Después de haber jugado un buen rato
con sus amigos, de haber perseguido con ellos a la Vanesa de los Cardos, la
mariposa multicolor que revolotea entre las pocas flores del campamento, y de
haber corrido y saltado y bailado todos juntos con los pies descalzos por la
arena infinita del desierto, Malala ha cogido un libro de la biblioteca
Bubisher y se ha sentado a leer en un rincón.
Se ha ido ella sola a leer para no estar sola. Malala sabe
que cuando, después de jugar, todos sus amigos se marchan a sus casas, ella
nunca se queda sola porque se sienta a leer para no estar sola. Abre el libro y
a veces se concentra en mirar las ilustraciones y se imagina lo que puede decir
el texto que aún no ha leído. Otras veces tapa las imágenes con su mano y lee
las palabras que le traen a la mente la forma de un paisaje, los cambiantes
colores del día y de la noche o el gesto de un personaje cuando ríe o llora. Le
divierte menos leer y mirar las imágenes a la vez. No sabe por qué. Pero sí
sabe que cuando lee sola en un rincón de la biblioteca Bubisher nunca está
sola.
(Publicado en el Boletín Sahara Bubisher en septiembre de 2025)

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