Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

sábado, 19 de julio de 2014

Un verano en el pueblo

VEINTISIETE ABUELOS SON DEMASIADOS
Raquel López
Anaya. Madrid, 2014
67 páginas


          Para un niño de ciudad -incluso para un adulto que se haya criado en ella- el pueblo representa un lugar que se haya al otro lado. Y no sólo un espacio en el que no habitamos, sino más aún significa un tiempo ya pasado, una época en la que, por definición, sólo podemos adentrarnos a tientas por un camino de sombras. En el imaginario urbano la vida rural se asocia con una posible realidad donde siempre tiene cabida lo extraordinario, aquello que, al alejarnos del cotidiano transcurrir de la ciudad, nos permite cambiar nuestra monótona mirada, explorar nuevas experiencias y asomarnos a ciertos abismos ya olvidados. El mundo rural es el territorio de nuestros antepasados, aquellos que a través de sus recuerdos -reales, transmitidos o inventados- han ido emitiendo el soplo cálido o frío que alienta nuestra imaginación, pero sobre todo es el paisaje de los cuentos que han contribuido a profundizar en ese lado oscuro que nos habita desde la infancia.
          De ahí que para Álex, el protagonista de “Veintisiete abuelos son demasiados” (galardonado con el Premio de Narrativa Infantil Vila D'Ibi 2013 y publicado en la Colección El duende verde de la editorial Anaya), el día en el que su madre le castiga con pasar las vacaciones de verano en el pueblo por haber suspendido inglés, se convierta en el mejor día de su vida. Pero ya en el pueblo - de “esos pequeños que no salen en los mapas”- a Álex se le presentan situaciones increíbles a las que siempre responde con la única frase que sabe decir de carrerilla en inglés: “I can't believe it”. Porque en verdad no puede creer que la piscina del pueblo esté vacía para que él pueda disfrutarla solito; o que a la puerta de la casa de su abuela haya una fila india de veintisiete abuelos; o que don Francisco, después de desayunar, le obligue a tomar dos tazas de chocolate mientras le va metiendo churros en la boca; o que un tal Facundo, personaje que parece venido del pasado, le haga ordeñar a la Galabra para que su abuela le haga un arroz con leche de cabra; o que doña Anita, la prehistórica maestra de su abuela, le cuente, a golpe de bastón para que no se distraiga, la rocambolesca historia del primer inglés que apareció por esas tierras, allá por el año 1691; o que su abuelo le despierte de madrugada para ir a recoger paja a lomos del burro Bartolo; o que Fermín le enseñe a trenzar pajas para hacer un sombrero; o que una vieja monstrua con guantes le amenace con una brocha si no le tiñe sus canas con una masa pringosa... Así hasta que comprende que han desaparecido todos los niños del pueblo y que debe encontrarlos para librarse de tanto abuelo.
          Sirviéndose de la narración en primera persona del niño que va contando la historia, Raquel López (Ulea, Murcia, 1968) utiliza un lenguaje coloquial muy apropiado para que disfruten de su lectura los pequeños a partir de ocho años, aquellos que después de leer este libro ameno y divertido no podrán más que desear tener un pueblo o dos o tres -de sus padres o de sus abuelos- donde poder pasar un verano en el “otro lado”, allí donde siempre suelen ocurrir las cosas importantes de la vida.

(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 19 de julio de 2014)

1 comentario:

  1. Querido Marcelo, muchas gracias por tus palabras. Es una alegría encontrarlas tiempo después. Me siento muy honrada y afortunada al leerlas.
    Un abrazo.
    Raquel López

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