El bloc de las edades
Manuel J. Rodríguez
Edelvives, 2018
La función de
los cuentos tradicionales siempre ha sido indagar, a través de su contenido
simbólico, en los conflictos internos a los que debemos enfrentarnos los seres
humanos. Así, en Caperucita Roja se
afronta el peligro que puede acechar tras una engañosa seducción, en Hansel y Gretel el miedo primordial a
ser abandonado por tu propia familia o en La
Cenicienta la inevitable rivalidad fraterna. La ficción, que gracias a su
componente simbólico tiene la cualidad de poder penetrar con mayor facilidad en
la vida emocional del lector, ha sido tradicionalmente el medio más efectivo
para contribuir al crecimiento personal de los niños y jóvenes, favoreciendo de
paso la necesaria participación en los valores de la sociedad a la que
pertenece.
En la
actualidad, donde los cuentos tradicionales continúan teniendo la misma función
de siempre, se puede decir que se está dando dentro de la literatura infantil y
juvenil una especie de subgénero bautizado por algunos autores como
“psicoliteratura” y que consistiría, en líneas generales, en obras que tratan
explícitamente sobre temas o problemas que preocupan a la sociedad
contemporánea. Así, se pueden abordar cuestiones como el divorcio, las drogas,
el alcoholismo, la homosexualidad, la inmigración, el acoso escolar, la
violencia de género, etc. Suelen ser obras realistas –alejadas del fantástico
mundo de los cuentos de hadas- que sirven –al igual que aquellos- para afrontar
las dificultades que ofrece el medio en el que vivimos.
Manuel J. Rodríguez |
A esta categoría
podríamos apuntar la excelente novela El
bloc de las edades (Edelvives), de Manuel J. Rodríguez (Madrid, 1965)
–galardonada con el Premio Alandar 2018-. Laura es una adolescente a quien le
ha traicionado su imaginación. Se dejó llevar por una sospecha y fue castigada
por ello. Primero por la justicia y después por sus padres, que durante una
temporada la dejaron sin salir a la calle con sus amigas. Sin embargo, pese a
la dureza del castigo, es esa misma circunstancia la que le ayudará a resolver
un grave problema que se verá obligada a afrontar en el futuro. Gracias al
“cautiverio” tendrá más tiempo para dibujar, sobre todo en el misterioso “bloc
de las edades” que le ha comprado su tía a un anticuario de Florencia. En sus
láminas, a medida que se va dibujando junto a sus amigas, va apareciendo el
futuro, un tiempo en el que –para su asombro- alguna de ellas se ha desvanecido.
El miedo se va apoderando de Laura cuando va viendo indicios de que el futuro se
aproxima con las mismas imágenes que se han ido mostrando en el bloc. Sobre
todo le aterra que María –su amiga del alma que es quien ha desaparecido de las
láminas- empiece a salir con un chico que no la trata como se supone que uno
debe tratar a la persona que quiere. Será el mismo vecino que la denunció por
entrometerse en su vida –el motivo de su castigo- quien, después de recobrar la
amistad, tendrá la solución para que en el futuro siga apareciendo su amiga
María.
El autor
utiliza hábilmente los resortes narrativos para atrapar a los jóvenes en una
lectura que aborda con valentía un problema tan dramático –y a menudo, tan
silenciado- como la violencia de género entre los adolescentes. Por ello, este
libro es muy apropiado para despertar entre los jóvenes –especialmente las
chicas- la conciencia de que el verdadero amor no mata, de que hay que huir de
quien te insulta, te maltrata y te aleja de tus amigos bajo la falsa idea del arrebatado
enamoramiento.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 17 de noviembre de 2018)
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