Amarillo es el color del origen
-de la yema del huevo, del amanecer de los días y de los olvidados trigos de la
infancia-, el del trascurso de la vida -de la alegría y de la envidia, de la
dulce miel de las abejas y de la amarga hiel de los hombres- y el del final
-los largos ocasos, el apagado rostro de la enfermedad y la muerte. Amarillo es
el inmenso color del sol que enciende el infinito desierto en la tierra. Es,
por tanto, el regalo de la luz y el dolor que ciega tantas miradas sin
posibilidad de cobijo ni sombras.
Pero hay palabras que contienen dentro otras palabras.
Otras palabras que, apenas sin darnos cuenta, les añaden otros significados. Se
nos filtran en la piel con solo nombrarlas, con solo oírlas o leerlas en los
libros de nunca acabar. En la palabra Amarillo está el Mar como en el desierto
está siempre presente el lejano susurro de sus olas. En la palabra Amarillo
está escondida la Orilla a la que ansía volver todo un pueblo expulsado de su
tierra. En la palabra Amarillo se oculta la Rama de olivo que este pueblo
ofrece a los hombres y mujeres de buena voluntad. En la palabra Amarillo suena
la Rima secreta de las voces que, lanzadas al aire, claman justicia a los oídos
sordos del mundo. En la palabra Amarillo brilla Amar, la palabra más luminosa
que se puede leer en las luminosas bibliotecas del Sahara.
(Publicado en el Boletín Sáhara Bubisher en octubre de 2024)
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