Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

sábado, 8 de julio de 2017

Contar la música


Los bolsillos de Bach
Pepe Monteserín
Ediciones del Viento, 2017



                De pocos escritores se puede decir lo que sin temor a equivocarnos es preciso afirmar de Pepe Monteserín (Pravia, 1952), y es que, lejos de acomodarse en discurrir por caminos ya transitados, en cada nueva obra parece querer olvidarse de todo lo que ha escrito anteriormente –que no es poco, dada su dilatada producción- para afrontar el riesgo de adentrarse por territorios ignorados. Desde su primera novela “Mar de fondo” (1993) –una suerte de manual para empresarios narrada bajo la forma de un proyecto de fin de carrera- hasta “Bendice estos animales que vamos a recibir” (2014) –original propuesta de diario argumental o divulgativo-, pasando por las recopilaciones de artículos, los libros de relatos, los cuentos ilustrados o los ensayos-, Monteserín no sólo recurre a un amplio abanico temático, sino que –lo que seguramente es más relevante- apuesta por el empleo de variados registros formales que sin duda enriquecen una obra concebida bajo el designio de la calidad literaria.
                Así, en “Los bolsillos de Bach” (Ediciones del Viento, 2017) –subtitulada “Desconcierto y concierto de una coral polifónica”- el escritor praviano nos presenta una novela que de nuevo despliega un tema original en su obra, como es la narración del último ensayo, de los prolegómenos y de la propia interpretación que una coral de aficionados hace del Magnificat de Bach nada más y nada menos que en La Thomaskirche de Leipzig, iglesia donde trabajó como cantor el mismo Bach y donde reposan sus restos mortales, con el añadido un tanto surrealista de tener que hacerlo delante del papa Benedicto XVI. 
Estatua de Bach en La Thomaskirche de Leipzig

                El desconcierto al que se refiere el subtítulo tiene que ver con el variopinto elenco de personajes que componen el coro y con las singulares historias que protagonizan. Peripecias narradas en cada capítulo bajo el nombre propio de cada uno de ellos y que se van entrelazando de manera tal que efectivamente producen en el lector una sensación de desbarajuste que amenaza con el fracaso más estrepitoso el día del concierto. Pero, precisamente ahí está una de las claves de la novela, en la importancia –o la necesidad- de poder “armar un coro con pedazos de emoción, ilusiones frustradas y proyectos a medias”. Así, el coro –y el propio concierto- sirve como metáfora de la vida misma al subrayar la idea de que la individualidad, por muy desvalida y limitada que se presente, siempre puede contribuir al éxito de una empresa colectiva. El íntimo convencimiento de que “nadie quiere estar solo, aunque sea solista” conduce a la necesidad –entendida como destino insoslayable- de vernos obligados a tener que incorporarnos a un grupo con una aspiración o un proyecto común.
De esta manera Monteserín nos presenta una novela coral –concepto redundante con la trama de la obra- compuesta con las voces solistas de los personajes y articulada en torno a una estructura en cierto modo teatral, empezando por un inicial “Dramatis personae”, continuando con los numerosos diálogos y actos dramáticos o cómicos que aparecen en el texto y terminando con el propio espacio escénico en el que al final se representa la función. Como apuntamos anteriormente, original propuesta que, sin embargo, mantiene algunas señas de identidad propias del autor, como son el empleo del humor, la ironía, los juegos de palabras, los guiños metaliterarios, etc. Recursos que, junto a ciertas incursiones didácticas, contribuyen a que no sea estéril el loable empeño del autor por “contar la música”.



(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 8 de julio de 2017)





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