Pepe Monteserín lo ha vuelto a
hacer. De pocos escritores se puede sostener lo que sin temor a equivocarnos es
preciso decir de Pepe, y es que, lejos de acomodarse en discurrir por caminos
ya transitados, en cada nueva obra parece querer olvidarse de todo lo que ha
escrito anteriormente –que no es poco, dada su dilatada producción- para
afrontar el riesgo de adentrarse por territorios ignorados. Entre otras obras
-45 libros, se afirma en su biobibliografía-, ha escrito una suerte de manual
para empresarios narrado bajo la forma de un proyecto de fin de carrera (“Mar
de fondo”, su primera novela), biografías noveladas (”Matómelo Dumas” y “La
lavandera”), una “historia de buenos contra buenos” contada en el marco
histórico de la guerra civil (“Me levanté herido”), una original propuesta de
diario argumental o divulgativo (“Bendice estos animales que vamos a recibir”),
un cuento vertical (“Casualidad”) o la imposible tarea de contar la música
(“Los bolsillos de Bach”), sin dejar de lado los cuentos infantiles, ensayos o
la multitud de artículos de prensa. Ahora nos presenta “Con mucho busto”, un
voluminoso libro que sólo se puede escribir cuando se ha desarrollado un fuerte
músculo literario, forjado con jugosas y nutritivas lecturas, ejercitado en los
viajes que ha realizado por medio mundo y, sobre todo, alimentado por ese amor
a la literatura que es el sustancial motivo de este libro. Y, claro está, todo
salpimentado con el humor característico de Casa Pepe. A través de singulares
semblanzas de algunos escritores –“faltan todos excepto 301”-, Monteserín nos
enseña lugares, escritores, lecturas, amistades, su familia, los libros de su
biblioteca…, en definitiva su vida, indisolublemente unida a la vida sin fin de
la literatura. Tres kilos de peso, 3.500 fotografías –en muchas de ellas aparece
Pepe junto a un escritor esculpido en piedra o bronce-, medio millón de
palabras propias y prestadas, 800 páginas primorosamente editadas por Luna de
Abajo, donde se puede pedir el libro –o al propio autor-, ya que no está a la
venta en librerías. Mientras voy leyendo el libro sin prisa, voy a encargar que
me hagan una estatua –aun sólo un busto de barro- para que Pepe se fotografíe
junto a ella y así pueda sacarme en el próximo tomo que sin duda tendrá que
salir después del éxito de éste.
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