos como tal vez el mayor acierto de la novela la compleja estructura que sostiene con buen pulso y destreza la obra. Ya desde su primer libro (“Mar de fondo”, 1993), Pepe Monteserín ha acostumbrado a no dejarse llevar sólo por contar sin más una historia, sino que ha hecho alarde de ser dueño de ricos y variados recursos narrativos. Así, en “Me levanté herido” juega hábilmente con los cambios de tiempo y espacio, el largo tiempo que abarca la infancia de Luis Miranda antes de la guerra y el momento presente, en el que al final ya de la vida cuenta a su hijo Ricardo la experiencia ocurrida en la contienda, y el ancho espacio que se extiende desde la retaguardia de Arango hasta el frente de Aragón, donde el cabo Miranda cayó –para inmediatamente levantarse- herido en la cota 300. Mantiene el preciso equilibrio para que el lector no se tambalee al verse obligado a transitar desde los hechos pretendidamente plasmados de forma objetiva por la nieta historiadora a la propia visión que de los mismos tienen quienes en primera persona participan del relato. Las cartas, las referencias cinematográficas, las grabaciones de audio, los partes de guerra, las noticias de prensa, los documentos oficiales y los diálogos en la retaguardia, en el frente, en la actualidad y en el pasado enriquecen una novela que, a pesar de tener un claro protagonista, es fundamentalmente una novela coral, en la que el resto de personajes contribuye a ampliar la perspectiva de lo narrado.
            A la fidelidad al marco histórico se une un planteamiento moral al afirmar que se cuenta una “historia de buenos contra buenos”. Si esto fuera cierto, lejos de aliviar nuestras atribuladas conciencias, contribuiría a añadir aún más dolor al causado por una guerra que todavía necesitamos seguir contándonos.

(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 14 de diciembre de 2013)