Genios
M. J. Lorente – A. Lorente
Edelvives, 2018
Si entendemos
el término genio en el sentido en el que lo define el diccionario de la RAE en
una de sus acepciones -“gran ingenio, fuerza intelectual extraordinaria o
facultad capaz de crear o inventar cosas nuevas y admirables”-, bien pudiéramos
albergar dudas sobre la idoneidad de algunos de los personajes retratados en
este libro para incluirlos en tal categoría. Es cierto que todos ellos han
destacado –algunos de forma muy relevante- en sus respectivas facetas
artísticas o literarias, pero de igual manera se nos puede ocurrir una relación
mucho más amplia de nombres que se debería añadir a esta lista. Por ello
sorprende que, como representante de la literatura, se recurra a Hemingway o
Pizarnik y se olvide, pongamos por caso, a Faulkner o Joyce. O que en pintura
se cite a la omnipresente Frida Khalo y se obvie, entre otros, a Matisse o
Duchamp. Igualmente, nos viene a la cabeza –por ejemplo, en el ámbito
científico del que incomprensiblemente no se incluye ningún representante- un
puñado de “genios” más notorios que Hugo Pratt, Freddie Mercury o Chavela
Vargas. Sin embargo, en descargo de los autores del libro, diremos que esta
peculiar selección viene motivada en el Prólogo como el ofrecimiento al lector
de un “retrato visual y literario de veinte celebridades de la cultura del
siglo XX”, de forma que, ateniéndonos a este criterio de fama o popularidad –y
no sólo al engañoso título del libro-, esta colección de personajes se aviene
bien con esa condición, pero más aún con la de quienes sufrieron “las consecuencias
de su extravagante forma de vida”. Y es precisamente este rasgo, el de
sobrellevar una íntima herida en su biografía, el que define el puñado de
figuras que aquí se presentan.
Ilustración de Antonio Lorente |
A pesar de lo
apuntado anteriormente, este libro tiene el indudable mérito literario y
artístico de destacar, a través de un breve relato que ocupa apenas un par de
páginas, lo más significativo de cada personaje. María Jesús Lorente -autora de
los textos- se sirve de diferentes técnicas narrativas, como cambios del punto de
vista según la “celebridad” retratada, cartas apócrifas, escenas dialogadas,
entrevistas, monólogos interiores, breves biografías, etc., con la intención de
resaltar precisamente aquello que, en el imaginario común, se reconoce como el
aspecto –generalmente transido por un particular dolor- que define al
personaje. Así, Camille Claudel en el solitario delirio del manicomio, Isadora
Duncan viajando con su amor hacia un absurdo final, María Blanchard atrapada en
su cuerpo enfermo y deforme, Coco Chanel en el orfanato esperando al padre que
nunca llega, Federico García Lorca escuchando trágicas historias en su
infancia, Ernest Hemingway introduciéndose en su boca el cañón de la escopeta,
Walt Disney inventando la infancia que no tuvo, Salvador Dalí bajo la sombra
del hermano muerto, Frida Kahlo siempre dolorida en su cuerpo roto, Bette Davis
poseída por la perversa Baby Jane, Julio Cortázar escribiendo su autonautas de
la cosmopista con Carol Dunlop; Billie Holiday cantando a esas extrañas frutas
que cuelgan de los árboles del sur, Chavela Vargas apurando botellas de
tequila, María Callas recordando la indiferencia de su madre, Alejandra
Pizarnik “pisando cuerdas en llamas” o Rudolf Nureyev saltando hacia el lado de
la libertad.
Semblanzas
que, con la prosa –y la extraordinaria cualidad de las ilustraciones de Antonio
Lorente- bien ajustada a cada personaje retratado, refleja acertadamente esa
íntima herida que los define, lo cual supone un indudable mérito en el
propósito de acercar sus biografías a los jóvenes lectores.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 23 de marzo de 2019)
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