Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

sábado, 16 de agosto de 2014

Centenario de Platero

PLATERO Y YO
Juan Ramón Jiménez
Anaya. Madrid, 2014
Ilustraciones de Thomas Docherty


          En diciembre de 1914 se publicó la primera versión de “Platero y yo. Elegía andaluza”. Esta primera selección, que según Juan Ramón Jiménez fue “hecha por los editores”, constaba de 63 capítulos y estaba destinada a formar parte de una colección titulada Biblioteca de la Juventud para “Ediciones de la Lectura”. La edición completa de 1917, compuesta entre 1907 y 1916, está formada por 138 “estampas”, desde la titulada “Platero”, que se inicia con algunas de las palabras más famosas de la historia de la literatura (ya saben: “Platero es pequeño, peludo, suave...”), hasta la última “A Platero, en su tierra”, en la que el poeta se consuela ante la pérdida del “burrito de plata” con un emocionado “vengo a estar con tu muerte”.
          Así, entre la celebración de la belleza de la vida y el lamento por las circunstancias adversas, transcurre este texto en el que el propio Juan Ramón Jiménez expresa -en la previa “Advertencia a los hombres que lean este libro para niños”- que “la alegría y la pena son gemelas”. Lejos de la pretensión de escribir una fábula (“no temas que vaya yo nunca a hacerte héroe charlatán de una fabulilla”, le dice el autor a Platero), efectivamente las estampas se suceden en la expresión de una realidad revelada con sus luces y sus sombras. Del regreso a los lugares -reales o inventados, tanto da- de una infancia feliz, a menudo habitada por la maldad, el poeta va desgranando episodios que también podrían leerse como cuentos o historias independientes. Hay capítulos en los que eleva el sentimiento ante el espectáculo de “hermosura resplandeciente y eterna” (“Las brevas”, “¡Ángelus!”) y otros en los que una honda tristeza se hace eco de los sufrimientos cotidianos, de la crueldad de los hombres o del dolor de las pérdidas (“La carretilla”, “El perro sarnoso”, “La tísica”, “Lord” ). Pero también Juan Ramón es capaz de pintar, con el mismo dominio del lenguaje poético, en una misma lámina un fresco donde se suceda la feliz exaltación de los sentidos con el desasosiego que puede producirle una situación injusta o un niño desamparado (“El pan”, “Anochecer”).
          Como bien se sabe, el paisaje de Moguer, el de sus calles, sus casas y sus campos, es el de la infancia que en estas páginas recrea el poeta, pero también es el reflejo de un país en un momento de tránsito hacia una modernidad llena de incertidumbres. De ahí que la mirada de Juan Ramón esté nublada por una cierta melancolía al recordar un pasado que irremediablemente va a desaparecer, y que él sólo puede recuperar con palabras llenas de poesía, emoción y ternura. Esa memoria desde la que escribe el poeta, conecta, a través de un lenguaje pleno de imágenes deslumbrantes, con la propia memoria del lector, hasta el punto de reconocer que la belleza de la prosa poética es, más que una vía estética para leer con todos los sentidos, el camino más directo hacia el desvelamiento ético del texto.
          Entre las publicaciones que, con ocasión del Centenario de “Platero y yo” -el libro más editado y traducido de la lengua española, tras el Quijote-, se están llevando a cabo durante estos meses, presentamos aquí la de Anaya, una cuidada edición que contiene unas bellas y serenas ilustraciones de Thomas Docherty y un acertado prólogo a cargo de Juan Mata Anaya.


(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 16 de agosto de 2014)



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