Los bolsillos de Bach
Pepe Monteserín
Ediciones del Viento, 2017
De
pocos escritores se puede decir lo que sin temor a equivocarnos es preciso
afirmar de Pepe Monteserín (Pravia, 1952), y es que, lejos de acomodarse en discurrir
por caminos ya transitados, en cada nueva obra parece querer olvidarse de todo
lo que ha escrito anteriormente –que no es poco, dada su dilatada producción-
para afrontar el riesgo de adentrarse por territorios ignorados. Desde su
primera novela “Mar de fondo” (1993) –una suerte de manual para empresarios narrada
bajo la forma de un proyecto de fin de carrera- hasta “Bendice estos animales
que vamos a recibir” (2014) –original propuesta de diario argumental o
divulgativo-, pasando por las recopilaciones de artículos, los libros de
relatos, los cuentos ilustrados o los ensayos-, Monteserín no sólo recurre a un
amplio abanico temático, sino que –lo que seguramente es más relevante- apuesta
por el empleo de variados registros formales que sin duda enriquecen una obra
concebida bajo el designio de la calidad literaria.
Así,
en “Los bolsillos de Bach” (Ediciones del Viento, 2017) –subtitulada
“Desconcierto y concierto de una coral polifónica”- el escritor praviano nos
presenta una novela que de nuevo despliega un tema original en su obra, como es
la narración del último ensayo, de los prolegómenos y de la propia
interpretación que una coral de aficionados hace del Magnificat de Bach nada más y nada menos que en La Thomaskirche de Leipzig,
iglesia donde trabajó como cantor el mismo Bach y donde reposan sus restos
mortales, con el añadido un tanto surrealista de tener que hacerlo delante del
papa Benedicto XVI.
Estatua de Bach en La Thomaskirche de Leipzig |
El
desconcierto al que se refiere el subtítulo tiene que ver con el variopinto
elenco de personajes que componen el coro y con las singulares historias que
protagonizan. Peripecias narradas en cada capítulo bajo el nombre propio de
cada uno de ellos y que se van entrelazando de manera tal que efectivamente
producen en el lector una sensación de desbarajuste que amenaza con el fracaso
más estrepitoso el día del concierto. Pero, precisamente ahí está una de las
claves de la novela, en la importancia –o la necesidad- de poder “armar un coro
con pedazos de emoción, ilusiones frustradas y proyectos a medias”. Así, el
coro –y el propio concierto- sirve como metáfora de la vida misma al subrayar
la idea de que la individualidad, por muy desvalida y limitada que se presente,
siempre puede contribuir al éxito de una empresa colectiva. El íntimo
convencimiento de que “nadie quiere estar solo, aunque sea solista” conduce a la
necesidad –entendida como destino insoslayable- de vernos obligados a tener que
incorporarnos a un grupo con una aspiración o un proyecto común.
De esta manera
Monteserín nos presenta una novela coral –concepto redundante con la trama de
la obra- compuesta con las voces solistas de los personajes y articulada en
torno a una estructura en cierto modo teatral, empezando por un inicial
“Dramatis personae”, continuando con los numerosos diálogos y actos dramáticos
o cómicos que aparecen en el texto y terminando con el propio espacio escénico
en el que al final se representa la función. Como apuntamos anteriormente,
original propuesta que, sin embargo, mantiene algunas señas de identidad
propias del autor, como son el empleo del humor, la ironía, los juegos de
palabras, los guiños metaliterarios, etc. Recursos que, junto a ciertas incursiones
didácticas, contribuyen a que no sea estéril el loable empeño del autor por
“contar la música”.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 8 de julio de 2017)
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