Compartir, jugar juntos, sonreír.
Aprender divirtiéndonos o divertirnos mientras aprendemos. Esas son algunas de
las pocas verdades que nos interesan. Jugar con las palabras, con ese aire que
sale por la boca para flotar en el aire que compartimos. Las mismas palabras
que al aire se lanzan duras como piedras, frágiles como pompas de jabón o
esperanzadas como un amanecer en el desierto, ahora están escritas sobre el
papel. Las mismas palabras que en el aire tienen peso y forma y tamaño y
música, ahora se descomponen en letras de colores. La letra con sangre no
entra. No entra con el rojo de la sangre, sino con el arcoíris de la sonrisa de
los niños. La letra entra con el verde de la imaginación, el azul de la inteligencia,
el amarillo de la voluntad y el rojo de los corazones encendidos. Al jugar con
las palabras y pintar de colores sus letras hacemos más profundo el aire donde
flotan sus significados. Las devolvemos al aire para que, liberadas del corto
aleteo de lo ya sabido, vuelen hacia el infinito subidas a las ligeras alas de
la Vanesa de los cardos. La mariposa del desierto donde también se suben los
gestos y miradas y pausas y sonrisas y llantos y silencios de nuestros juegos.
(Publicado en el Boletín Sáhara Bubisher en noviembre de 2024)

No hay comentarios:
Publicar un comentario