Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

jueves, 1 de diciembre de 2022

Libertad interior y sumisión confortable

 ¡No al totalitarismo!

Boris Cyrulnik

Gedisa, 2022



La biografía personal y profesional de Boris Cyrulnik es la sólida base sobre la que se sustenta este sugerente libro. Como neurólogo, psicoanalista, psiquiatra y etólogo, proporciona todo su bagaje para alumbrar, desde el conocimiento científico, la tesis que desarrolla en este ensayo, aquella que señala la imperiosa necesidad de establecer un vínculo de apego seguro y duradero, constituido en los primeros mil días de la vida del bebé, para emprender el anhelado camino de la “libertad interior”. Como judío que sufrió desde su infancia la persecución que, propugnada por el delirio antisemita, llevó a cabo el totalitarismo nacionalsocialista, aporta su experiencia vital para trazar una plausible visión sobre la “sumisión confortable”. Así, estos dos conceptos –“Libertad interior y sumisión confortable”, con los que se subtitula un libro cuyo título “¡No al totalitarismo!” sería más apropiado, dicho sea de paso, para un encendido panfleto que para un ensayo serio y riguroso como es el caso que nos ocupa- se imbrican desde esa doble perspectiva personal de un autor reconocido por sus pioneros estudios sobre la resiliencia. 

Boris Cyrulnik

Boris Cyrulnik se sirve de la pensadora Hanna Arendt para retomar su idea de la “libertad interior”, esa deseable cualidad que se pierde cuando no se puede comparar ni pensar por uno mismo, y que tendría como consecuencia la “banalización del mal”, controvertido concepto que debe entenderse como el placer del funcionario -personificado en la figura del oficial nazi Adolf Eichmann- para hacer bien el trabajo rutinario que se le ha encomendado, en su caso, limpiar la sociedad alemana de la mancha judía. A este acto aparentemente trivial, desvinculado de sus trágicas consecuencias, conduce de forma inevitable la ausencia de un pensamiento personal que pudiera cuestionar el conjunto de opiniones y creencias obvias que ha ido estableciendo el grupo al que uno pertenece. Es entonces cuando triunfa el dogmatismo, a través de la confluencia de identidades compartidas -personal y grupal- que se han ido construyendo en la interacción de unos afectos despersonalizadores, sometidos a una representación completamente alejada de la realidad. Es la llamada “lógica del delirio o de la sinrazón” (Arendt), que ciega la capacidad de pensamiento al impedir la posibilidad de la duda.

Por tanto, estamos en continuo peligro, pues la necesidad que tenemos de pertenecer a un grupo puede hacernos cómplices de la posible tiranía que, en un momento dado, nos subyugue. Sin embargo, Cyrulnik afirma que contamos con las herramientas para sortear esa amenaza, pues “es en el enunciado sociocultural externo al sujeto donde hay que buscar la fuente tanto del Bien como del Mal”. Para ello hace referencia -a partir de los estudios de Alfred Adler y John Bowlby- a la teoría del apego como un importante factor de protección y socialización que, al establecerse de una forma segura y duradera, contribuiría a desarrollar un relato coherente con los relatos sociales de la comunidad a la que el individuo pertenece. Las tres dimensiones -biológica, afectiva y verbal- que se desarrollan en el período en el que se asienta esa relación de apego, pueden desplegarse de forma óptima o verse vulneradas por algún factor exterior a la mente del sujeto. Así, de la misma forma que un entorno temprano empobrecido -en cualquiera de las dimensiones- favorecerá una falta de autoestima y de fragilidad social que active nuestra necesidad de dependencia, asumiendo, en última instancia, esa suerte de “sumisión confortable”, un ambiente rico biológica, afectiva y verbalmente será el terreno abonado para que florezca esa “libertad interior”, indispensable para alcanzar la deseable independencia social que pueda librarnos del totalitarismo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario