El raro crimen de Rambal
Diego Medrano
Ediciones Carena, 2019
A este libro
bien pudiera aplicársele aquella frase que C.J. Cela escribe al inicio de Oficio de tinieblas 5: “Naturalmente, esto
no es una novela, sino la purga de mi corazón”, pues en ella Diego Medrano
(Oviedo, 1978) parece expulsar –tal vez llevado por la necesidad de depurarse
por dentro- todo lo que ha ido rumiando sobre el arte y la vida, sobre la
literatura y su esquiva relación con la realidad. La urgencia de este libro la
expresa el propio narrador cuando afirma que “Acabar este libro ha sido para mí
una importante necesidad: casi una excusa perfecta” o “Necesito este libro más
que cualquier otro trago. Aquí está toda la sed y su efectiva calma”. Aferrado
al menos paradójico que irónico postulado del artista Robert Filliou según el
cual “el arte es aquello que hace que la vida sea más interesante que el arte”,
Medrano se concibe dentro de una suerte de creación permanente en la que no bastaría
con vivir, sino que la propia existencia debería nutrirse con las historias en
las que continuamente transformamos nuestros mundos. Y para ello -partiendo de
que “el arte jamás es inocente”-, es necesario asumir el riesgo de que hay que
hacer aquello que precisamente más se teme, utilizando como arma principal la
exageración, el permanente extrañamiento ante la realidad y el arte que la
sustenta. Así, el autor traza de manera torrencial, plagando de citas propias y
ajenas un texto en verdad excesivo, su propia teoría literaria, pero no de una
manera sistemática, cuestión que por otro lado mejor cabría en una obra
ensayística, sino, como apunta en estas páginas, procediendo más por aforismos
que por silogismos. Es por medio de ese caudal casi interminable de máximas
como el lector va navegando por el pensamiento del autor, pero también por la
leve trama que, en contra de lo señalado por Cela al principio de su obra, sí
constituye una novela.
Alberto Alonso Blanco "Rambal" |
Una ficción
que, tomando como referencia real el misterioso asesinato de Rambal, entrañable
personaje que no ocultaba su homosexualidad en el popular barrio de Cimadevilla
de Gijón, va trazando, a través de las voces de una serie de figurantes tan
pintorescos como el propio Rambal, la imaginaria trama sobre tan extraño crimen.
Así, en cada capítulo el periodista narrador de la novela va descubriendo el
testimonio de todos estos personajes que, a la postre, constituyen una sola
voz, embriagada por las humedades del sexo y el alcohol, ennoblecida por el
fracaso y la oscura luz que la arropa en la noche. Desde Monserrat Vinjoy
(“profesora de la Universidad de Oviedo”) hasta Cuchifritín Alonso
(“Hombre-eunuco del tamaño de un bastón o una picardía”) va apareciendo toda
una troupe de actores que, como en las tragedias griegas, llega a conformar el
coro que canta los sospechados secretos del crimen.
Diego Medrano
–a pesar de lo que anuncia la editorial- no escribe una novela negra al uso,
sino que se sirve del ambiente nocturno y marginal que envuelve “El raro crimen
de Rambal” para indagar en el misterio al que siempre se enfrenta la ficción.
El caso de Rambal, pasado el tiempo, se transmuta en leyenda y a ella sólo
podemos aproximarnos utilizando un lenguaje metafórico cargado de sonoridad,
una prosa que en parte alivia su tempestuoso arrebato gracias al irónico
aliento que subyace en el texto. Un estilo herido por el filo del bisturí y al
mismo tiempo curado por la caricia de una luna que “se puede tomar a
cucharadas”. Un libro, en definitiva, que se puede abrir al azar por cualquier
página para asistir, en un alocado susurro, a la celebración de la literatura.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 21 de diciembre de 2019)
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