El otoño de la casa de los sauces
Fulgencio Argüelles
Editorial Acantilado. Barcelona, 2018
Podría
considerarse casi un subgénero literario aquellas obras en las que,
transcurridos unos años, se reencuentran unos personajes que tuvieron una
relación en el pasado. Suelen convocarse para celebrar un acontecimiento o una
efeméride, dedican unos primeros momentos a recordar los tiempos vividos y,
después de desvelarse algún secreto o surgir una cuestión no resuelta o que
parecía ya olvidada, normalmente todo acaba como el rosario de la aurora. El
esquema se amolda bien con la estructura de las obras dramáticas, ya sean en
forma de representación teatral o cinematográfica.
Esa cualidad
dramática parece estar en el origen de “El otoño de la casa de los sauces”
(Acantilado, 2018), obra que Fulgencio Argüelles (Aller, 1955) escribió primero
para ser representada y que ahora nos ofrece en forma de novela. La diferencia
con ese tipo de obras que podríamos llamar de “reencuentro” es que el conflicto
que va a surgir entre los personajes y que de forma inevitable desembocará en un
desenlace plagado de disputas, aparece ante el lector ya en el primer capítulo,
cuando se nos presenta a Zígor –el hombre que ha invitado a sus antiguos
compañeros a pasar el fin de semana en su casa señorial- como un enfermo
terminal y a los convocados como viejos camaradas de un comando terrorista. De
ahí que, desde el principio, asistamos a esa dramática condición que une a los
personajes y al anuncio de la sorpresa -no desvelada hasta el final de la
novela- que les tiene preparada el convocante que ya ve cercana su muerte.
Fulgencio Argüelles |
La
situación, sumergida bajo una sospechosa atmósfera acotada en un tiempo y un
espacio muy determinado, es propicia para que los personajes, lejos de ser
presentados como héroes de tiempos convulsos, se sientan obligados a exteriorizar,
junto a la íntima traición a su pasado infame, las miserias que acarrea el
cotidiano vivir y el sobrevenido horror de tener que enfrentarse de repente a
su propia muerte. Personajes que, encerrados en un forzoso psicodrama, deben dejar
a un lado “el bálsamo de los deseos” para traer también a la memoria aquello
que no quieren recordar, asumiendo que, a pesar de que por pura supervivencia
“el dolor no se recuerda”, sí permanecen el tiempo y el espacio donde surgió, y
sobre todo “las manos que lo provocaron”. Se les revela entonces, cuando la
amenaza de la propia muerte despierta en ellos aquellas voces que durante años
permanecieron en la sombra, la obligada expiación de la culpa por el
sufrimiento causado, imperiosa necesidad a la que cada uno de ellos se
enfrentará de desigual manera, pero al final cayendo en la certeza, expresada
en la agonía de Zígor, de que “morir es un fracaso, pero matar es un fracaso
más grande”.
En esta
magnífica novela se despliega la maestría literaria a la que nos tiene
acostumbrados Fulgencio Argüelles. A esa fluidez narrativa con fraseo de largo
aliento, a la habilidad de insertar sin guiones los diálogos en el párrafo, a
la elegancia de una prosa poblada de sugerentes imágenes –“El atardecer estaba
caluroso y azul, como una magulladura”-, a la inteligente imbricación de los
sucesos y las tramas de la ficción en una realidad sin fechas ni lugares
reconocidos o a la inusitada profundidad moral que siempre confiere a su obra, se
añade ahora el labrado perfil de unos personajes –su pasado, sus vivencias, sus
emociones, su vida actual, sus deseos, sus miedos, sus relaciones…- que, tras
ser obligados a convivir en el desamparo, estarán condenados para siempre a
huir de ese doloroso, insufrible “reencuentro” consigo mismos.
(Publicado en la revista digital Literarias el 3 de febrero de 2019)
https://www.escritoresdeasturias.es/literarias/resenas/la-ultima-novela-de-fulgencio-arguelles.html
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